Capítulo 13

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Mis oídos, sensibles por el disparo realizado en espacio cerrado, se quedan atentos a la llega de invitados curiosos

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Mis oídos, sensibles por el disparo realizado en espacio cerrado, se quedan atentos a la llega de invitados curiosos.

—¿Creen que alguien escuchó eso?

—¡Deberíamos escondernos! ¡YA!

—Guarden silencio. Quiero escuchar.

Con todos ya en silencio, solo podemos distinguir la música a todo volumen de la carpa a la distancia. Nada de conversaciones cercanas o gritos.

Kaisser se asoma muy sigilosamente por la puerta y vuelve hasta nosotros negando con la cabeza.

—Nadie viene.

Todos soltamos el aire rápidamente.

El terror ligado a la realidad del crimen me resulta abrumador. No consigo hacer otra cosa que mirar a todos. Nadie se mueve ni parece tener algo inteligente que decir y los animales están haciendo mucho ruido. Tal vez dentro de la casa no escucharon porque todo está lleno de música, pero los animales fueron testigos de nuestro asesinato.

No, no nuestro. Podría correr aún. Es el terror en los ojos de Bri lo que me instan a no correr hacia la salida.

—¿Por qué demonios hiciste eso? —le pregunta Kaisser a Rosie, con el rostro tan pálido como el mío ahora.

La pelirroja no parece tener nada que decir, apenas si logra sacar la mirada de sus propias manos, con la angustia reflejada en su rostro. Rosie se lanza en dirección a Yung en busca de consuelo y se larga a llorar a todo pulmón, dejando en el aire la pregunta de Kaisser. Al menos Yung reacciona para pedirle ayuda con los animales.

—¿Qué haremos con...? —pregunta Milos, señalando al muerto con el mentón, como si solo nombrarlo fuese señal de mal augurio. Su aceitunada piel aún no recupera del todo su color por las náuseas.

—¿Deberíamos llamar a la policía? —pregunta Bri, cediendo ante la ansiedad y empezando a morderse las uñas.

—¡No! —gritamos todos.

Dios, no.

—¿Entonces qué, a los Millard? Ellos sí que saben esconder un cuerpo, ¿no creen? —insiste rascando su cabeza debido a los nervios—. Si se lo explicamos puede que hasta nos aplaudan.

—No pienso deberles nada para que lo cobren cuando les venga en gana —replica Kaisser, y yo concuerdo.

—Creo que estamos solos en esto —comenta Yung.

Me llevo los dedos a las sienes para masajear.

Sí que estamos solos.

—¡Hailey, tu vestido! —comenta Bri, acercándose a verme.

Miro hacia abajo y, maldiciendo, noto manchas de sangre frescas.

Mierda, soy evidencia.

—No pasa nada, va con mi atuendo, ¿sabes? —digo, más para mí misma que como respuesta, intentando ignorar eso.

LA TENTACIÓN DE MILLARD ACADEMYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora