Se giró para irse, sin embargo, se quedó con la mano en el pomo de la puerta y sin moverse. Comenzaba a sentir como el frío se colaba a través de las plantas de los pies y la piel se me erizaba. Esperé de brazos cruzados a que se fuera para poder irme con los demás.
Su presencia me ponía nerviosa y más después de haberle insultado sin tapujos.De repente se dio la vuelta, me miró con las facciones endurecidas, dio un par de zancadas y se paró frente a mí, sin previo aviso me agarró de la cara y me besó de forma salvaje. Al principio me resistí girándosela, lo cual hizo que me inmovilizara la cabeza con las dos manos y besara con más ímpetu. Me gustó la destreza con la que movía sus labios sobre los míos y como sus dedos acariciaban mis mejillas con delicadeza. Era tan brusco y tan tierno que no me pude resistir en seguirle.
Un gruñido salió desde el fondo de su garganta cuando nuestras lenguas se encontraron, empezando así una guerra sin control. Como si estuviese hechizada, pasé mis brazos por encima de sus hombros dejándome llevar por esa locura que me estaba contagiando. Caminamos hacia atrás sin romper el beso, hasta que sentí mi espalda chocar contra los azulejos. En ese instante reaccioné y me di cuenta que había caído en su juego. Quiso demostrarme que podía hacer lo que le diera la gana conmigo y le acababa de dar la razón.
Le empujé y le dí un bofetón que resonó por todo el vestuario. Sin pensar salí de allí corriendo, antes de darle tiempo a reaccionar y tener represalias por lo que le acababa de hacer.
Llegué a la piscina con la respiración entrecortada y el corazón acelerado. Recogí el vestido del suelo con las manos temblorosas y me lo puse, sin dejar de darle vueltas a lo que había pasado minutos atrás.–¡Samy! —al escuchar la voz de Steve levanté la cabeza y lo vi que estaba saliendo de la piscina— ¿Estás bien?
No, no estaba bien. Pero no podía explicarle lo sucedido en el vestuario. A pesar de que el orangután mal vestido era un tipo peligroso se notaba que Steve no le temía y eso equivalía a desatar una pelea entre los dos. Aparte, otra cosa que me dejó pensativa, fue cuando me tenía aprisionada contra las taquillas. Una pequeña marca que tenía debajo del ojo, casi imperceptible, pero que estaba convencida que ya la había visto antes.
–Sí, estoy bien —le respondí con una pequeña sonrisa— llévame a casa, por favor.
Asintió despacio entrecerrando los ojos y con eso me dio a entender que no había creído la contestación que le había dado. La verdad que siempre había logrado ocultar muy bien mis emociones ante los que me rodeaban, pero al parecer para Steve era un libro abierto.
No nos despedimos de Vega y compañía, porque éramos conscientes de que no nos dejarían marchar, así que decidimos irnos sigilosamente. Al salir por la puerta que habíamos entrado con anterioridad, hacía un frío terrible y más cuando los dos íbamos con la ropa mojada, aún así para Steve no fue difícil subir por la valla de nuevo ya que tenía mucha agilidad, en cambio para mí fue muy complicado porque cada vez que lo intentaba me resbalaba. Al ver los problemas que tenía, con una sonrisa burlona, él alargó la mano y me ayudó a subir. De un salto bajó y acto seguido me sujetó de la piernas para que fuera descendiendo despacio, hasta que sus brazos rodearon mi cintura y mis pies tocaron el suelo.
Me dejó confundida el hecho de que no me soltara de inmediato, sino que tardará varios segundos en hacerlo. Era la segunda vez que parecía que quisiera decirme algo y no se atreviera. Deseaba escucharle decir que yo le gustaba y que estaba equivocada con respecto a Vega, sin embargo, se quedó callado y nos fuimos sin más al coche. No volvió a dirigirme la palabra en todo el trayecto a casa y eso me enfadó. Estaba cansada de esos cambios tan repentinos. Un día me hablaba con confianza y al rato me trataba como una simple desconocida.–¡Para el coche! —le exigí, poco antes de llegar a la calle donde estaba situada mi casa.
Estacionó a un lado de la carretera como le pedí y me miró con una ceja alzada al escuchar mi tono enfadado.
–¿Qué te pasa? —preguntó apagando el motor.
Antes de poder preguntarle a qué se debía su comportamiento, su teléfono comenzó a sonar y pude divisar el nombre de Vega en la pantalla. Se llevó el auricular a la oreja y habló un cuarto de hora sin dejar de sonreír. En ese momento me di cuenta de que quizás él se había puesto así por haberle pedido que me llevara a casa perdiendo así, la oportunidad de arreglar las cosas con ella. No sé qué clase de sentimiento crecía en mi interior, pero sí sabía que era algo fuerte por la manera que mi pecho se oprimió al verle tan animado y no precisamente por mí. Al colgar me hizo un ademán con la mano para que hablara.
–Estaba un poco mareada, eso es todo. —zanjé el tema parpadeando para evitar que se me escapara alguna lágrima.
–¿Estás segura? —inquirió no muy convencido.
Afirmé y arrancó de nuevo. Tardamos un par de minutos en llegar al garaje y aparcar. Me fuí a mi habitación sin despedirme. Me tumbe en la cama y cerré los ojos quedándome completamente dormida.
Unos golpecitos en la puerta me despertaron.
–Samy necesito hablar contigo —la voz preocupada de Tessa me despejó de golpe.
Al levantarme para abrir el pestillo, noté como si la cabeza me fuese a estallar.
–Nana, necesito algo para el dolor, por favor. —le rogué mientras me volvía a meter en la cama.
Al no recibir ninguna respuesta por su parte, la miré y estaba con los brazos en jarras. Eso solo significaba una cosa "Estaba disgustada" repasé todo lo que había hecho y no encontraba ni un solo motivo para que se pusiera así.
–¿Qué está pasando contigo muchacha? —habló con tono decepcionado— ¿Por qué no me has contado que estás recibiendo amenazas?
No me podía creer que Steve se lo hubiese contado. Entendía que fuera su tía, pero si había llegado a sus oídos no tardaría en llegar a los de mis padres y eso no me gustaba en absoluto. Sería tener que ir con guardaespaldas todo el tiempo y perder mi libertad.
–No sé de qué estás hablando —negué levantando los hombros restándole importancia.
Se paseó de arriba abajo por mi habitación con las manos en la espalda y refunfuñando cosas que no lograba a entender, pero estaba segura que eran maldiciones hacia mí.
–¿Así que no sabes de qué estoy hablando? —chasqueó la lengua y paró de caminar— pues eso explicaselo al policía que te está esperando en el salón.
Se fue sin ni siquiera mirarme y supe de inmediato que no me perdonaría fácilmente. De pronto abrí los ojos de par en par, cuando me percaté de que había dicho la palabra ¿Policía? ¿Cómo lo han sabido? ¿Tan peligrosos son las personas que me están acechando? Son algunas de las preguntas que rondaban por mi mente sin descanso. Con los nervios a flor de piel, me puse un vaquero y unas deportivas para bajar lo antes posible y averiguarlo.
Al bajar al salón había un chico de pelo castaño muy atractivo de ojos marrones y con uniforme de policía. Al parecer estaba hablando con mi padre de mí, porque al verme se quedaron callados.
–Hola hija siéntate por favor. —la preocupación en su voz era notoria y la curiosidad por saber que quería creció considerablemente.
Me acerqué y me senté en el sillón que quedaba frente a ellos dos. Era incómodo sentir la mirada de mi padre y la de ese policía. Puse las manos nerviosa en mi regazo y esperé a que alguno de los dos dijera algo, antes de levantarme y salir corriendo.
–Hola Samy, como te habrán dicho he venido para hablar contigo —me explicó él dulcemente— mi nombre es Aiden y he venido a ayudarte.
Dedicado a;
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Juego Peligroso (Pausada)
Teen FictionSamy es una chica que siempre lo ha tenido todo. Sus padres deciden darle una pequeña lección para que aprenda a valorar lo que tiene. Un cambio radical en su vida que la hará entrar en un juego peligroso y nuevo para ella. ¿Será capaz de soportar...