Capítulo 32

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Algo me movió y por eso desperté. Las cortinas estaban un poco abiertas dejando entrar algunos rayos de luz, por lo que tuve que parpadear un poco para que mis ojos se adaptaran a la luz del lugar. Estaba en eso cuando noté que ya no estaba en la casa de Winston, sino en la de Caden. Me moví un poco y sentí el pesado brazo de mi novio sobre mi cintura.

¿Cómo mierda había llegado a la casa de los Morgan sin despertar?

Intenté moverme pero Caden me tenía abrazada muy fuerte, su pecho estaba pegado a mi espalda y su frente estaba apoyada en mi hombro. Siempre que dormiamos era lo mismo, a él no le gustaba que yo despertara antes y lo dejara solo, pero él si podía hacerlo. Mis ojos aún se sentían pesados, así que los volví a cerrar quedándome nuevamente dormida.

Volví a despertar, pero Caden ya no estaba en la cama, así que entré al baño de su habitación y me lavé la cara, arreglé mi cabello, me saqué el sujetador y me puse la polera y arriba un chaleco de Caden. El idiota ni siquiera me había cambiado de ropa antes de acostarme en su cama. Tomé mi celular y ahí caí en cuenta de que eran las cinco de la tarde. Había dormido demasiado y nadie me había despertado. Bajé las escaleras y pude escuchar bulla desde la sala de juegos. Entré a aquella sala y pude ver a Caden acostado en el sofá mirando fijamente la televisión, solo llevaba puesto un buzo color negro.

— Caden.

— Por fin despiertas.— su atención cayó en mi.— ¿Tienes hambre, amor?

Actuaba muy normal y yo seguía muy enojada por lo que había pasado.

— Tenemos que hablar.— me puse frente al televisor.— No puedes obligarme a nada. Ya es la segunda vez que tengo que quedarme en la casa de Winston y es muy injusto para mi.

— Lo lamento, no volverá a suceder.— pasó su mano por su nuca.— Lo que me dijiste anoche me dolió bastante.

— Pero es verdad.— crucé mis brazos.— Cada vez que te enojas me jodes el día. Haces cosas estúpidas e inmaduras. Está bien que quieras ir a fiestas, pero cuando yo no quiera ir me harías un gran favor llevándome a mi casa.

— También lamento eso.— se sentó en el sofá y tomó mi cintura hasta dejarme de pie entre sus piernas. Levantó su cabeza para verme a los ojos.- Acuéstate aquí conmigo. Me duele la cabeza y te necesito para sentirme mejor.

Se acostó en el sillón mirando al techo y yo encima de él. Rodeo mis hombros con sus brazos y yo su cintura. Yo igual lo necesitaba para sentirme mejor, por eso lo abracé fuerte y apoyé mi cabeza en su pecho desnudo.

— ¿Cómo llegué aquí?

— Estabas dormida y no quería molestarte, te cargué y te subí al jeep. Luego te acosté en mi cama y ya.—dijo como si fuera muy simple.— Ah, y rompí una puerta. Pensaba que estabas en la habitación de donde salían gemidos y me enfurecí, entonces derribé la puerta y vi a una pareja teniendo sexo. La chica gritó del susto y el chico se enojó demasiado, hasta intentó golpearme.

Tomé su cara entre mis manos intentando no reír.—¿Pensabas que te estaba engañando?

— Si.— miró mis labios.— Estaba borracho y no pensé bien.

Dejé un suave beso en sus labios.— No te engañaría ni aunque me obligaran a hacerlo.

— Lo sé.— susurró.— Mañana iré a arreglar la puerta de Winston, ¿quieres ir?

— No, gracias.— dejé otro beso en sus labios.— Te espero en mi casa con donas.

— ¿Y si mejor me esperas desnuda?— susurró coqueto.

Prácticamente Vendida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora