Diario Capítulo-34

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Ellos empezaron a discutir acaloradamente, mientras yo ya había dejado de escuchar su conversación tras las palabras de Jael. Me quedó claro que yo para él era tan solo un medio para llegar a un fin. Me maldije a mí misma porque por unas horas llegué a ver una luz en su interior, sin embargo, me equivoqué. Lo peor, que la culpa no era suya, sino mía por ser tan tonta.

–¿Me estás escuchando? —comentó Britt con el entrecejo fruncido. Al ver mi cara de desconcierto, suspiró pesadamente— te vienes conmigo, así que recoge tus cosas.

Jael estaba en silencio, apoyado en la pared y con esos ojos que mostraban una frialdad aterradora.

–Quiero mi teléfono —le pedí de manera tajante. Extendí la palma de la mano en su dirección esperando que me lo entregara— o me lo das tú o iré yo misma a buscarlo.

La rabia que sentía en ese momento era demasiado grande como para poder hablarle con cordialidad. Pensé que diría algo para herirme, sin embargo, para sorpresa mía se fue al salón. Dos minutos después volvió con mi teléfono y me lo entregó de mala gana.

Me fui con ella sin mirar hacia atrás aguantando las lágrimas y escuchando como mi corazón se iba rompiendo en mil pedazos.

–Sube —me ordenó Britt al verme parada frente la puerta del copiloto pensativa. Suspiró pesadamente al no prestarle atención y chasqueo la lengua con fastidió antes de entrar en el coche.

Asentí y subí tras ella. El coche parecía de esos que usaban para las carreras por como rugía el motor y por los arreglos interiores: asientos de cuero, volante y cambio de velocidad del mismo estilo que los asientos, pero en color rojo y los cristales tintados.

Poco a poco fue aumentando la velocidad, hasta que los árboles pasaban tan rápido que apenas podía verlos. Me agarré del asiento con las uñas clavadas y contuve la respiración cada vez que entraba en una curva. Esa mujer estaba loca, pero por la maestría con la que conducía me pude llegar a tranquilizar al cabo de un rato.

–¿De qué conoces a Jael? —le pregunté curiosa.

–No me gustan las preguntas. —me respondió cortante. Me miró unos segundos y prosiguió— Ese cabrón te ha dejado jodida ¿Verdad?

Si abría la boca rompería a llorar, así que preferí quedarme callada y asentir levemente. No sabía hacia dónde nos dirigíamos, pero tampoco tenía ganas de preguntar y sacar alguna conversación donde lo más seguro acabaría por confesarle mis destrozados sentimientos. Aminoró la velocidad hasta detenerse frente a una casa con un jardín. Aparcó, abrió una verja y caminamos hacia una puerta lateral donde estaba la cocina. El olor a carne a la brasa inundó mis fosas nasales. Me sorprendió ver a Aiden con un pantalón de chándal, una camiseta de tirantes cortando verduras en una tabla de madera.

–Tenemos visita —anunció ella acercándose a él.

Aiden se limpió las manos en un trapo y se dio la vuelta para saludarla con un cálido beso en los labios. Las facciones de ella se suavizaron en el momento que sus miradas se cruzaron. Por un instante me imaginé que esa pareja éramos Jael y yo.

–Hola Samy bienvenida —me saludó Aiden sonriendo— después de comer hay algunas cosas que quisiera comentarte.

Ella gesticuló con la cabeza para que la siguiera y me llevó hasta un salón. Se sentó en un sillón y me invitó a que hiciera lo mismo.

–¿Qué hago aquí exactamente? —le pregunté directamente. Me miró con cara de ¿Enserio me estás preguntando?— sé que no te gustan las preguntas, pero estoy cansada de tantos secretos.

–Necesitamos unas carpetas que tienen tus padres —intervino Aiden acercándose a nosotras— hay información muy importante que nos podría ayudar.

Juego Peligroso (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora