Capítulo 3

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Mis padres estaban muy ocupados acomodando las cosas que iban llegando en el camión de mudanza y muchas personas entraban y salían como si la casa fuera suya. Entraron muchas cajas y muebles, automáticamente las personas que trabajaban en la casa comenzaron a guardar las cosas. Mamá no me dejó que ayudara a ordenar, no confiaba mucho en mi, así que estaba sentada en la sala revisando mi horario. Entraba temprano y salía a mediodía ya que en la tarde solo hacían deportes. Al parecer eso era muy importante para la universidad.

Estaba aburrida, así que solo me quedaba una cosa por hacer. Tomé las llaves del jeep de papá y fui a dar una vuelta por la ciudad. Puse la música a todo volumen mientras conducía, eso me relajaba y sacaba de la realidad por unos minutos. La música es genial.

Me detuve en un Starbucks, hace tiempo no entraba a uno de esos locales, así que me estacioné y entré. Hice la pequeña fila y compré uno grande junto a algunos dulces. El chico que hizo mi batido me miró sonriente, era bastante guapo. Ya estaba por terminar y preguntó mi nombre para escribirlo en el vaso.

— Sophie.— respondí con una sonrisa algo coqueta.

Me entregó el vaso y giré, mientras caminaba noté que le puso dos corazones. Tal vez algún día podría trabajar en un Starbucks, muchos jóvenes lo hacían y quizá encontraría al amor de mi vida ahí. Nos enamorariamos a primera vista, nos haríamos amigos, él se ofrecería a llevarme a casa, luego seríamos algo coquetos y ya, novios hasta el matrimonio.

Claro que eso no iba con mi vida. En mis dieciocho años había tenido tres novios oficiales, de hecho aún estaba de novia, solo que él estaba de vacaciones al otro lado del mundo y la diferencia de horas no nos aportaba en nada. Llevábamos juntos un año, el mejor año de mi vida, todo con Ian era genial, habíamos peleado algunas veces pero solucionamos muy rápido todo. Los dos nos íbamos con el otro donde fuera, sin importar nada y el apoyo incondicional era mutuo.

Lo extrañaba. Extrañaba pasar las tardes con él, extrañaba sus chistes repentinos y sin sentido, extrañaba su olor peculiar, extrañaba dormir con él los fines de semana, extrañaba los desayunos, extrañaba todo. De pronto estaba triste, necesitaba verlo con urgencia. Tomé mi celular y lo llamé por facetime. Si en Los Ángeles eran las seis de la tarde, donde él estaba eran las cuatro de la madrugada, pero no me importó. Demoró en responder, pero lo hizo. Se veía solo su rostro porque el lugar estaba oscuro y solo una manta tapaba algo de su cuerpo dejando ver sus pectorales marcados. Ian tenía un físico hermoso.

— ¿Te desperté?— quizá había sido un error.

— Si.— bostezó y luego sonrió.— Pero vale la pena si es el amor de tu vida. Quería llamarte pero supuse que estabas muy ocupada con la mudanza y todo eso.

— Debería estarlo.— tomé un poco del batido.— Pero mamá no quiere que toque nada, así que salí a dar una vuelta por la ciudad.

— Yo te dejaría tocar todo.— me dio una sonrisa coqueta. Cuando lo dijo miré a todos lados por si alguien más lo había escuchado.— Si solo estuviera ahí.

— Te amo, ya quiero verte.— murmuré haciendo un puchero.

— Yo también, osita bonita.— si, ese ridículo pero tierno apodo era mío.— La próxima semana iré, espérame con tu mejor sonrisa, ¿si?

— Como tú quieras.— no quería dejar de mirarlo.

— ¿Estás sola?— preguntó. Tenía cara de cansancio.

Suspiré y asentí con la cabeza.— Si, aunque conocí a unas chicas fantásticas que van a la universidad que yo entraré y...— su bostezo me interrumpió.— No te molesto más, duerme y me llamas cuando puedas.

Prácticamente Vendida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora