Capítulo 1

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El aroma a clima fresco me ha perseguido desde el aeropuerto y solo se ve opacado por el perfume barato del chofer del taxi

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El aroma a clima fresco me ha perseguido desde el aeropuerto y solo se ve opacado por el perfume barato del chofer del taxi. En consecuencia, abro la ventana hasta la mitad y saco al menos los dedos de mi mano derecha para gozar de la brisa, esperando distraerme de los inevitables acontecimientos futuros.

Otoño nos pasa la cuenta en esta ciudad ubicada en medio de la nada. Las calles cubiertas de hojas anaranjadas les dan un toque cálido a las carreteras curvas y a las calles vacías del pueblo. Nada aquí es verdaderamente interesante a excepción de buenos campos, bosques y lagos, y es que Greenfield nunca ha sido llamativo al turismo en lo absoluto. Quienes viven en este pueblito solo buscan algo de privacidad y tranquilidad.

Seguro escogieron este pueblo por la misma razón: discreción, pienso para mí misma. 

—Inténtalo otra vez.

Cierro los ojos, exhausta de escuchar esto.

Para contentarla, ya que las compulsiones no son algo que pueda controlar, vuelvo a practicar una sonrisa y a mentir en voz alta diciendo lo agradecida que estoy de que nos den alojo. Parece satisfecha, otra vez, y procede con su rutina de echarse alcohol gel en las manos para desinfectarlas y luego a la manilla de la puerta de su lado.

—¿Puedes fingir algo más de... entusiasmo?

—Estoy entusiasmada.

—¿Crees que puedas convencerlos de eso?

El chofer del vehículo nos observa por el espejo retrovisor, pero en cuanto cruzamos miradas vuelve a estar al pendiente de lo que le incumbe.

Ya casi es época de escuela, principios de septiembre es algo que casi puedo disfrutar al parecer. Me doy cuenta que la humedad no es algo que vaya a extrañar de donde vengo, pero tal vez la nieve sí que me haga falta.

El taxi nos deja fuera de la gran casa con diseño de arquitectura inglesa. No tardamos mucho en sacar nuestras maletas del portaequipaje para quedarnos de pie en el pavimento. Jeremy, mi prima de treinta y cinco años, pone su mano sobre mi hombro.

—Sabes que esta es la única forma, Lee Lee, tú misma lo dijiste —dice con el mismo tono condescendiente de cada día.

Miro la casa expuesta ante mí. Es hermosa, toda una belleza arquitectónica digna de aparecer en una revista famosa pero que no resalta entre las del resto de la calle. Si bien todas las casas indecentemente enormes poseen estructuras únicas, todas se ven beneficiadas con entradas cercadas y estacionamientos anexados. Un lujo de privacidad extra, interesante.

—No es necesaria la motivación —respondo, sujetando con fuerza una mochila sobre mi hombro—, estoy conforme con la decisión que tomé.

Comienzo a caminar en dirección a la entrada, atravesando la puerta al pequeño patio delantero que posee. De inmediato, casi como si nos hubiese estado esperando, un hombre vestido muy elegante nos abre la puerta y se presenta como Harold, el mayordomo.

LA TENTACIÓN DE MILLARD ACADEMYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora