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Para mi sorpresa, el día siguiente a mi pelea con Jisung transcurre sin ningún tipo de ataques por su parte. No me insulta, cosa muy extraña en él, y apenas me mira. Cuando lo hace, enseguida aparta la vista al ver que me doy cuenta. Sus amigos, sin las órdenes de su líder, también me dejan en paz. Soy consciente de que todavía es pronto para saber si lo de ayer ha servido de algo, pero milagrosamente parece que por el momento así es.

Tan solo espero que no haya represalias en el futuro, pero tener demasiadas esperanzas a estas alturas significaría ser un iluso.

Por la tarde, Junkyu me espera sentado en las escaleras del centro deportivo cuando llego para el entrenamiento de taekwondo. Sonriendo, se pone en pie y me da un fuerte abrazo, algo más largo que el de la última vez. Me quedo inmóvil durante un instante, todavía un tanto sorprendido por un gesto que sigue resultándome extraño, pero enseguida lo rodeo también con los brazos, contento y agradecido por su calidez, y el corazón comienza a latirme con fuerza, tal como viene siendo habitual siempre que estoy con él. Su aroma me envuelve, y yo cierro los ojos para disfrutar de la sensación. Tan cálida, tan cercana, tan... humana. Tan diferente de la sensación de las cuchillas atravesando mi piel. Es una sensación que no quiero perder jamás.

– ¿No vas a cambiarte? –pregunto, sorprendido al ver que me acompaña a la sala de entrenamiento en lugar de ir directamente al vestuario–. Yo tengo que ir a ver a Mino para que me dé el dobok.

– No, no te preocupes. Te acompaño.

– ¿Por qué? –me extraño.

– Todavía eres un novato –dice él con actitud desenvuelta–. Seguro que sin mi ayuda te pones mal el taekwondo.

No sé por qué, pero no acabo de creerme del todo sus palabras. Hay algo en su tono de voz que me indica que es una frase ensayada, como si fuera algo que ha repetido muchas veces para tratar de que suene natural. Una vez en la sala del tatami, le pago el dobok a Seunghoon y me dirijo con la bolsa que me entrega hacia los vestuarios, acompañado por Junkyu. Me cambio de espaldas a él, para esconder mi cuerpo y los cortes, pero cuando acabo de ponerme el pantalón giro la cabeza y me doy cuenta de que me está mirando.

Aparto la mirada con brusquedad, sonrojándome un poco, pero no se me escapa la media sonrisa de sus labios y el brillo travieso de sus ojos. El corazón comienza a latirme con más fuerza.

* * *

Lo malo de los martes es que, a diferencia de los viernes, Junkyu no puede quedarse a tomar algo tras el entrenamiento de taekwondo. Sin embargo, hoy se empeña en acompañarme hasta la estación para compensármelo, y cuando llega la hora de irme vuelve a despedirse con un abrazo de los suyos, cálido y reconfortante. Apenas cuatro o cinco minutos después, mientras miro por la ventana del tren con los auriculares en los oídos, me llega un mensaje suyo.

Cucu. 16:45

Cucu. 16:45

Odio no poder quedarme los martes 16:46

Yo también. 16:46

¿Nos vemos el viernes? 16:49

Claro!! 16:49

Podríamos hacerlo todas las semanas 16:49

Si quiers... 16:50

Pongo los ojos en blanco al leer el último mensaje. ¿Cómo no iba a querer? Las charlas con él en la cafetería son con mucha diferencia el mejor momento de la semana.

影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora