Diario Capítulo-1

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Era uno de esos días en los que era preferible quedarse en casa con la mantita y no tener que estar por la calle pelandose de frío, pero como la suerte no estaba de mi lado y no era fin de semana, me tocó darme una ducha rápida y arreglarme antes de ir al infierno. "Universidad"

Bajé las escaleras casi corriendo intentando no torcerme un tobillo y saludé con un beso sonoro en la mejilla a Tessa. "Mi Nana" a pesar de sus canas y sus arrugas tenía un carácter endemoniado, de esos que ponían en vereda al mismísimo demonio.

–¡Date prisa o llegarás tarde niña! —exclamó enseñándome el reloj—  Steve, ya está en el coche esperándote.

Steve era el chófer de la familia y sobrino de ella. Hacía dos semanas que había decidido venirse a trabajar con nosotros, porque su madre cayó enferma y no le quedó más remedio que dejar los estudios y ocuparse de los gastos. El sueldo que le ofrecieron era bastante alto y no dudó en aceptarlo.
Mis amigas siempre babeaban, al ser un chico joven y muy atractivo. Tenía el cabello castaño, ojos marrones y un cuerpo bien trabajado.

Mi padre, era socio de una empresa de telecomunicaciones y mi madre abogada. Se podría decir que éramos una de las familias más importantes de la ciudad.

Aunque estaban podridos en dinero, no les gustó que gastará tanto en "tonterías" porque según decían, el dinero cambiaba a las personas y ellos no querían que eso me pasara a mí.

Pero ¿a quién no le gusta gastar? Y más cuando eres joven. A cualquiera que le dieran una tarjeta de crédito, se le iluminaría la cara.

Así que decidieron cambiarme de una universidad privada y lujosa a una pública. "Hija tienes que aprender a esforzarte para conseguir lo que quieres" esas fueron las palabras de mi madre para intentar convencerme que era por mi bien.

Resoplando me subí en la parte de atrás del coche y me puse los auriculares como todos los días. Cerré los ojos, disfrutando de la tranquilidad y de la paz antes de llegar al bullicio y a los pasillos llenos de gente.

–A la salida, la estaré esperando señorita. —me informó antes de ver como se alejaba.

Me despedí con la mano y caminé hacia la entrada con la cabeza en alto y la mochila colgada. El edificio estaba bastante bien y tenía un jardín amplio el cual lo tenían muy bien cuidado.
Crucé el pasillo hasta el llegar a mi taquilla y en ese momento recibí un mensaje.

*Esta noche saldremos todos. ¿Te vienes?

Con una sonrisa le respondí que nos veriamos donde siempre. Guardé el teléfono en el bolsillo seguido de un suspiro.

–¡Vaya! Menudo suspiro chica. —comentó una muchacha de pelo negro, llena de piercings y tatuajes.

La miré de arriba abajo y levante las cejas sorprendida, al escuchar que a la que le estaba hablando era a "mua" . Se rió al ver mi expresión y se acercó con pasos decididos hasta quedar justo al lado.

–Llevas una semana aquí y aún no te he visto hablar con nadie. —objetó sin apartar su mirada de la mía.

Aproveché la oportunidad e intenté entablar conversación con ella y almenos tener alguna amiga.

–No es facil ser la nueva —le confesé con sinceridad.
Por cierto me llamo Samy —me presenté extendiendo la mano con cortesía.

Observó mi mano como si fuese algo ridículo y se río a carcajadas que retumbaron por todo el pasillo. Sentí como mis mejillas ardían de la vergüenza, porque no estaba acostumbrada a que se ríeran en mi cara y la aparté inmediatamente, dándome la vuelta para ir directamente hacia la clase que me tocaba.

–¡Hey! Espera Samy —habló siguiéndome los pasos— No te lo tomes a mal, pero no es muy común ver a gente tan refinada por aquí.

De repente, noté como alguien me empujaba, como si se tratará de un elefante entrando en una cacharreria y me golpeó con el hombro de tal manera que casi me caí al suelo. Lo peor fue que por ir tan centrada en lo que ella me decía, no pude saber si había sido adrede o sin querer y aún así, ya podría haberme esquivado o avisado.

Indignada me dí la vuelta y vi a un chico alto de espalda ancha con una chaqueta de cuero y unas manos de mujer rodeándole la cintura. No tenía que ser muy inteligente, para entender que casi me arrolló para llegar a la morena que conocí minutos atrás. Lo dejé correr y me fui a mi clase. Al entrar, la profesora me dio el típico discurso sobre las normas y que no podía llegar tarde.

A la hora del desayuno, salí al jardín y me senté en el césped, disfrutando del sol matutino y aunque hacia frío, preferí estar fuera que soportar el olor desagradable de la cafetería. Saqué el libro de "Orgullo y prejuicio" y me embarqué en el mundo de Elisabeth olvidándome de todo lo que me rodeaba, hasta que oí como alguien me estaba llamando. Levanté la vista, para buscar de donde provenía esa voz. Justo en un banco, sentada en el filo, debajo de unos árboles estaba la chica de los pasillos acompañada de un grupo con la misma apariencia que ella. Con gestos me pidió que me acercara y acepte porque fue la única persona que se dignó a dirigirme la palabra desde que llegué.

Esa fue la primera y peor decisión que pude haber tomando en toda mi vida. A día de hoy, me arrepiento y pienso que jamás tuve que haberme acercado, porque a raíz de ese día mi mundo dio un giro de 180 grados.

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Juego Peligroso (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora