Diario Capítulo-30

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Estaba convencida que era él y no quería perder la oportunidad de asegurarme, así que aproveché que Jael estaba distraído hablando por teléfono y la abuela ordenándole tareas a la cocinera para salir sigilosamente de la cocina. Busqué por todas las habitaciones que veía a mi paso sin dejarme ni una. Tenía que darme prisa antes que notaran mi ausencia, pero no lo hallaba por ninguna parte. Ya solo me quedaba por buscarle por el piso de arriba. Sentía como mi corazón latía con fuerza con cada peldaño que iba subiendo. No sabía cómo preguntarle si era el mismo que desapareció de la noche a la mañana siendo un niño. En el caso que lo fuese ¿Qué le iba a decir? ¿Y si no lo era? quedaría como una estúpida de nuevo. Me planteé en dar la vuelta y volver, antes de meterme en problemas, pero su voz me detuvo.

–¿No me digas qué te has vuelto a perder? —levanté la cabeza y lo vi al principio de las escaleras sonriente.

Suspiré profundamente intentando calmar los nervios y cerré los ojos con fuerza. Conté hasta tres mentalmente antes de abrir la boca.

–¿Eres tú verdad? —le pregunté directamente sin atreverme a mirarle. Rezaba para que me dijera que sí y al menos habría valido la pena el riesgo que había tomado al pasearme por una casa ajena sin permiso.

–Claro que soy yo, Samy —escuché el ruido de sus pisadas mientras iba bajando y se detenía cerca de mí. 

Tanto esperé en volver a saber de él que parecía que estuviese en un sueño. Teníamos tantas cosas de las que hablar y también hacerle saber lo enfadada que estuve durante mucho tiempo por irse sin despedirse de mí. Abrí los ojos lentamente y antes de poder reaccionar me estrechó entre sus brazos.

–No digas nada por favor —me rogó en un susurro— ya tendremos tiempo de hablar, pero no aquí ¿De acuerdo?

Asentí con la mejilla en su pecho debido a la diferencia de altura y sin pensármelo dos veces le devolví el abrazo. A pesar de los años y que había cambiado tanto físicamente, para mí seguía siendo una de las personas más importantes de mi vida. Su pecho vibró suavemente al aferrarme a él como si en cualquier momento se fuera a desvanecer. Poco duró la alegría, ya que Jael me apartó de él con brusquedad y me arrastró hacia fuera de la casa. Veía como la silueta de Eros y la de su abuela agarrándole del brazo, desparecían acompañado de sus gritos desesperados para que me soltara.

–¡Te prohíbo que te vuelvas a acercar a mi hermano! —escupió con rabia presionando la muñeca hasta el punto de hacerme daño— ha sido mala idea traerte aquí —prosiguió pensando en alto y pellizcándose el puente de la nariz.  

¿Su hermano? ¡Eso era imposible! Mi familia conocía a la suya y por lo que tenía entendido, su madre murió y fue por ese motivo que tuvo que vivir con su padre y apuntarse a nuestro colegio. Me negaba a creer que una persona como Eros, tuviese lazos sanguíneos con un demonio como el que tenía frente a mí, al cual no le importaba en absoluto lastimar a quien fuera con tal de salirse con la suya. Se pasó la mano por el pelo ¿Nervioso? y fue aflojando hasta soltarme. De repente la melodía de su teléfono comenzó a sonar y tras una gesto de advertencia con la mano para que no me moviera, se alejó hasta doblar la esquina. Tenía la opción de volver a entrar y verle o averiguar lo que se traía entre manos. A hurtadillas me acerqué y lo visualice discutiendo acaloradamente con alguien. Tragué en seco y me oculté detrás de la pared.

–Ya lo sé. La he jodido, pero no sabía que estaría en casa —suspiró pesadamente y negó con la cabeza— Ya me estoy cansando de esta mierda y sabes que la paciencia no es mi fuerte, así que mueve ficha de una puta vez y acaba con esto, porque si no, lo haré yo a mi manera y no te gustará. 

Cuando colgó volví a donde estábamos, para que no me pillara espiándole. Me senté en un escalón para disimular. Al cabo de varios minutos apareció montado en la moto y con el casco puesto. Sin pronunciar palabra me entregó el otro y mientras me lo abrochaba, miré hacia la ventana buscando a Eros. Sonreí al ver su silueta a través del cristal y como se despedía de mí con la mano.

Juego Peligroso (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora