– Hola –saludo por costumbre al pasar delante de la puerta del salón. No espero respuesta alguna, pero, para mi sorpresa, mi padre me contesta con su voz gruñona.– Tu madre quería hablar contigo.
Por suerte, no necesito preguntarle dónde está para saberlo, así que no sigo hablando con él. La encuentro en la cocina, su santuario, el lugar de la casa que mi padre solo pisa para comer; donde mi madre siempre se refugia cuando él está en casa, ya sea cocinando, limpiando o leyendo algún libro. Entro y me acerco para darle un abrazo, pero entonces me fijo en la expresión seria de su rostro. Noto un nudo en la garganta.
– ¿Pasa algo?
– Cierra la puerta.
Me apresuro a obedecer.
– ¿Pasa algo? –repito, mirándola con preocupación.
– ¿Qué es esto, Mashiho? –me pregunta, señalando la mesa. Sigo la dirección de su mano, y entonces las veo allí, sobre la mesa.
Mierda. Mierda. Mierda.
Las cuchillas. No hay lugar a dudas, estoy tan familiarizado con ellas que probablemente las reconocería en cualquier parte. Son mis cuchillas. Me quedo helado, sin saber muy bien qué responder.
– Eh...
– Dime que esto no es lo que estoy pensando. Por favor, Mashiho –se le rompe la voz al pronunciar mi nombre, y de pronto siento náuseas–, dime que esto no es lo que estoy pensando.
No.No.No.No.No.No.No.No.No.No.No.
– Tiene una explicación. Suelta un resoplido.
– ¿De verdad? Porque yo creo que está muy claro.
– No es lo que parece –insisto, pero mi voz es cada vez más débil–. De verdad, no es lo que...
– Están manchadas de sangre seca. Y no es la primera vez que encuentro manchas de sangre en tu ropa y en tus sábanas.
– Mamá, no...
– Quítate la camiseta.
– ¿Qué?
– Que te quites la camiseta ahora mismo, Takata Mashiho. No me hagas llamar a tu padre –añade, y noto la advertencia como un puñetazo en el estómago.
Me desplomo sobre la silla y suelto un suspiro. A regañadientes, me quito la camiseta y dejo que me examine los brazos. Son débiles y llevo ya un tiempo sin cortarme a diario, pero las cicatrices resultan inconfundibles, especialmente las de la noche de Fin de Año.
Se me rompe el corazón en mil pedazos cuando mi madre suelta un sollozo estrangulado. El dolor que siento al ver su rostro es peor que mil cuchillas clavándose en mi piel, y es todo por mi culpa.
– ¿Por qué, Mashiho? –me pregunta con un hilo de voz.
No respondo. No sé qué decir. ¿Por qué lo hacía realmente? Cada vez lo recuerdo menos.
– ¿Cómo las has encontrado? –digo tras unos segundos de silencio.
– No he registrado tu habitación –asegura, y me doy cuenta por su tono de que está un poco a la defensiva–. Tan solo he ido a cambiarte las sábanas y he aprovechado para darle la vuelta al colchón.
Siento una punzada de pánico al darme cuenta de que allí también estaba el cuaderno de dibujo, y la hoja arrancada con ese dibujo que hice de Junkyu antes de conocerlo... y también muchos otros que hice después. Es evidente que tiene que haberlo visto, aunque no haya mencionado nada al respecto. Me arde la cara al recordar lo explícitos que eran algunos.
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影┆𝚜𝚑𝚊𝚍𝚘𝚠 ; 𝚖𝚊𝚜𝚑𝚒𝚔𝚢𝚞
Fanfiction¿𝑇𝑜𝑑𝑎𝑠 𝑒𝑠𝑎𝑠 𝑝𝑒𝑙𝑖́𝑐𝑢𝑙𝑎𝑠 𝑦 𝑠𝑒𝑟𝑖𝑒𝑠 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑒 𝑐𝑢𝑒𝑛𝑡𝑎𝑛 𝑙𝑜 𝑚𝑎𝑟𝑎𝑣𝑖𝑙𝑙𝑜𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠 𝑠𝑒𝑟 𝑔𝑎𝑦, 𝑣𝑖𝑣𝑖𝑟 𝑟𝑜𝑑𝑒𝑎𝑑𝑜 𝑑𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑝𝑎𝑛̃𝑒𝑟𝑜𝑠 𝒉𝑒𝑡𝑒𝑟𝑜𝑠 𝑚𝑜𝑑𝑒𝑟𝑛𝑜𝑠 𝑒𝑛 𝑒𝑙 𝑖𝑛𝑠𝑡𝑖𝑡𝑢�...