Capítulo 14

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Mi teléfono había vibrado más de veinte veces mientras intentaba concentrarme en la comida

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Mi teléfono había vibrado más de veinte veces mientras intentaba concentrarme en la comida. Me prometí responder después de levantarme, pero Jer decidió reafirmar su autoridad quitándome el teléfono para que la escuchara hablar sobre su diversión en la playa.

El señor Vinter no se podía creer que nunca hubiésemos puesto un pie en el mar, motivo por el cual quedó prohibido poner un pie en la piscina y nos ordenó pasar el resto del día en la playa. A todos.

—¿Podrías devolverme mi teléfono, por favor? Ya terminé —le aviso a Jer en un momento de silencio, con la intención de retirarme.

Hace una mueca.

—Prefiero que te diviertas a que estés conectada en esa cosa.

Tal y como si me hubiese hablado en otro idioma, me la quedo viendo con incredulidad. Se sonroja.

—Siempre quisiste decir eso, ¿verdad?

El tono cálido de sus mejillas, ahora más quemadas por el sol, se tornan carmesí. Asiente con la cabeza.

Erik vuelve a apoderarse de la conversación, animado sin duda por el vaso de alcohol al que no le quita el ojo de encima. Harold se mantiene a la altura del tema, acostumbrado a sus extensos monólogos relacionados a asuntos de salud o el sistema de salud del país.

Jeremy parece admirarlo, pero yo puedo comprender por qué los hermanos se apresuraron en terminar sus comidas y se marcharon enseguida.

Le hago gestos a mi prima para poder retirarme y me inclino hacia ella para darle un beso en la mejilla.

—Que tengas un lindo día —susurro en su oído.

Me retiro en silencio con la intención de ir a mi cuarto a ponerme un bikini y no puedo evitar la sonrisa socarrona en mi cara al levantar mi mano para ver mi teléfono devuelta en mi poder.

Aún no aprendes, Jer.

Mientras voy por el pasillo de las habitaciones, distrayéndome por las vistas al exterior, escucho la voz de una chica en uno de los cuartos, hablando con tono molesto.

En una idea de último minuto, me devuelvo por el pasillo para encontrar en uno de los armarios que he visto un delantal al azar del aseo. Me lo pongo rápidamente, mirando en distintas direcciones para prevenir malos encuentros, y vuelvo por la dirección en la que llegué.

Cuando estoy por llegar a mi objetivo, me hago un rápido nudo en mi cabello blanco, aplastándolo todo lo posible. Al encontrar a la chica, morena y delgada, sin duda de la zona, le ofrezco una cálida sonrisa y ofrezco mi mejor acento extranjero, como cuando apenas aprendía el inglés:

—¿Necesita que le sirvan la comida, señorita?

Muestro una sonrisa relajada y encorvo los hombros para mostrar comodidad.

LA TENTACIÓN DE MILLARD ACADEMYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora