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Lo abrazo con fuerza cuando salgo del tren y lo veo ahí esperándome, retorciéndose las manos con impaciencia. En realidad, tan solo hemos estado tres días sin vernos, pero he tenido que pasarlos estudiando para los exámenes y se me han hecho muy largos. Demasiado largos.

Me sorprende darme cuenta de que el sabor de sus labios es aún mejor de lo que recordaba.

– ¿Cómo te ha ido en el examen? –me pregunta cuando terminamos de besarnos–. Se me olvidó preguntártelo antes.

Me encojo de hombros mientras echo a andar.

– Bien, creo. Había una pregunta trampa, pero creo que me ha salido bien. ¿Qué tal tu día?

– Una mierda. Los profesores no dejan de hablar de la selectividad a todas horas. Selectividad, selectividad, selectividad... No te puedes ni imaginar lo obsesionados que están. Si tanto les gusta la selectividad, que se la tiren o algo, pero que dejen de darnos la lata a nosotros.

Suelto una carcajada.

– Lo noto.

– Lo siento.

– ¿Tan pesados son?

– Demasiado –afirma con un suspiro–. Parece que en vez de unos exámenes sea un apocalipsis zombi, joder.

– Será mejor que cambiemos de tema, entonces.

– Pues sí. Cuéntame, ¿qué tal los Reyes? Al final no me contaste nada.

Trago saliva.

– Mejor cambiemos de tema otra vez.

– ¿Por qué? –pregunta, mirándome con el ceño fruncido–. ¿Qué pasa?

– En realidad no es para tanto, no te preocupes.

– Pues si no es para tanto, dímelo.

Sé que debería decírselo, así que suelto un suspiro de resignación y me obligo a contárselo.

– A ver, tal como están las cosas en casa, celebrar los Reyes es impensable. Hace unos años hubo una movida con mi hermana, y bueno... Ya te contaré algún día. El caso es que en casa es un día como otro cualquiera, así que no celebramos nada.

Me siento un poco estúpido contándoselo. No me considero una persona especialmente caprichosa, pero escuchar a Yoonbin y a Junkyu hablar de sus regalos, y también a mis compañeros de clase, hace que me sienta un poco mal. Nuevamente, deseo haber nacido en una familia distinta a la mía. O, al menos, haber tenido un padre de verdad, alguien que nos quisiera.

– ¿No has tenido regalos?

– No.

– Pues eso hay que solucionarlo.

Y sin pensárselo siquiera, se desata la pulsera negra que siempre lleva en la muñeca y me la pone.

– ¿Qué estás haciendo?

– Para ti. No es mucho, pero al menos tendrás un regalo.

– Junkyu, no puedes darme tu pulsera...

– La compré en Tailandia, cuando fui hace un par de años con mis padres.

– Pues por eso, no puedes regalármela...

– Déjame terminar. La compré en Tailandia, así que quiero que la consideres una promesa.

– ¿Una promesa?

– Sí. Una promesa de que pronto serás libre, y de que algún día iremos a Tailandia, los dos juntos. Y entonces me comprarás tú a mí una pulsera para sustituir esta. ¿Te parece bien?

影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora