Cuando llego el viernes al centro deportivo, con el corazón latiéndome con fuerza a causa de la emoción, Junkyu vuelve a estar esperándome en la puerta. Sonrío al verlo, y él también lo hace. Aunque estos días hemos hablado un poco por el móvil, no es lo mismo que verlo en persona.
– ¡Has venido! –grita cuando me ve acercarme a unos cuantos metros de distancia.
– Te dije que lo haría, ¿no? –Se encoge de hombros.
– No sé, igual habías cambiado de opinión o algo. –Su sonrisa se ensancha–. Pero me alegra que no haya sido así.
Para mi sorpresa, en cuanto llego hasta él se pone en pie para abrazarme, y no puedo evitar sentirme un tanto emocionado y aturdido. No sé qué es lo que esperaba exactamente, pero un abrazo desde luego que no. Y, sin embargo, se me hace demasiado corto.
Quiero más.
– ¿Quieres que te acompañe a apuntarte?
Asiento con la cabeza, todavía con el aroma de su cuerpo en la nariz, feliz de ver que se alegra sinceramente de verme. Lo sigo hasta la administración del edificio, situada al fondo de un pasillo a la derecha del vestíbulo. Una vez allí, me apunto a las clases de taekwondo y pago la cuota que ya había mirado por internet. Me da un poco de rabia tener que hacerlo con el dinero de mi padre, pero sé que no me queda otro remedio que rebajarme a ello si quiero poder asistir a las clases.
– Habla con Mino para el dobok –me indica con una cálida sonrisa la chica que me atiende–. Él se encargará de pedírtelo.
– ¡De acuerdo! Muchas gracias.
– A ti. ¡Que vaya bien!
Me dirijo con Junkyu hasta el vestuario, pues el dobok que tomé prestado la semana anterior está guardado en su taquilla. Lo observo de reojo mientras se cambia y me doy la vuelta para imitarlo sin que vea mis cicatrices, con cuidado de colocarme la chaqueta tal como me explicó el último día. Durante unos instantes me planteo la posibilidad de volver a hacerlo mal para que sea él quien me la ponga bien, pero decido que prefiero que no me toque a que piense que soy idiota.
Cuando termino y vuelvo a girarme hacia él, después de haber comprobado tres veces que lo he hecho bien, Junkyu me mira con aprobación.
– ¡Muy bien! Aprendes rápido.
Me encojo de hombros antes de contestar.
– Supongo que tengo un buen maestro. –Lo observo mientras saca de la taquilla su cinturón, de color amarillo–. Qué genial que tengas ya el amarillo. A saber cuánto tardo yo en conseguirlo.
Junkyu suelta una carcajada y me mira con una expresión divertida en el rostro. Yo frunzo el ceño, algo molesto al ver que está riéndose de mí.
– ¿Qué pasa?
– Mashiho, el cinturón amarillo es de los más básicos. Va justo después del blanco, así que seguramente lo tendrás en unos meses.
Noto un intenso calor en las mejillas.
– Ah –digo simplemente.
– Pero no pasa nada –se apresura a decir, todavía sonriendo–. Si te hace ilusión, puedes probártelo.
Se acerca a mí y me empuja ligeramente el brazo con las manos para hacerme girar. Siento su tacto por todo mi cuerpo a pesar del grueso tejido del dobok, y vuelvo a notar ese aroma que desprende. Quedo frente al enorme espejo, y me doy cuenta de que el rubor de mis mejillas es inconfundible, de que tengo los ojos demasiado abiertos. Junkyu está justo detrás de mí, con una mano todavía en mi hombro, y sé que está observando mi reflejo, viendo exactamente lo mismo que yo. Me pongo más rojo todavía.
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影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞
Fanfiction¿𝑇𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑜 𝑚𝑎𝑟𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑔𝑎𝑦, 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑟𝑜𝑑𝑒𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛̃𝑒𝑟𝑜𝑠 𝒉𝑒𝑡𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑖𝑛𝑠𝑡𝑖𝑡𝑢�...