❈•≪35. Me gustas≫•❈

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Acalorado y ligeramente adolorido, Hongjoong se removió sobre la blanda superficie en la que yacía y, tras parpadear varias veces; sus ojos abrió. Los entrecerró ante la sutil pero, aún así, molesta luz que se filtraba por entre las cerradas cortinas. El silencio como la soledad, le dieron un seco buenos días.

Tras estar unos pocos segundos viendo el techo sobre su persona, el pelinegro se enderezó, estiró sus brazos y, mientras pronunciaba ininteligibles palabras, se desperezó. Dejó caer sus extremidades una vez estuvo satisfecho.

La puerta frente a él y que conducía al baño, se abrió. Mingi apareció, su cabellera estaba húmeda, señal de que había tomado una ducha y su torso, seguía expuesto. Sin prenda alguna cubriéndolo. Dejando a la vista su dedicado trabajo y las marcas que él, orgullosamente, había plasmado la noche de ayer.

Irregulares, violáceas y duraderas. Todas ellas.

Estaba orgulloso.

—Hola.— dijo el pelirrojo, yendo, tranquilamente, hacia su persona—. Estaba por despertarte, debemos pasar por tu casa.

Hongjoong arrugó su ceño, no comprendiendo. El alto colocó sus grandes manos en sus hombros y sin que él se lo esperase, Song tomó asiento en su cubierto regazo.

Inmediatamente, ardió en un suave pero notorio rosa. Usualmente, solía ser al revés.

—¿Po-Por q-qué?— cuestionó en un bajo y estrangulado murmullo.

Mingi sonrió y ladeó su rostro—. Por tu uniforme, es jueves. Tenemos clases.

—Oh... cierto.— exclamó al ser consciente de ello—. ¿Qué hora son?

—Seis y cuarto.— informó con suavidad—. Tienes tiempo suficiente para ducharte y desayunar.

—Bien. Mmm... esto, ¿puedes levantarte?

El pelirrojo rió pero aún así asintió, luego de besar su frente con fugacidad, se levantó. Torpemente, Hongjoong apartó las sábanas y tras tomar su tejano, se dirigió al baño personal de su menor. Encerrándose en él con rapidez.

Un día de estos, estaba seguro, su corazón estallaría.

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Para cuando Kim se colocó su uniforme y su mochila sobre su hombro izquierdo, eran las siete. En punto. Salió de su casa sin más demoras, puesto a que, su madre, probablemente aún dormía. Una vez fuera y, con la fresca y otoñal brisa golpeando su blanco rostro, Mingi descruzó sus brazos y le sonrió. Labios apretados pero relajados.

—Te ves bien.— murmuró Song una vez se acercó a él.

Hongjoong rodó sus ojos, sintiéndose arder—. Llevo puesto el uniforme, no exageres.

—No lo hago.

—Cómo sea, andando.

El pelirrojo asintió y su brazo estiró, palma abierta. Al principio, el de oscuras hebras, no comprendió. Realmente le tomó 15 segundos descifrar qué significaba aquello, y para cuando lo hizo, su anterior ardor, regresó y acompañado de un notorio carmín. El cual se expandió por casi todo su rostro. Dándole un descanso a sus orejas.

Quería que le tomara de la mano.

Hongjoong podía ser un poco lento pero, no era torpe. Bueno, no tanto como su madre alguna vez expresó o como, Seonghwa, constantemente afirmaba.

Su interior se revolvió y su corazón se desbocó, ansioso. La última y única vez que, su mano y la contraria estuvieron en contacto, fue un viernes. Aquel cuando, por primera vez, visitó la casa de su dongsaeng. Había pasado un tiempo, considerablemente largo desde aquel día.

No me delates | [MinJoong +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora