Me acerqué a ellos insegura y sintiendo como las manos me sudaban con cada paso que daba. La sensación de que varias personas me miraran, como si me estuviesen juzgando era horrible.
Aunque mi familia fuera adinerada, no me consideraba una chica prepotente ni que despreciara a los demás por lo que tuvieran. Eso es algo que mis padres me inculcaron desde muy pequeña. Reconozco que siempre me he codeado con lo mejor de la sociedad y que mis modales eran muy distintos, pero jamás he sido clasista y trataba a todo el mundo por igual. En cambio la gente sí me trataba diferente, al saber mi apellido y es algo que me indignaba bastante.–Ellos son Dylan, Mark, Lea y yo Vega. —me presentó. Entre tanto, ellos me saludaban con un gesto de cabeza.
–Encantada. —respondí con una sonrisa.
–Siéntate con nosotros. —me invitó Vega con amabilidad.
No me dio ni tiempo de responder, cuando escuche un voz imponente y varonil.
–¿Qué hace esta aquí? —escupió con tono molesto— Deja de hacer experimentos y mándala con los suyos.
Me di la vuelta y le reconocí al instante. Era el chico que casi me tiró al suelo en el pasillo. La ira que desprendía al mirarme era aterradora y eso no lo llegaba a entender. Es decir, no me conocía de nada y parecía que estuviese frente a su peor enemigo.
–Y él es Jael. —añadió ella entrecerrando los ojos— Es un poco gruñón, pero es buen tío.
Físicamente era alto y cuerpo atlético, pelo oscuro y despeinado, ojos negros como la noche y tan intensos que parecía que supiera lo que estabas pensando en todo momento. En definitiva era muy guapo, pero se le notaba que era de los típicos tíos que iban de malotes. De esos que parecía que llevarán un cartelito en la frente que dijera. "Mírame y te mato"
¿Un poco gruñón? se notaba que era más que eso. Pensé mientras me mordía el labio con fuerza, aguantándome las ganas de decirle cuatro verdades.
–Será mejor que me vaya. —anuncié con resignación al no tener ganas de rebatir.
Me alejé de allí a pasos rápidos sin mirar atrás. Escuché cómo Vega me llamó varias veces, pero sabía que si me daba la vuelta no me callaría y quería evitar problemas.
Miré el reloj y mi humor mejoró, al ver que nada más faltaba una clase para irme a casa y no volver hasta el lunes. Con el libro pegado en el pecho me senté en la última fila, con el objetivo de pasar desapercibida y no sentir las miradas curiosas de mis compañeros. La asignatura que nos tocaba era mi favorita. "Psicología" Aunque mi madre quiso que siguiera sus pasos, era una rama que nunca me había llamado la atención, en cambio la mente humana y el comportamiento era algo fascinante y misterioso.
Comenzó la lección y yo me mantuve atenta a todo lo que decía y sin perder detalle. Unos golpes en la puerta, hizo que la profesora parará de hablar y mientras ella la abría, yo seguía apuntando todo lo que había escrito en la pizarra.
–Señor Mayer, espero que traiga los partes de ausencia. —oí como decía con suavidad— si no, la próxima vez no le dejaré entrar.
Concentrada, repasaba con tranquilidad para asegurarme de que estaba todo correcto, sin prestar atención a lo que me rodeaba. Los susurros de varias chicas hicieron que levantara la cabeza con curiosidad para saber que era lo que las tenía tan alteradas.
Y ahí estaba "Jael"
Venía con pasos furiosos hacía los pupitres donde estaba yo, hasta que se dio cuenta de mí presencia.
Paró en seco y soltó maldiciones en voz baja con los dientes apretados. Apenas pude entender lo que decía, pero si estaba segura que se refería a mí.
Sé sentó al lado de un chico, el cual se le quedó la cara como si hubiese visto a Hitler, ya que se puso firme y blanco como la pared.Con eso confirmé dos cosas. La primera, era que había mucha gente que le temía y la segunda... que a partir de ese momento dejaba de ser mi clase favorita.
El tiempo transcurrió más lento de lo normal, al saber que apenas nos separaba un pasillo. Si giraba la cabeza le podía verle de perfil. Lo que significaba que si cruzaba una mirada con él y me decía algo podría desatar una discusión. Y no estaba dispuesta a dejar que otra vez me volviera a tratar mal y menos sin ningún motivo, así que me mantuve quieta como una estatua, hasta que sonó la campana.
Salí de clase a toda prisa y no dejé de caminar hasta llegar a la salida.
Me paré de golpe en la puerta al ver la tormenta que se había formado. Apenas hacía unas horas hacía un sol precioso. Llamé a Steve y me dijo que estaba en el parking esperándome, ya que debido a la lluvia la parte de delante estaba colapsada. Conté hasta tres y empecé a correr como si no hubiese un mañana, sintiendo como el pelo se me pegaba en la cara y la ropa se me empapaba.
Cuando estaba a punto de llegar, escuché el rugido de una moto venir a toda velocidad y sin darme tiempo a reaccionar, me rozó con el manillar y me tiró al suelo.
Me levanté con la ayuda de Steve y supe quién era al ver de nuevo su chaqueta.Entendí que no importaba cuánto le ignorara, él iba a por mí y ese fue su manera de darme el mensaje.
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Juego Peligroso (Pausada)
Teen FictionSamy es una chica que siempre lo ha tenido todo. Sus padres deciden darle una pequeña lección para que aprenda a valorar lo que tiene. Un cambio radical en su vida que la hará entrar en un juego peligroso y nuevo para ella. ¿Será capaz de soportar...