Llegué a casa muerta de frío a pesar que Steve puso la calefacción a tope. Subí las escaleras corriendo, para evitar encontrarme con mis padres o mi hermano y tener que dar explicaciones de lo ocurrido.
Me sentía humillada, con mucha rabia y con la impotencia de no saber que tenía contra mí y es algo que me carcomía por dentro.Me desprendí de la ropa y me di un baño con espuma. Lo que más me gustaba era leer y escuchar música después de un día estresante y justo era lo que necesitaba. No me di ni cuenta cuanto tiempo pasó, cuando escuche golpes en la puerta. Me enrollé en una toalla y fui a abrirla.
–¿Estás bien? —preguntó mi hermano preocupado— Unos amigos, vieron como un tío con una moto te tiró al suelo.
–Sí, tranquilo. —le respondí levantando los hombros restándole importancia— Fue un accidente.
Mi hermano Ian era dos años mayor que yo y la oveja descarriada de la familia. Siempre se metía en problemas por las malas compañías que tenía y por lo mujeriego que era. Él tenía los ojos grises y el pelo castaño oscuro, cuerpo de gimnasio y más alto que un pino.
Se cruzó de brazos y me miró en plan. "No te creo nada baby" y negó con la cabeza dándose por vencido, porque ya sabía que yo era terca como una mula y no me sonsacaría nada.
–He oído que tus amigos los pijitos van a ir a una fiesta. —prosiguió con una mueca de disgusto— Ten cuidado, porque se están metiendo donde no deben.
Antes de poder preguntarle a que se refería, la voz de mi madre llamándole nos interrumpió y como siempre se fue dejándome con la duda.
Miré por la ventana y la lluvia había cedido, así que me puse un vestido negro corto y unos tacones de infarto. Bajé a la cocina y me encontré a Steve tomándose un café y vestido con ropa de deporte.–Necesito que me lleves por favor. —le pedí amablemente.
–Si señorita, voy a cambiarme. —me informó saliendo disparado hacia su habitación.
Diez minutos más tarde, salió con el uniforme puesto y nos subimos al coche. Antes de arrancar, recibí un whatsapp de mis amigos diciendo de reunirnos en la fiesta directamente y me pasaron la ubicación del lugar.
–¿Está segura de ir allí? —me preguntó de golpe con el ceño fruncido, al enseñarle la dirección— Sé que no es asunto mío, pero no es sitio para usted.
Me sorprendió al escucharle, porque nunca hablaba más de lo necesario y realmente se le veía preocupado, pero jamás había soportado que se metieran en mi vida y menos que opinaran lo que debía o no de hacer.
–Sé lo que hago. —le respondí tajante.
A raíz de mi contestación, se mantuvo callado durante todo el trayecto y agradecí que no intentará hacerme cambiar de opinión. Condujo por un barrio donde había gente durmiendo en cartones y chicas en las esquinas vendiendo su cuerpo. En ese instante me asusté y hasta llegué a pensar que quizás él tenía razón en que no era buena idea, pero la curiosidad de saber cómo era la fiesta pudo con mi miedo.
Aparcó delante de la puerta y me quedé varios segundos observando, desde la fachada llena de graffitis hasta gente borracha gritando por la calle.
Respiré hondo armándome de valor y me despedí de él con un simple hasta luego.
–Si necesita algo llámeme. —fueron sus últimas palabras antes de cerrar la puerta e irse.
Me sentía estúpida esperando sola, en un barrio de la mala muerte y para colmo con un frío del copón. Miraba el reloj cada dos por tres y allí no aparecía nadie, así que decidida me acerqué al portero y le expliqué que teníamos reservada la zona Vip. Al principio me miró con expresión de burla, pero al hablar por teléfono, me dejó pasar y me indicó hacia donde tenía que ir. Entré y allí no cabía ni un alfiler. Me deslicé entre la marea de personas, pidiendo permiso. Cuando estaba a punto de llegar, cambiaron la canción a una más movida y la gente se enloqueció. Recibí pisotones, empujones y me manosearon hasta donde no tocaba el sol. Desesperada por salir lo antes posible, comencé a dar codazos y así logré llegar a las escaleras.
La parte de arriba era muy diferente a la de abajo. Desde la barandilla podías observar toda la discoteca. Había una barra con un barman para nosotros y una pequeña pista donde poder bailar. Me senté en el sofá y me pedí un ron con cola mientras los esperaba.
Llegaron, cuando ya iba por el tercer cubata y el alcohol ya estaba recorriendo por mi sistema.
–¡Samy! —escuché la voz Karen llamándome.
Me levanté tambaleándome y nos dimos un abrazo, como si hiciera años que no nos veíamos.
Karen era mi mejor amiga. Una chica de portada de revista. Pelirroja de ojos azules y piernas kilométricas. Trabajaba como modelo en una agencia muy prestigiosa y estudiaba con una beca en la universidad donde iba anteriormente.
Se notaba por su manera de hablar que al igual que yo, llevaba unas copas de más y era normal cuando acababan de llegar de la cena que habían organizado por el aniversario de la universidad.
Saludé a los demás y nos sentamos para ponernos al día de todo lo que nos había pasado entre anécdotas y risas.Una hora después, ya estábamos bailando como locos.
Las ganas de ir al aseo se hicieron intensas, así que busqué a Karen para pedirle que me acompañará, pero al verla muy acaramelada con un chico, decidí preguntarle al barman.Me quité los tacones y baje las escaleras despacio, sintiendo como todo me daba vueltas. La cola que había para entrar en el baño de mujeres era larga y no podía aguantar más, así que, sin pensar entré en el de los hombres. Asomé la cabeza y al no ver a nadie me metí en el primer cubículo que vi. Al terminar salí y me moje un poco la nuca para aliviar el mareo que tenía encima.
Me dí la vuelta para irme, pero me quedé pasmada al ver a una pareja besándose apasionadamente. Y caí en cuenta al momento de quien era el chico, por su maldita chaqueta. "Jael"
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Juego Peligroso (Pausada)
Teen FictionSamy es una chica que siempre lo ha tenido todo. Sus padres deciden darle una pequeña lección para que aprenda a valorar lo que tiene. Un cambio radical en su vida que la hará entrar en un juego peligroso y nuevo para ella. ¿Será capaz de soportar...