Ante la astuta respuesta de Nana, él se sonrojó y empezó a recoger las tazas.
— ¿Has terminado ya con el té, _______? — Le preguntó a la vez que le cogía la taza y el plato y se levantaba para llevarlo todo a la cocina—. Nana, recojo los trastes y nos vamos. Si quieres acabar con el tercer grado, te quedan cinco minutos. Quiero enseñarle a _______ las termas y luego, si te portas bien, iremos los tres a cenar —dijo, levantando una ceja hacia su abuela, que parecía imperturbable, y se fue.
—Bueno, al fin solas. —Nana sonrió y añadió—: Es la primera vez que veo al témpano de hielo de mi nieto sonrojarse. Si eres capaz de lograr eso en menos de un día, estoy impaciente por ver lo que habrás hecho con él dentro de unos meses.
—Creo que te equivocas, Nana. Si Sebastian se sonroja es porque tiene ganas de matarme por haberle fastidiado el fin de semana —respondió incómoda.
—Tonterías, nadie puede alterar los planes de mi nieto si él no quiere. Créeme, lo he intentado. Además, eres la primera chica a la que invita a venir a mi casa, y eso será por algo.
—Bueno, supongo que lo hace por Chris, mi hermano.
—Entonces ¡Tú eres «______», la hermana de Chris! Ahora lo entiendo todo. —Sonrió y añadió—: Pequeña, espera y verás.
Con estas enigmáticas palabras y con unos golpecitos en la mano de _______, Nana se levantó y gritó para que desde la cocina su nieto pudiera oírla.
— ¡Podrías haberme dicho que era «ella»!
Se oyó cómo se rompía una pieza de porcelana.
—Creo que eso ha sido una de mis tazas. Será mejor que vaya para allá antes de que me quede sin vajilla. Nos vemos luego para cenar. —La besó en la mejilla y se fue riéndose de un chiste que sólo ella parecía conocer.
_______ seguía sentada cuando apareció Sebastian y le dijo:
—Si quieres ir a visitar las termas, tenemos que irnos ya.
— ¿Las termas? Ah, sí, los baños. De acuerdo, si a ti te parece bien, podemos ir...... Sebastian, ¿Qué ha querido decir tu abuela con lo de que yo soy «ella»?
—Nada. No ha querido decir nada, cosas de gente mayor. ¿Quieres ir o no?
Él parecía tenso. Aquel hombre era capaz de hablarle con dulzura un instante y ponerse a dar órdenes al siguiente. «Y luego dirán que las mujeres somos complicadas», pensó ella.
—Está bien, lo siento, mi general.
Descolgó su abrigo, se despidió cariñosamente de Nana, que parecía ser la única que entendía por qué su nieto se había puesto de mal humor, y se fue de la casa mirando por última vez la fotografía de Sebastian soñando con los caballeros del rey Arturo.
**
**
**En el coche ninguno de los dos habló. Afortunadamente, el trayecto no duró mucho; las termas romanas de Bath estaban sólo a diez minutos y, una vez allí, la logística de buscar aparcamiento, comprar las entradas y recoger la guía los tuvo ocupados. Tras pasar la puerta principal, _______ se quedó paralizada. Había leído mucho sobre las termas romanas, pero el impacto de estar delante de aquellas magníficas ruinas fue muy grande. Como no se movía, Sebastian le colocó una mano sobre el hombro para empujarla, pero tras lograr que reaccionara, decidió dejar la mano allí. A _______ no parecía importarle, y a él le gustaba caminar con ella tan pegada a su cuerpo.
—Es precioso —balbuceó ella mirando el claustro principal, con la piscina llena de agua. Tan pronto como los dedos de él empezaron a acariciar descuidadamente su hombro y, casi sin querer, la parte exterior de su clavícula, sintió cómo se le hacía un nudo en el estómago—. ¿Te das cuenta?, parecen vivas.
— ¿Vivas? —preguntó él notando cómo una especie de calor le subía por los dedos de la mano hacia el cuello y se alojaba en el pecho. Era como si el muro que había construido en su interior empezara a agrietarse.
—Sí, vivas, las piedras, las columnas, parecen vivas; como si quisieran contarnos algo. Como si fuera importante que siguieran aquí para hablarnos, para escucharnos, como si, no sé. Como si todo tuviera algún sentido. ¿Lo entiendes?
—No, _______, no lo entiendo, pero no importa.
Sebastian no apartó la mano, y caminando uno al lado del otro empezaron la visita. Pasaron por los baños secundarios, por el baño del rey, tiraron monedas en la piscina circular y acabaron la visita en la tienda de recuerdos.
— ¿Sabes que Bath se llamaba Aquae Sulis en la época de los romanos?
Sebastian rompió así el silencio que se había instalado entre ellos desde hacía rato. No lo hizo porque fuera un silencio incómodo, sino todo lo contrario, y como eso lo aterrorizaba, intentó volver a la situación inicial. Empezó a contarle la historia romana de Bath y fue apartando la mano despacio. _______ lo escuchó con atención, pero no porque le interesara enormemente lo que estaba diciendo, sino porque intentaba entender cómo hacía ese hombre para alterarla de ese modo. Habían pasado dos horas mágicas. _______ había recorrido casi la mitad de las ruinas con el brazo de él sobre su hombro; y recordaba lo bastante de los hombres como para reconocer cuándo uno se sentía atraído por ella. Y ahora, allí estaba él, contándole la historia de Bath como si fuera un presentador de National Geographic.
— ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado la visita? —preguntó él al final de su clase magistral.
—Sí, mucho. —Aunque lo que más le había gustado a _______ había sido que, durante un rato Sebastian había sonreído, recordándole al chico de todos aquellos veranos—. Me gustaría comprarme una postal, ya sabes, no dejo de ser una turista. ¿Te importaría? —_______ le sonrió.
—No, sólo que no tenemos mucho tiempo. Compra la que quieras y luego iremos a recoger a Nana para salir a cenar. ¿Te apetece eso o prefieres quedarte en casa?
—No, no. Lo de la cena suena genial. Así podré sonsacar a tu abuela sobre tus aventuras de adolescente. Seguro que fuiste tan malo como Chris —dijo ella sonriéndole de nuevo.
Su sonrisa era fulminante. Cada vez que Sebastian la veía, tenía ganas de besarla, y como esa opción estaba descartada, optó por ser seco. Así aprendería a no utilizarla con él.
—Te espero en el coche —le espetó, y salió del museo dejando a _______ aún más estupefacta que antes.
Escogió dos postales, una del baño principal, con las columnas rodeando el agua a la luz del atardecer, y otra que era una reproducción de la antigua ciudad romana en la que en un mosaico se podía leer «Aquae Sulis», y se dirigió hacia el coche, que ya estaba en marcha.
Llevaban sólo un par de minutos circulando cuando _______ se durmió. Había sido un día largo, y la noche anterior tampoco había dormido mucho; demasiadas emociones. Al verla dormida, Sebastian se relajó; ya no sabía cómo actuar. A lo largo del día había pasado por diferentes fases, seguro que parecía un lunático. Había momentos en que pensaba que podía tratarla como a una hermana, pero cuando su vista se desviaba hacia sus labios, se le aceleraba el pulso y se moría de ganas de hacer algo al respecto. Luego se acordaba de cómo había mirado esa foto de él con Nana, y pensaba que eso era imposible. Una mujer como _______ se merecía algo mejor. Por no hablar de lo que le haría Chris si le hacía daño a su hermana. El peor momento del día había sido, sin duda alguna, cuando su abuela le había dicho que ella era «ella». Maldita Nana. Se había olvidado de que su abuela tenía una memoria de elefante, y de que hacía años, en un momento de locura, le había contado la fascinación que sentía por la hermana de su mejor amigo. Sin duda, la CIA podría aprender de las técnicas de interrogatorio de Nana. Por suerte, esa fascinación infantil ya no existía, y _______ nunca se había dado cuenta de nada. Ahora, lo único que pasaba era que estaba cansado, tenía demasiado trabajo y necesitaba dormir.
Ayy este Sebastian no se aclara ni con agua fria jaja
¿Que os esta pareciendo el transcurso de la historia?
ESTÁS LEYENDO
Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-
Romance______, una joven diseñadora gráfica que vive en Barcelona, se ve forzada a redirigir su carrera profesional a causa de un accidente. Aconsejada y apoyada por su familia, ______ se traslada a Londres. Su hermano Chris ha intercedido para que Sebasti...