Al despertar, parpadeé un par de veces al tener la vista borrosa. Poco a poco pude visualizar lo que me rodeaba. Paredes azules con cuadros de coches colgados, un armario empotrado y un escritorio. Y sí, era una habitación de un chico, pero descarté que fuera la de mi hermano por lo ordenada que estaba. Cerré los ojos momentáneamente intentando aclarar mi mente. En ese preciso instante las imágenes de lo ocurrido me golpearon con fuerza. Necesitaba salir de ahí cuanto antes, sin importar mi estado físico que rozaba lo deplorable. Apoyé los pies y al notar el frío, me percaté de que no llevaba las deportivas puestas. Me levanté y llegué hasta la puerta tambaleándome, sintiendo como el suelo se movía a cada paso que daba. Despacito giré el picaporte y casi de puntillas avancé por un largo pasillo, con cuidado de no perder el equilibrio. Me sentía extremadamente débil y respiraba pausadamente para evitar volver a tener otro ataque de pánico. Llegué a unas escaleras en forma de caracol y eso me dificultaba la huida. La razón: eran sumamente estrechas y no sabía como bajarlas sin abrirme la cabeza en el intento. Me sujeté, con la poca fuerza que tenía, de la barandilla y descendí intentando ir lo más rápido posible.
Conseguí mi propósito en salir al exterior de la casa, pero no tenía ni idea de en donde estaba. Frente a mí había un sendero que conducía hacia un bosque lleno de árboles frondosos, el cual no lo lograba ver con exactitud por la oscuridad. Las piedras me desgarraban las plantas de los pies y a pesar de la tortura que suponía, no tenía intención de detenerme. Quería volver a casa y para eso tenía que encontrar una carretera. De repente escuché la voz burlona e inconfundible de Dylan.
–¡Qué mal se te da eso de escapar! —giré la cabeza y le vi apoyado en el marco de la puerta— vuelve antes de que te hagas más daño.
–¿Dónde está Jael? —no pude evitar expresar mi miedo a través de esa pregunta.
–Él no está —se notaba que le había molestado mi reacción por la forma tan tajante de responder. Al darse cuenta de que no iba a dar mi brazo a torcer, suavizó el tono— no te va a pasar nada, así que intenta tranquilizarte.
No me dio tiempo de decidir que hacer, cuando él ya venía hacía hacia mí en grandes zancadas y se posicionaba a mi lado.
–Date prisa que no tengo toda la noche —vociferó mirando su hombro.
Al estar varios minutos sin moverme del sitio, los pies se me habían quedado como témpanos de hielo, con lo cual, al apoyar la planta del pie para dar un paso, sentí como si se me hubiesen clavado miles de agujas a la vez. Me mordí el labio con fuerza y aguanté la respiración varios segundos para evitar gritar del dolor. Por mucho que quería avanzar agarrada a él, era una verdadera agonía.
–Sube —ordenó dándome la espalda y flexionando las rodillas para agacharse.
No me quedó más remedio que aceptar su ayuda. Sabía que sacar a relucir mi orgullo en esas circunstancias no era buena idea. Me llevó hasta el salón y me depositó suavemente en el sofá. Se fue y al volver traía en sus manos un barreño con agua,un trapo y una caja pequeña de metal.
–Dylan, necesito..
–El que busca lo que no debe, encuentra lo que no quiere —me interrumpió sin dejar de curarme las heridas. Actuaba con tranquilidad y como si ya supiera de antemano lo que le iba a decir.
–Pero es que... —insistí para que entendiera lo importante que era para mí obtener respuestas.
–No puedes simplemente agradecer qué te haya salvado la vida y dejar de preguntar —rebatió interrumpiéndome de nuevo. Levantó la cara para observarme y chasqueó lengua con fastidio. Se quedó en silencio varios segundos antes de proseguir— descansa un poco. Te llevaré a tu casa cuando se te calme un poco el dolor.
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Juego Peligroso (Pausada)
JugendliteraturSamy es una chica que siempre lo ha tenido todo. Sus padres deciden darle una pequeña lección para que aprenda a valorar lo que tiene. Un cambio radical en su vida que la hará entrar en un juego peligroso y nuevo para ella. ¿Será capaz de soportar...