Su acusación era inverosímil. La única vez que maté a un ser vivo, fue a los ocho años cuando metí una mariquita en una caja y me olvidé de alimentarla. Me pasé una semana entera llorando por eso. Miré su cara detenidamente buscando algo que me dijera que era mentira y que era una manera de desquitarse por haberle llamado cobarde, pero no. La forma en que mantenía la mandíbula apretada y sus ojos cargados de rabia me indicaban que realmente estaba hablando enserio.
–¿Qué? —apenas pude pronunciar esa simple palabra cargada de sorpresa e incredulidad.
Le tenía tan cerca que podía sentir como su respiración acariciaba mis labios y por alguna extraña razón eso me inquietaba.
–Todo acto tiene su consecuencia —habló ignorando mi torpe respuesta— y tarde o temprano me las pagarás.
No sabía si me dolía más la forma tan despectiva de hablarme o el hecho que me tuviese estampada contra una pared y mi pelo enredado entre sus dedos tirandolo con fiereza. Por unos instantes volví a ser esa chica insegura de si misma que no era capaz de enfrentarse sin llevar dos copas de más. Tenía la sensación que él esperaba que me defendiera por cómo examinaba mis expresiones y por mucho que abría la boca para hacerlo no sabía qué decir. Estaba en blanco.
Jael cerró los ojos momentáneamente y se mordió el labio inferior con pesar. Por su actitud comprendí que acababa de corroborar sus acusaciones. Negó lentamente con la cabeza y me soltó bruscamente. Se dirigió a la puerta y se fue dando un portazo que resonó por toda la casa. Afligida, me deslicé por la pared hasta quedar sentada en el suelo, sin poder contener más esas lágrimas que llevaba tanto rato aguantando.
–Cariño ¿Estás bien? —tan absorta estaba en mis pensamientos que ni siquiera me percaté de la llegada de Mari Luz— me ayudó a ponerme en pie y pasó su brazo por detrás de mi cintura como si tuviera miedo que fuera a desfallecer. Me sentó en el sofá y solo cuando sentí sus cálidos dedos en mi barbilla, alcé la mirada— ese muchacho que acabo de ver salir de aquí ¿Te ha hecho algo?
Como explicarle a la mujer que tenía frente a mí, todo lo que me estaba sucediendo sin parecer una paranoica. Mi vida se había convertido en una película de la cual no sabía si el género era de acción o de terror. En poco tiempo había pasado de ser una víctima a ser la villana y seguía sin comprender el porqué.
–Es...algo... complicado —la garganta seca y el ánimo decaído dificultaban que pudiera hablar con fluidez.
–La vida es como un puzzle ¿Lo sabías? —me puso un mechón detrás de oreja suavemente mientras me hablaba con dulzura— algunas piezas cuestan más que otras en encajar, pero lo lograrás con paciencia y perseverancia —lo que más me gustaba de ella, era su sabiduría y que sabía escoger las palabras exactas para hacerme ver las cosas con diferente perspectiva.
Esa frase fue el click que necesitaba para comenzar a analizar las cosas que había pasado por alto. Por un lado estaba la carpeta en el portátil de mi madre con el nombre de Eros y por el otro, los recortes del periódico en la habitación de mi hermano con las iniciales E. M. ¿Coincidencia? Tenía que averiguarlo.
–¿Puedes llamar a mi hermano para que venga a buscarme por favor? —con el dorso de la mano me sequé las lágrimas y me puse en pie bajo su atenta mirada— voy a encajar esas piezas cueste lo que cueste.
Asintió con una sonrisa, marcó el teléfono de Ian y tras hablar unos minutos con él y decirle que estaba con ella en la cabaña, colgó.
–Estaba histérico porque desapareciste de la fiesta —comentó Mari Luz con el ceño fruncido— no sé en que estás metida y no espero que me lo cuentes, pero déjame darte un pequeño consejo —palmeó el sitio donde anteriormente estaba sentada. Esperó a que me volviera a sentar y se quedó en silencio varios segundos— Tu amigo, pude ver en sus ojos el resentimiento que alberga y no me gustó. Ten cuidado, no es bueno.
Ella tenía razón. Yo había sido testigo en primera persona de el odio que él sentía hacia mí. Lo más sensato hubiese sido alejarme y dejar que las aguas volvieran a su cauce, sin embargo, mi cabezonería y mi orgullo me lo impedían. No podía dejar que mi imagen, la cual había mantenido intachable durante toda mi vida, quedara empañada por un malentendido al que yo misma, inconscientemente, había dejado trascender.
–Gracias por los consejos y preocuparte tanto por mí. —le agarré de la mano como acto de agradecimiento y le sonreí.
El ruido de un frenazo nos interrumpió. No nos dio tiempo ni de levantarnos cuando Ian ya estaba entrando por la puerta como un toro bravo. Primero miró a Mari Luz y luego a mí.
–¿Te das cuenta de lo preocupados que estábamos? —mientras hablaba con rapidez, no dejaba de pasarse las manos por la cara— más vale que tengas una buena explicación, porque de esta no te libras Samanta —prosiguió puntualizando cada palabra.
Me encontraba en una encrucijada. Decirle la verdad y desatar un enfrentamiento entre Ian y Jael o mentirle con alguna excusa y librarme de tener que soportar sus caras de decepción.
–Estaba conmigo —soltó de repente ella dejándome totalmente atónita— me encontraba mal y vino para ayudarme —era increíble la convicción que tenía para dar explicaciones. Si no fuese porque sabía que no era cierto, hasta yo me hubiese creído esa historia— ha sido culpa mía y os pido una disculpa.
Agachó la cabeza avergonzada siguiendo el teatro. No pude evitar quedarme con la boca abierta contemplando la escena. La miró y luego su mirada se posó en mí.
–Bueno, si estaba mal es comprensible que te hayas ido, pero por favor a la próxima avísanos —suspiró profundamente antes de proseguir— vámonos antes que nuestros padres llamen a la policía.
El trayecto hasta casa lo hicimos en completo silencio. Por la manera como mi hermano mantenía los labios apretados y la mirada perdida, solo significaba una cosa. Había algo que me ocultaba. En otra ocasión le hubiese interrogado hasta sonsacárselo, pero mi mente estaba demasiado colapsada intentando comprender las últimas palabras de Mari Luz antes de marcharnos.
"Flashback"
–Ten cuidado dónde buscas las respuestas —me susurró en el oído mientras me abrazaba — no siempre las piezas pertenecen al mismo puzzle.
"Fin del Flashback"
Después de aparcar en el garaje, se bajó y se fue antes de que yo pudiese poner un pie fuera del coche. Transcurrieron varios minutos antes de bajarme e irme a mi habitación con cuidado de que nadie me viera. Estaba convencida que Ian se había encargado de que nuestros padres no se hubiesen enterado de lo que había pasado, pero por si acaso preferí no arriesgarme.
Al entrar, la ventana estaba abierta de par en par y las cortinas se movían al compás del viento. La cerré y me dirigí al baño frotándome los brazos por el frío. Necesitaba entrar en calor, así que me deshice de la ropa y me metí en la ducha. Al terminar me enrolle una toalla en la cabeza y otra en el cuerpo. Salí con la intención de buscar el pijama, pero la luz estaba apagada. A pasos sigilosos la volví a encender y al comprobar que no había nadie solté todo el aire en un largo suspiro. Pensé que el cansancio y el estrés me estaban pasando factura y lo más seguro era que yo la habría apagado sin darme cuenta. Busqué en los cajones la ropa para cambiarme. De repente escuché un click y todo estaba oscuro de nuevo. Me di la vuelta y vi una silueta cerca del interruptor. Comenzó a caminar en mi dirección sin vacilar y se detuvo frente a mí. A pesar de la escasa luz que entraba por la ventana, pude distinguir de quién se trataba.
–¿Qué haces aquí? —le pregunté con la voz entrecortada.
–Ya lo sabes —me respondió tajante.
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Juego Peligroso (Pausada)
Teen FictionSamy es una chica que siempre lo ha tenido todo. Sus padres deciden darle una pequeña lección para que aprenda a valorar lo que tiene. Un cambio radical en su vida que la hará entrar en un juego peligroso y nuevo para ella. ¿Será capaz de soportar...