Capítulo 4

2.6K 128 15
                                    

Mis padres habían hablado de ellos todos los días que llevábamos viviendo en Los Ángeles, cuando estábamos almorzando, desayunando y hasta cuando salíamos los tres a recorrer la ciudad. Mis ganas de conocerlos no estaban, esa familia no me importaba en lo más mínimo, simplemente no me llamaba la atención conocerlos, aunque con todo lo que hablaban mis padres sentía que los conocía muy bien. El hombre de aquella familia era dueño o socio de la mayoría de las compañías de la ciudad, por lo tanto el dinero le llovía, las amistades y hasta los enemigos. Era un grupo familiar respetado en la ciudad por todos, no sé cómo ese papel al que llaman dinero puede hacer a alguien tan poderoso. La familia se componía por él, su esposa y su único hijo, el cual era un chico ejemplar, según mi madre. Mis padres eran amigos suyos hace años, y apenas se enteraron que nosotros estábamos en la ciudad habían querido ir a cenar con nosotros, pero como estábamos ocupados con la mudanza no pudimos. Pero hoy mis padres decidieron aceptar su invitación.

Había pasado toda la tarde acostada en mi cama mirando el techo, por lo menos ya había pintado mi habitación. Nadie me quiso ayudar a hacerlo, así que yo misma compré una pintura y dejé mi habitación hermosa. Los muebles que había comprado ya habían llegado, pero todavía estaban en sus cajas ya que la flojera de armar todos yo sola me había ganado.

La cabeza me dolía como los mil demonios, tuve que tomar una pastilla para calmar la presión y dolor que sentía. La fiesta del día anterior había estado buena, pero hubiera deseado que Daphne habría asistido, así todavía estaríamos riendo de Caden.

La puerta se abrió de golpe y mamá entró con ropa.- Te traigo un vestido para ir a la cena.

Lo dejó sobre la cama, así que me puse de pie junto a ella para contemplarlo. No sabía que decir, era horrible. Era rosado claro, mangas hasta los codos, cubría todo el pecho y espalda y estaba segurísima que me quedaría abajo de las rodillas.

— ¿Por qué no te lo pones tú?— pregunté con una sonrisa.— Se te vería hermoso, mamá.

Ella miraba la prenda como si fuera la cosa más linda del mundo.— Tú eres más delgada. Se te verá mejor a ti.

— Mamá, parece de vieja. No me lo pondré.— esta vez la miré seria.— Tengo vestidos mejores que ese.

— Tienes que verte decente, con esos vestidos que usas te ves vulgar.— sonó a reproche.— Usarás este, ya está decidido.

Me mantuve en silencio para que se fuera de mi habitación, y así lo hizo. Entré a la armario y busqué el vestido con el escote más largo que tenía. Era apretado, llegaba hasta la mitad de los muslos y el escote casi a mi ombligo. Me aseguré de llevar un bolso donde pasara disimulado y usar zapatos que le hicieran juego.

Me puse mis mejores joyas, dejé mi cabello lacio suelto y pinté mis labios rojo, mi color favorito. Como predije, el vestido escogido por mi mamá se me veía horrible.

Mis padres me vieron y sonrieron satisfechos con mi vestimenta. Ellos no tenían ni idea de lo que traía en el bolso. Nos subimos al auto de la familia y comenzó a conducir por la ciudad sin detenerse.

Ya estaba oscureciendo y las luces de la gran ciudad comenzaban a iluminar todo. Debo admitir que la ciudad era muy bonita.

Mi celular sonó con un mensaje de Ian. Al ver su nombre en mi pantalla me emocioné, era inevitable.

Ian: Ya estoy en Nueva York. Apenas pueda iré por ti. Te amo.

Me gustaba demasiado. Ahora si estaba alegre, me sentía bien, radiante y hasta bella con ese vestido de mi abuela. Ian era lo mejor que me había pasado en mucho tiempo, él estuvo conmigo y me apoyo cuando nadie más lo hacía. Fue alguien elemental para mi.

Prácticamente Vendida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora