HISTORIA TERMINADA
¿Has probado el sabor de un delito? Este sabe a adrenalina fresca y su sabor es capaz de petrificarte en tu lugar o capaz de liberarte finalmente.
Robo, asalto a mano armada, irrumpir en una propiedad, secuestro, tortura, asesina...
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El mundo tiene una serie de lecciones que darte sobre la vida y puede que nunca las aprendas todas. Lo peculiar de su forma de enseñar es que te las da de golpe y sin anestesia, quiere que las vivas de la peor forma para que así en un futuro no tropieces con la misma piedra. Pero ¿qué hace la raza humana? Caer, caer, caer. Es casi cómico.
¿No fue suficiente todo lo que había vivido antes de Millard Academy?
Miro como sacan el cuerpo de Jeremy de la casa y mi mundo una vez más se viene abajo. Me acerco hasta la camilla que transporta el cuerpo y detengo a los paramédicos.
—¿Puedo despedirme? —pregunto, mirando a mi prima.
—Claro —responde el desconocido en voz baja.
Bajo el cierre de la bolsa negra y me encuentro a Jer: pálida y con sus párpados cerrados. Paso mis dedos por su rostro, apenas tocándola.
—Prometí nunca dejarte sola y lo lamento tanto —susurro—, lamento que en tus últimos momentos hayas estado sola y aterrada debido a él, ... pero ya puedes irte en paz, Jer.
Le dejo un beso en la frente.
—Fuiste la mejor familia que pude tener, la mejor mamá que la vida pudo escoger para mí —mi vista se empaña otra vez—. Gracias por todo.
Cierro la bolsa nuevamente y dejo que se la lleven.
Le había prometido una aventura. Íbamos a tener un nuevo comienzo, juntas. ¿Por qué tenía que ser ella?
Sorbo por la nariz y me cubro la cara con ambas manos.
Honestamente me duele todo.
Siento unas manos rodearme por la espalda y me volteo al reconocer el aroma de Eros.
—¿Cómo te encuentras? —me pregunta, observando la sangre de su hermano en mi cara.
—Además del labio hinchado, un brazo al que le dispararon y una costilla que duele como la mierda —enumero mis desgracias—, viva.
—Eso es mejor que la alternativa —murmura, poniendo un mechón de cabello tras mi oreja—. Llevaba tiempo sin orinar la cama.
Me rio.
—¿Tanto susto te daba Oleksandr?
Pone cara seria.
—Por la epidural, salvaje —replica a la vez que me empuja hacia un lado.
Miro mi cabello blanco ahora manchado en sangre oscura, pegajoso.
—Supongo que así me veo.
No consigo hacer que se ría porque justo en ese momento deciden sacar el cuerpo de Oleksandr de la casa. Mi cuerpo tiembla al verle irse y me debato si debería despedirme de él también.
