La puerta se abre de repente, despertándome con un sobresalto.Durante un momento me temo que sea él, que haya venido a darme una paliza, a terminar lo que no pudo hacer la última vez. Pero entonces distingo las dos siluetas que se recortan contra el umbral de la puerta y suspiro aliviado al darme cuenta de quiénes son en realidad.
Un segundo después, encienden la luz y comienzan a cantar.
– Cumpleaaañooos feeeliiiz...
Con una enorme sonrisa, observo a mi madre y a mi hermana mientras entran en mi habitación, esta nueva habitación en casa de Miru y tan lejos de mi padre. En el colchón del suelo, Yoonbin se estira y se apresura a sumarse al canto, el muy traidor. Lo fulmino con la mirada, pero él me ignora mientras siguen cantando los tres al unísono.
– Te deseaaamooos, Maaaashi... Cumpleaaaños feeeliiiz...
Y, como si yo estuviera cumpliendo siete años en lugar de diecisiete, comienzan a aplaudir cuando terminan. Y, como si tuviera siete años, soy completamente incapaz de dejar de sonreír. Y me encanta.
Se acercan a mi cama con la tarta, esquivando el colchón de Yoonbin, y la acercan a unos pocos centímetros de mi cara para que sople las velas.
– ¡Pide un deseo! -dice Miru, tan entusiasmada como si fuera ella la que está cumpliendo años.
– Miru...
– ¡Tienes que pedir algo! –insiste ella, tal como hacía cuando yo era pequeño–. ¿Es que no se te ocurre nada o qué?
Suelto un prolongado bostezo mientras me froto los ojos, todavía con legañas.
– ¿En serio? ¿Te crees que tengo cabeza para pensar un deseo, estando recién levantado?
– Pues sea como sea, sóplalas ya –interviene Yoonbin, mirando el pastel con ojos codiciosos–, porque un trozo de pastel para desayunar estaría de maravilla...
Lo cierto es que hace un año había tenido muy claro qué era lo que quería pedir al soplar las velas. Sin embargo, ahora tengo el cerebro completamente en blanco y la presión más el hecho de estar recién levantado no ayuda mucho precisamente a pensar ningún deseo que merezca la pena.
Pero hay una razón por la que no se me ocurre ninguno; en realidad, ya tengo en mi vida todo lo que deseo. Por fin estoy lejos de mi padre. Lejos de esa casa y ese pueblucho, aunque tenga que volver al instituto para terminar el curso antes de irme a otro más cerca de mi nueva casa donde poder terminar el bachillerato.
Ahora he recuperado a mi hermana y vivimos con mi madre, y estamos aprendiendo a ser una familia de nuevo. Y, además, tengo a Junkyu. En este momento mi vida se ha transformado por completo hasta el punto de que todavía me cuesta creer que realmente esto me esté pasando a mí. Sinceramente, ¿qué más podría desear?
Feliz por todo lo que tengo ahora en mi vida y por todas las cosas buenas que todavía están por llega, cierro los ojos y soplo las velas, sin pedir ningún deseo por primera vez desde que tengo memoria.
– Este año no va a haber regalo –se disculpa mi madre, claramente avergonzada mientras baja la mirada–. Con todos estos cambios...
– ¡Pero te hemos hecho el pastel nosotras! –interviene Miru.
– Es con nata y fresas –añade mi madre, mirándome con una sonrisa tímida–. Tu favorita.
Se me parte un poco el corazón al oír las palabras de mi madre, al sentir la vergüenza evidente en su voz. Yo ya sabía que no iba a tener dinero para un regalo, claro. Y tampoco es que lo esperara. Ahora que vivimos lejos de mi padre, no podemos derrochar el dinero que casi ni tenemos. Y no hace falta que lo hagan, este pastel ya es regalo más que suficiente. Se me humedecen los ojos al darme cuenta de que tienen que haberse levantado muy temprano para hacérmela, y necesito toda mi fuerza de voluntad para no echarme a llorar donde estoy.

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影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞
Fanfiction¿𝑇𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑜 𝑚𝑎𝑟𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑔𝑎𝑦, 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑟𝑜𝑑𝑒𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛̃𝑒𝑟𝑜𝑠 𝒉𝑒𝑡𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑖𝑛𝑠𝑡𝑖𝑡𝑢�...