❈•≪26. Lo quiero todo≫•❈

6.8K 580 611
                                    

Hongjoong bostezó y con pesadez, abrió sus ojos, parpadeó varias veces hasta que se acostumbró a la sutil luz de su entorno. Quiso levantarse, pues le urgía usar el baño, pero un increíblemente sofocante e inerte peso sobre él, se lo prohibió.

Arrugó su ceño y obligó a su cerebro a despertar y ponerse en marcha, así fuera muy temprano por la mañana y no quisiera, obligó a que sus manecillas comenzaran a circular y obligó a sus engranes a girar, lentos pero eficientes.

Y así fue que notó qué, o quién mejor dicho, le prohibía el levantarse. Mingi.

El menor no le estaba abrazando como en las películas que había visto, aferrándose a él con brazos y piernas, de manera dulce y agradable. No, por supuesto que no. Mingi y él no formaban parte de esas películas. Mucho menos de las románticas.

Su menor estaba, literalmente, sobre él.

Aplastando su diminuta silueta con su enorme cuerpo, su rostro estaba escondido en la curva de su cuello mientras que su pecho estaba sobre el suyo y sus caderas sobre las suyas, hasta sus piernas estaban sobre él.

Como si fuera algo en lo que alguien pudiera quedarse, cómodamente dormido. Como si su pecho no se estuviese oprimiendo, adolorido y como si sus pulmones no se estuviesen oxidando por la falta de oxigeno.

El cual no llegaba a ellos con propiedad.

Gruñendo y con excesivo esfuerzo, Hongjoong quitó a su menor de encima. Él tenía el sueño pesado pero el contrario..., ese chico era otra cosa, apenas y susurró un par de palabras al ser movido bruscamente.

Resopló y su cabeza meneó, tenía un ligero malestar en su parte trasera, pero nada serio, lo cual agradeció. Quizá el lubricante había sido el causante de ello y lo agradecía puesto a que... Rápidamente apartó aquellas ideas de su mente y se dirigió hacia el baño, no sin antes tomar la rosada remera del pelirrojo.

Le había gustado y quería ver qué tan grande quedaría en él, además, fue lo primero que encontró en suelo. Su blanca remera estaba muy lejos y algo sucia como para colocársela otra vez.

Una vez en el baño, entró en conflicto. Tenía que lavarse los dientes pero, por obvias razones, no tenía su cepillo consigo, por lo que, inevitablemente, tendría que usar el de su menor y la idea no le provocó más que asco.

Una cosa era besarse y otra muy diferente usar su cepillo de dientes, era algo personal. Individual.

Razón que le motivó a ejecutar la acción lo más rápido y descuidadamente posible, una vez acabó, lavó su rostro y, gracias al espejo ante él y al profundo corte que la rosa prenda tenía, percibió las violáceas marcas que yacían en su blanca piel.

Irregulares y notorias. Tardarían en irse, lo sabía.

No se mosqueó, al contrario, las observó y, muy en el fondo de su persona, se sintió orgulloso de portarlas, pero no lo reconocería ante nadie, nunca. No había necesidad.

—Mingi, Mingi, Mingi, Mingi, Mingi... ¡Mingi-yah!— exclamó como al susodicho sacudió, pero no obtuvo respuestas, frunció sus labios en un pequeño mohín y se cruzó de brazos, comenzando a golpetear el frío suelo con su desnudo pie—. ¿Cómo puedes no reaccionar?, idiota.

Resopló por segunda vez y fue en busca de su tejano, recordando que allí estaba su móvil y que la noche anterior, aquella prenda había sido lanzada por la habitación sin importancia alguna.

«Que no esté roto, que no esté roto, por favor, por favor, por favor».

Su frágil alma volvió a su cuerpo al notar que el aparato estaba intacto, sin rasguños o lesiones. Lo encendió, verificando si su madre le había llamado o mensajeado, pero no. No había nada en su pantalla de bloqueo, sólo la hora, fecha, temperatura y más cosas.

No me delates | [MinJoong +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora