Diario Capítulo- 45

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Le seguí a través del gimnasio observando como chicos y chicas de distintas edades se ejercitaban frente a un enorme espejo que cubría casi toda la pared. Algunos estaban corriendo en una cinta o pedaleando en unas bicicletas estáticas y otros levantaban pesas en una máquina.

Llegamos a una puerta metálica y al entrar me di cuenta de que era otra sala con varios sacos de boxeo que quedaban a la derecha y unos tres un rings a la parte izquierda, en los cuales varios hombres con la cabeza cubierta y guantes estaban practicando.

–Gabriel, si doblas así la muñeca te la puedes fracturar —le aconsejó Kevin a un muchacho que golpeaba un saco mientras otro lo sujetaba— y recuerda que lo más importante es controlar la respiración para no cansarte.

– Gracias, lo tendré en cuenta —le respondió este con la voz entrecortada limpiándose el sudor con una toalla.

Dicho eso, Kevin siguió caminando hacia unas escaleras situadas al fondo. Me percaté que cojeaba un poco al apoyar la pierna, pero en ningún momento le escuché quejarse y eso me extrañó ya que, aunque intentaba disimular el dolor, se le notaba.
Subimos al piso de arriba y lo primero que visualicé, fue su melena rubia recogida en una trenza de raíz. Era sorprendente la maestría con la que se movía de un lado a otro mientras golpeaba velozmente una y otra vez un saco mucho más grande que los que había visto anteriormente en la parte de abajo.

– ¿Os vais a quedar ahí todo el día? —comentó Britt sin dejar de repartir puñetazos y patadas.

– En tu condición no puedes hacer tantos esfuerzos y lo sabes —le regaño su hermano negando con la cabeza.

Ella se giró y podría jurar que era la mirada más aterradora que jamás había visto. Si algo tenía claro era que, si las miradas mataran, él ya estaría muerto y enterrado.

–Ya te ha ido con el cuento ¿Verdad? —inquirió ella con los dientes apretados— ¡Joder! el puto niñato no puede mantener la puta boca cerrada.

–No debe de ser fácil para ti todo esto, pero tienes que asimilarlo —la interrumpió él ignorando su último comentario. No tenía ni idea a lo que se referían hasta que ella sin darse cuenta se puso la mano en la barriga y cerró los ojos. Acto seguido, él comenzó a acercarse lentamente como quien se acerca a un animal acorralado a punto de atacar— todo saldrá bien, confía en mí.

Me sentí realmente mal al verla tan afectada con esa noticia, con la cual la mayoría de mujeres estarían saltando de la alegría, sin embargo, para Britt más parecía más una maldición que una bendición.
Pensé que era conveniente irme de allí al no ser el momento más oportuno para hablar del USB, ni de comentarle sobre la amenaza de Samael. La esperanza de obtener respuestas se iba apagando lentamente y eso me estaba empezando a desesperar, pero no estaba dispuesta a darme por vencida.

–¡Espera! —escuché la voz de Britt llamándome. Giré encima de mis talones y la vi bajando a paso ligero. Creí que se detendría, pero tan solo paso de largo— vamos, nos están esperando —prosiguió sin ni siquiera mirarme.

Aun no habíamos ni llegado a la salida y ya estaba con la lengua fuera. El motivo era porque mis pasos eran lentos, pequeños y elegantes, en cambio los suyos largos, furiosos y rápidos. En pocas palabras, seguir a esa mujer era como hacer una maratón en cuestión de minutos.

–¿Dónde vamos? —le pregunté jadeante mientras intentaba seguirle el paso con todas las miradas puestas en nosotras.

–No preguntes —agregó saliendo al exterior del gimnasio.

Caminamos hasta la parte de atrás del edificio donde había un coche de color rojo mal pintado, viejo y destartalado aparcado. Para mi sorpresa ella paró al lado y sacó la llave.

Juego Peligroso (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora