Capítulo 36

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Caden no me respondía los mensajes, lo llamé más de diez veces y no contestó ninguna de mis llamadas, ni siquiera las devolvió. Llevaba tres días sin hablar con mi novio y eso me preocupaba más que nada. No sabía si estaba vivo o muerto, bien o no. Lo que más me preocupaba era que se estuviera drogando, pero confiaba en él y hasta recé por las noches para que no lo hiciera.

Papá pasaba tiempo en su oficina y encargaba comida porque no había cocinera o ama de llaves como Kate, estábamos solos. Cuando nos veíamos con suerte nos decíamos "buenos días" y cuando comíamos no hablábamos nada, él estaba pendiente de su celular y yo del mío.

Cada vez faltaba menos para la boda y eso hacía que mi ánimo bajara por completo. Ya no tenía fuerzas ni ganas para pelear y defenderme, solo quería que la boda llegara rápido para no ver más a mi padre. Me encontraba en una tienda que solo vendía vestidos de novia, en ese lugar habían tantos que no sabía cual elegir. Me acompañaban cinco mujeres, una era la madre de Roman, dos de ellas sus hermanas y las demás eran tías. Ellas eran muy amables conmigo y eso lo agradecía bastante, ya que no tenía ningún tipo de problemas con ellas. A todo esto, todavía no sabía nada de mi mamá, pero tampoco quería saberlo.

— Ese vestido es precioso.— dijo la señora Gilcrest.

— No me gusta.— me miré en el espejo.— Quiero algo estilo princesa. Un vestido grande y con algo de brillo.

Siempre había querido un vestido así, y como ya no me quedaba esperanza de poder salvarme del matrimonio estaba dando lo mejor de mi para elegir todas las cosas. Se suponía que me iba a casar una vez en mi vida, y quería que fuera asombroso. Una chica me trajo el vestido que yo le había pedido y apenas me lo puse supe que era el indicado. Me sentía hermosa, pero solo pensaba en qué pensaría Caden al verme así. Lo extraña demasiado y cada vez que lo recordaba mis ojos ardían por mis ganas de llorar. Salí del vestidor y cuando ellas me vieron sonrieron más que nunca, también les había gustado el vestido.

— Querida, te ves preciosa.— comentó mi futura suegra.

Me miré en el espejo y las ganas de llorar me inundaron totalmente. La señora Gilcrest se acercó a mi y me dio un cálido abrazo.

— Sé que esto es muy emocionante, a mi también me pasó.— me miraba con cariño.

Genial, ella pensaba que me había emocionado, pero yo estaba llorando por la tristeza y frustración que sentía. Compré el vestido y la mamá de Roman se encargó de enviarlo a mi casa. Mi prometido pasó por mi en su auto y yo solo subí en silencio mientras secaba mis lágrimas.

— Debemos elegir el pastel.— hablaba muy relajado.— ¿Ya elegiste un vestido?

— Si.— murmuré mirando por la ventana.

- -Supongo que te ves preciosa. Ya quiero verte cuando entres a la iglesia.— sonrió.

Y yo quiero verte en una tumba.

— Estoy segura que te va a gustar.— limpié mi nariz con el papel higiénico que traía en mi cartera.

— Preciosa, siempre estás llorando.— Roman me miró algo preocupado.

— Lo sé, es que ya no lo puedo evitar.— dije entre sollozos.

La relación entre Roman y yo iba en "amistosa" ya que los dos pusimos de nuestra parte para llevarnos bien y hacer de todo eso algo más fácil.

Mientras conducía con su pulgar secó una de mis lágrimas.— Aunque no lo creas, te entiendo. Sabes que no voy a forzarte a nada más que la boda.

— Lo tengo claro, Roman.

Mi celular sonó y lo miré en seguida pensando que era Caden, pero no, era Jess, lo cual igual me emocionó.

— Aló.

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