Capitulo 18

1.4K 99 5
                                    

Sebastian salió del piso a toda prisa. No sólo porque quisiera llegar pronto a la revista para hablar con Sam, sino también porque necesitaba huir de _______. Sólo la había visto durante unos segundos y todo su estudiado discurso había desaparecido de su mente. Tenía que alejarse de ella, tal vez así se tranquilizaría y se olvidaría de lo bien que se había sentido en sus brazos. Si de algo estaba seguro era de que él no quería tener ninguna relación con nadie; era demasiado complicado, demasiado arriesgado. Su trabajo lo llenaba por completo y, en cuanto al sexo, no era demasiado difícil conseguirlo cuando le apetecía.

«¿Y el amor?», le susurró una voz rebelde dentro de su cabeza.

El amor había acabado con su padre, y le había demostrado a él que para lo único que sirve es para hacer desgraciado a quien lo siente y a todos los que lo rodean... No, Sebastian no quería saber nada del amor. Por eso, lo mejor para todos era cortar de raíz lo que había entre él y _______. Si ella fuera una de esas mujeres a las que les bastaba con la relación física y un par de cenas al mes, tal vez podrían seguir así durante los casi cinco meses más que ella iba a estar en Londres, pero él sabía que ella no era de ésas. El día en que se enamorase lo haría por completo, y a ese hombre le entregaría su cuerpo, su vida y su corazón; pero Sebastian no estaba preparado para hacer lo mismo. Sin embargo, al imaginarse a _______ con otro hombre, un impulso asesino lo invadió de golpe. Por suerte, en ese momento llegó a la puerta de entrada de la revista y no tuvo tiempo de analizarlo.

Entró en la sala de reuniones y vio que Sam estaba leyendo "The Scope".

Sam Abbot era un hombre de unos sesenta años, excéntrico, brillante y quizá lo más parecido que tenía Sebastian a un ángel de la guarda. Se habían conocido cuando éste trabajaba como becario en un periódico local y Sam fue allí para estrangular al que se había atrevido a escribir un artículo satírico comparando el parlamento británico con la caza del zorro. Pero cuando Sam conoció a su víctima, decidió que era mejor utilizar a «aquel muchacho descarado» para otros fines, y le ofreció un trabajo como periodista en uno de los periódicos de mayor tirada de Londres. Desde entonces, cada vez que Nathan se metía en un lío por no saber cerrar el pico o por no entender el sentido del humor británico, Sam lo ayudaba, y cada vez que Sam quería obtener la mejor noticia, el mejor enfoque o disfrutar de una partida de ajedrez, llamaba a Nathan.

— ¿Piensas entrar o vas a quedarte ahí pasmado? —Preguntó Sam frunciendo el cejo.

—Lo siento. —Sebastian tuvo que hacer un esfuerzo para no sonrojarse. Tenía que hablar con _______ esa misma noche—. ¿Es ésa la revista?

—La misma. —Sam se frotó la cara con las manos—. Están los dos artículos que íbamos a publicar esta semana. Míralo tú mismo. —Le ofreció la revista.

Sebastian le echó un vistazo y, pasados unos minutos, la tiró encima de la mesa.

—Tienes razón. ¿Qué vamos a hacer?

—Varias cosas. Primero, vamos a averiguar quién demonios nos ha robado esos textos, y segundo, tenemos que encontrar el modo de publicar el ejemplar de esta semana sin ellos. ¿Tienes alguna idea?

—Sobre quién ha robado los artículos, no, pero creo que sé cómo podemos publicar el ejemplar del miércoles sin problema. Hay un par de piezas que descarté en números anteriores y que podríamos utilizar en éste.

—Perfecto.

— ¿Y sobre el robo? —Sebastian aún no se podía creer qué alguien les hubiera robado los artículos.

—Tenemos que pensar algo. Tenemos que averiguar qué ha pasado antes de que se repita. Tengo la sensación de que esto no va a ser un caso aislado.

— ¿Por qué lo dices?

—Porque me duele la pierna.

Sebastian lo miró estupefacto.

—No me mires así. Desde que me rompí la pierna, cada vez que tengo un mal presentimiento me duele. Y nunca falla.

Él sonrió aliviado. Tal vez la pierna de Sam fallara esa vez.

Sam y Sebastian se pasaron casi todo el día repasando los nuevos artículos y decidieron que, de momento, ellos dos serían los únicos que tendrían copias de los archivos.

—Deberíamos irnos —dijo Sam mirando el reloj—. Silvia y las niñas querían ir a cenar a un restaurante y mañana tenemos un compromiso fuera de la ciudad, así que...

—Tranquilo. Yo también debería irme ya. —Sebastian se quitó las gafas y se dispuso a apagar el ordenador.

— ¿Cómo van las cosas con esa chica, con la hermana de Chris?

—_______.

— ¿Quién?

—_______. La hermana de Chris se llama _______.

—Ah. Bueno, pues, ¿Cómo van las cosas con _______? —Sam empezaba a sonreír de un modo extraño. Nunca había visto a Sebastian ponerse tan nervioso por una simple pregunta.

—Bien. —Cogió la chaqueta, e iba a despedirse cuando Sam insistió.

— ¿Sólo bien?

—Sí, bien... Normal.

Sam conocía demasiado bien a Sebastian como para saber que no le estaba diciendo la verdad y que, además, no tenía intención de hacerlo. Así que optó por no insistir; ya encontraría el momento adecuado para volver a intentarlo.

—Me alegro. —Apagó la luz de la sala y los dos se encaminaron hacia el ascensor.

Bajaron en silencio, pensativos.

—Nos vemos el lunes. —Sam se despidió con una sonrisa. Algo preocupaba a Sebastian, y estaba dispuesto a apostarse su mejor taco de billar a que era esa chica con la que tenía una relación «normal».

**

Sebastian decidió regresar a su apartamento caminando. Así tenía más tiempo para pensar en lo que iba a decirle a _______ cuando la viera. No debería haberse acostado con ella. Él siempre había tenido claro que no quería tener una relación con nadie, que con su trabajo y sus amigos ya tenía más que suficiente. Y acostarse con _______ había sido un error, un error. Ella era dulce, lista, divertida... perfecta. Pero no para él... Sí, tenían que olvidar lo que había pasado y ser sólo amigos. Ojalá ella pensara lo mismo.

_______ vio la cara de Sebastian al entrar en el apartamento y supo que algo iba mal.

—Hola. ¿Habéis averiguado algo sobre el robo?

—No, nada. —Colgó la chaqueta y se sentó en el sofá como si no pudiera dar ni un paso más. Se lo veía muy cansado—. _______, tenemos que hablar.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora