Capítulo 23

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Desperté con inmensas ganas de llorar. Quería odiar a Caden para volver a pelear e ignorar su presencia, pero no podía, él me gustaba más de lo que pensaba. Ni siquiera quería salir de mi cama ni desayunar. No tenía ganas de hacer nada pero el timbre llevaba varios minutos sonando y nadie iba a abrir la puerta. Bajé las escaleras algo molesta y maldiciendo en voz baja hasta que abrí la puerta. Me quedé inmóvil, parpadeé un par de veces para estar segura de que era real lo que estaba viendo.

— Hola.— dijo sonriendo.

— ¿Qué haces aquí?— esta vez fruncí el ceño.

Ian me miró desconcertado.— Tus padres me invitaron.

¿Mis padres?

Seguramente estaban tramando algo, porque ellos jamás harían algo así por una buena causa.

Mamá salió de atrás de mi.— ¡Ian, por fin llegas! ¿Quieres desayunar?

Esto debía ser una maldita broma. Solo deseaba no haberme levantado de mi cama para no tener que presenciar a ninguno de los dos. Entré a la casa y subí a mi habitación sin decir nada. No quería estar con Ian, además, era su invitado, no el mío. Me bañé y usé todo mi tiempo con mucha calma y paciencia. Me puse mi mejor ropa y el maquillaje me quedó perfecto, aún cuando mi mano temblaba. Debo admitir que estaba nerviosa con la presencia de mi ex novio, pero no podía quedarme todo el día encerrada en mi habitación, ¿o si?

Bajé al comedor y él estaba desayunando con mis padres, no está demás decir que los tres reían y hablaban emocionados. Por otra parte, me senté con cautela estudiando a mis padres, estaba segurísima que ellos se traían algo entre manos. El desayuno estuvo tranquilo y yo no aporté nada en la conversación.

— Ralph,— le dijo mamá a papá.— iré a cambiarme de ropa, ustedes pueden ir a la piscina, si quieren.— esta vez mamá se dirigió a nosotros con una sonrisa de oreja a oreja.

Automáticamente nos pusimos de pie y fuimos hasta el patio trasero. Me mantuve en silencio porque no estaba dispuesta a iniciar una conversación con él. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo vi y me sentía extraña, ya no éramos los mismo de antes.

— Sé que estás incómoda, pensaba que sabías de mi visita.— estábamos a dos metros de distancia.— Si quieres me voy hoy.

— Por favor Ian, deberías haber imaginando que esto fue obra de mis padres.— lo conocía muy bien.— ¿Qué quieres decirme?

Me miró en silencio unos minutos, luego miró la piscina, el cielo y sus zapatos, hasta que suspiró y esta vez me miró a los ojos.

— No puedo mentirte.— me miraba algo apenado.—Tu padre me amenazó para terminar contigo, jamás te engañé.

¡¿Qué?!

Oh esperen, eso ya lo sabía.

— Bien, ¿era solo eso?

Me miró desconcertado.— ¿Ya lo sabías?

— Si, lo descubrí un poco después.— rasqué mi cabeza por lo incómoda que me sentía.

— ¿Y por qué no me lo dijiste?— esta vez frunció un poco el ceño.— ¿Sabes lo mal que lo pasé porque te estaba mintiendo con algo así?

— Lo siento, pero si arreglamos todo en qué quedaríamos, ¿como amigos? ¿volveríamos a estar juntos?— también fruncí el ceño.

— ¿Por qué no?— dio unos pasos hasta mi.— Esta vez haría lo que fuera para cambiarme de universidad a una que esté cerca de la tuya.

No sabía cómo decir lo que estaba pasando por mi cabeza, pero me armé de valor y dije:

Prácticamente Vendida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora