Capítulo 26

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Estuve todo lo que restó del día llorando en mi habitación. Mis padres iban cada cinco minutos a golpear mi puerta para preguntar qué me pasaba, pero solo les respondía: Quiero estar sola. Volví a llamar a Rich, pero no quiso decirme nada acerca del "problema" dijo que eso era algo que mis padres debían decírmelo, no él. Así que nuevamente había quedado en nada.

Desperté por la mañana y me di una ducha larga con agua tibia. Sequé mi cabello, me puse crema en la cara, usé maquillaje suave y me puse un body negro con un escote en V dejando a la vista mis senos. A pesar de que sentimentalmente estaba muy mal, me quería sentir bella. Me puse los jeans más ajustados que tenía y mis botines negros. Llegué al comedor para despedirme de mis padres, pero me detuve al ver a Caden junto a ellos.

— ¿Qué haces aquí?— pregunté seria. No quería verlo tan temprano.

— Me ofrecí para llevarte a la universidad.— su rostro estaba neutro.

Lo peor de todo es que se veía guapísimo. Eso dificultaba mi enojo contra él. Me despedí de mis padres y nos subimos al jeep. Nos mantuvimos en silencio hasta llegar a la universidad, cuando nos bajamos tomó mi mano y se acercó a mi oído.

— Es hora de fingir.

No dije nada. Me ahorré todos los insultos que tenía para él porque no servirían para nada. Caminamos hasta la cafetería con todas las miradas sobre nosotros y Caden deteniéndose cada cinco pasos para saludar a sus amigos. Llegamos a la cafetería y estábamos esperando nuestro turno para comprar.

— ¿Amor, qué vas a querer?— me preguntó.

— Nada que venga de ti.— ni siquiera lo miré.

— Buenos días, Caden, ¿qué vas a querer?— le preguntó la chica que atendía, muy coqueta.

— Buenos días, Alexis.— Caden le sonrió.— Dame dos café, esas galletas raras y un muffin de vainilla, por favor.

— ¿Es tu novia?— le preguntó la chica refiriéndose a mi mientras servía los café.

— Si.— Caden me abrazó por la cintura y dejó un beso en mi hombro.— Ella es Sophie Welser.

Le sonreí solo por cortesía, al igual que ella. Le entregó todo lo que Caden pidió y fuimos a una mesa vacía. Me entregó un café y las "galletas raras" que siempre solía comer.

— No tengo hambre.— mentí.

— Siempre tienes hambre.— dijo sirviendo azúcar en su café.— Además si no comes por las mañanas después te duele la cabeza y estás de mal humor.

Eso dio miedo. Yo no sabía mucho acerca de él, pero él al parecer todo de mi. Comí en silencio mientras los dos mirábamos nuestros celulares. Después de unos minutos me sentí muy observada y lo miré. Sus ojos miraban fijamente mis senos, se veía muy concentrado, así que los tapé con mi mano y ahí subió su vista a mis ojos.

— Es desagradable que alguien te mire así los senos.— le dije seria.

— ¿Entonces para qué usas esa polera?— cuestionó.— Es inevitable no mirar, ni querer tocar.

— Eres tan imbécil.— murmuré.

— Por lo menos podrías fingir que te gusto.— tomó un poco de su café.— Así todo sería más fácil.

— Me gustas.— admití.— Me gustas desde que te vi en la primera fiesta, pero ahora estoy muy enojada contigo. Ni siquiera tengo ganas de mirarte.

— No entiendo por qué estás tan enojada.— tomó mi mano pero solté su agarre.

Eso es lo que odiaba de los hombres. Nunca sabían nada y tampoco se daban cuenta de las cosas más obvias.

Prácticamente Vendida ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora