«Creo que estoy jodido».
Sin tener cuidado alguno, Mingi se desplomó sobre el sofá de su sala. Resopló y cubrió su rostro con sus manos, doblándose ligeramente hacia delante mientras apoyaba sus codos sobre sus rodillas.
Su mente y él mismo se habían realizado, despejado de una bruma desconocida y tomado verdadera conciencia de la magnitud de sus sentimientos por Hongjoong.
Porque al parecer, se estaba tomando toda la situación muy, muy a la ligera. Y ni siquiera se había dado cuenta.
Porque vamos, la primera vez que vio al pelinegro, indudablemente le pareció lindo. Y aunque no lo hubiera reconocido en voz alta y San hubiera atinado sin mucho esfuerzo, le había atraído también. Eso lo sabía, no tenía dudas al respecto.
Pero se quedó allí, tontamente no pensó que podría sentir algo más trascendental o profundo por su bajo y gruñón mayor.
Tenían química y una muy buena, si ignoraban los momentos en los que chocaban y el pelinegro realmente se enojaba con él, sus interacciones no eran tan malas como éste algunas veces insinuó. Admitía también que él obstinadamente buscaba presionar los botones incorrectos en Hongjoong porque, primero que nada, le divertía crisparlo. Segundo, su expresión era de alguna forma linda cuando le fruncía el ceño o los labios antes de escupirle algún insulto. Y tercero, era un tanto idiota y cuarto, ¿ya dijo que lo encontraba lindo enojado?
Aún así, no pensó que pudiera significar algo más allá de la atracción. Lo encontraba lindo y en efecto lo era, le gustaba molestarlo y era emocionante cuando le hacía frente, se le quedaba mirando más de la cuenta algunas veces e intentaba no hacer demasiados comentarios sarcásticos con tal de que no la pasara tan mal a su lado. Y reiteraba, eso no necesariamente tenía que significar algo más.
Pero había sido un tanto despistado y desinteresado de sí mismo, lo reconocía. Aquella vez que visitó la casa de Hongjoong luego de estar perdiendo el tiempo con San, se dio cuenta que su lo qué se, no era simplemente atracción o mero deseo sexual como había pensado. El futuro universitario le gustaba.
Haberlo sorprendido mientras dibujaba sus labios había sido asombroso porque, era bueno en ello. Pero luego de molestarlo un poco y conseguir tumbarlo sobre la cama y bajo su cuerpo, su corazón se había vuelto loco con sus palabras: «Sólo besos, ¿verdad?». Se veía tan indeciso y caótico, no lo olvidaba. Pero su mirada tímida y algo avergonzada, habían hecho de su corazón un lío. Y compartir un beso descompasado y poco armonioso después de eso, había sido el desastre más colorido y lindo que había visto o vivido nunca. En ese instante pensó que ese chico tal vez le gustaba, incluso quiso decirlo luego de recibir un mascullado «te odio». Pero sus palabras no salieron y honestamente prefirió no hacerlo.
Lo asustaría y sabía que no era correspondido. No era ciego. Además, podría no haberle creído. De hecho, estaba seguro que no habría sido tomado en serio y no lo culpaba.
Y pensando en algunos acontecimientos que vinieron luego, él recordaba de manera vaga, que su gusto por el arisco chico se había tornado, ligeramente más intenso cuando volvió a aparecerse por su casa. Claramente sin avisarle y con la falsa excusa de que estaba aburrido, cuando la realidad, sólo quería verle.
Lo molestó y lo sacó de quicio momentáneamente, por supuesto que lo hizo. Y como los adolescentes hormonales que eran, terminaron besándose. Y aceptaba que quizás, su sangre era un tanto más caliente que la de su mayor, tampoco es que se avergonzara al respecto.
El beso había sido intenso y algo más que bueno, tanto que le provocó una erección al pelinegro. «Delicioso» había dicho él, tanto por el beso como por la semi dureza ajena apretándose contra su cuerpo. No buscaba burlarse o avergonzarlo, pero esto último sucedió de todos modos. Hongjoong apenas se hacía a la idea de que se besaban, ¿cómo podría él concebir que le causó una erección?
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No me delates | [MinJoong +18]
FanfictionRobar las respuestas de un examen era un acto sancionable y grave, eso no evitó que la desesperación más pura de Hongjoong le obligase a hacerlo. Su torpeza no evitó que Mingi lo supiera. Y es así como los acontecimientos más irreales e hilarantes...