Capitulo 63

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Sebastian se sorprendió al ver el cambio de actitud de su amigo.

—Sí —respondió ella en voz baja.

—Está bien. —Chris le dio un cariñoso beso en la mejilla—. Llámame luego. ¿Lo prometes?

—Te lo prometo. No te preocupes. —_______ le dio un abrazo.

Chris se dio la vuelta de nuevo y se dirigió a Sebastian.

—Haz que no me arrepienta. —Aunque era una amenaza, Sebastiam sintió como si, en el fondo, su amigo le estuviera dando su consentimiento para salir con su hermana.

—Te juro que no te arrepentirás. Gracias.

—Ya me estoy arrepintiendo.

Chris miró a su hermana de nuevo y se fue hacia su coche.

Los dos se quedaron solos delante del portal.

—Te han quitado los puntos. Te ha quedado una pequeña cicatriz. —Él levantó la mano para dibujarla con su dedo, pero ella se apartó.

— ¿De qué quieres hablar? —preguntó seca.

Él retrocedió un poco pero no iba a permitir que ese pequeño rechazo empañara el éxito que había tenido al lograr que aceptara hablar con él.

— ¿Te importaría que fuéramos a otro sitio? —Sebastian se puso las manos en los bolsillos para controlar las ganas que tenía de tocarla.

—Podemos subir a mi departamento —dijo _______ tras dudar un instante, y sacó las llaves de su bolso.

—Gracias. —él le detuvo la puerta para que entrara.

Subieron la escalera a pie y en silencio. Ella aún no lo había mirado a la cara y él no podía dejar de mirarla. _______ abrió la pesada puerta de roble y los dos entraron. La maleta que había traído de Londres estaba en medio del comedor.

—Aún no has deshecho el equipaje —murmuró él.

_______ fingió no haber oído ese comentario y se sentó en el sofá. Cruzó las piernas como una india sosteniendo un cojín entre las manos, como si fuera un escudo.

Sebastian quiso sentarse a su lado, pero al ver que ella se ponía tensa, optó por sentarse en un sillón que había delante del sofá.

—_______.

Ella seguía sin mirarlo, y él no podía soportarlo más.

—_______, mírame. Por favor.

Tardó unos segundos, pero poco a poco lo miró a los ojos, y Sebastian se alegró al ver que ella estaba tan afectada como él.

—Lo siento —le dijo marcando cada palabra—. Lo siento mucho.

A _______ le resbaló una lágrima por la mejilla, pero la apartó furiosa con la palma de la mano. No quería volver a llorar delante de él.

—Siento haberte acusado de algo tan horrible. Siento no haber confiado en ti. Siento haberte hecho daño. Siento haber sido un imbécil. —Al ver que ella empezaba a llorar, él no pudo controlarse más y se levantó para sentarse a su lado—. Tengo que abrazarte.

La rodeó con los brazos y ella se acurrucó entre ellos.

Lloró contra su pecho y él apoyó la barbilla entre su pelo. Unos minutos más tarde, _______ dejó de llorar e intentó apartarse.

—Ya estoy mejor. —Se separó de él y se frotó la cara con las manos.

Sebastian la soltó y, al ver que ella volvía a levantar sus defensas, regresó a su sillón.

— ¿Has descubierto quién robó los artículos? —preguntó ella.

—Sí. —Sebastian se sonrojó al darse cuenta de que ella creía que él sólo había ido a verla para disculparse por haberla acusado de eso—. Fue Clive.

_______ levantó las cejas sorprendida, pero antes de que pudiera decir nada, él la interrumpió.

—Pero no he venido a hablar de eso. Si quieres, después te lo cuento todo. —Se pasó las manos por el pelo.

— ¿Después de qué? —preguntó ella, mirándolo a los ojos.

—También he conocido a Steve. —Sebastian quería confesárselo todo antes de decirle el verdadero motivo por el que había ido a verla.

— ¿Cuándo?

—El lunes. Me contó lo del artículo de mi padre. —Al ver que _______ parecía incómoda, añadió—. Pero tampoco he venido aquí para hablar de eso.

Ella lo miró incrédula y él volvió a levantarse del sillón.

—Te estoy muy agradecido, pero no he venido hasta aquí por eso.

—Y entonces ¿Por qué has venido?

Él se sentó a su lado.

—He venido por esto.

Antes de que ella pudiera reaccionar, Sebastian le cogió la cara entre las manos y la besó. Primero, _______ estaba demasiado sorprendida como para reaccionar, pero al sentir la lengua de él recorriéndole el labio inferior, no pudo evitarlo. Sebastian la besó como si quisiera entrar dentro de ella, como si la necesitara para respirar. Poco a poco, fue relajando la presión de sus manos y las deslizó hasta su espalda. Cuando ella se dio cuenta de lo que estaba pasando, se apartó de él. Si quería superar algún día lo que sentía por ese hombre, tenía que ser fuerte y resistirse a su seducción.

—Esto —_______ hizo un gesto con las manos— nunca ha sido un problema. Esto —colocó una mano sobre el corazón de él— sí lo es.

Ella empezó a apartarse, pero Sebastian le cogió la muñeca y dejó la mano de ella donde estaba.

—No me has dejado terminar —dijo, mirándola a los ojos—. Siento mucho haberte mentido.

— ¿Mentido?

—Sí. —Él respiró hondo—. El viernes, cuando te dije que lo que sentía por ti no era amor, te mentí. Te amo, _______.

A ella le resbaló una lágrima por la mejilla y, decidida, le apartó la mano. Se levantó del sofá y se alejó un poco de él.

—No te creo —susurró, y Sebastian sintió como si se le parara el corazón—. Tú no me amas, si me amaras, no habrías pensado que yo robaba los artículos. —Le resbaló otra lágrima—. Si me amaras, no me habrías echado de tu vida sin pensarlo. Te doy las gracias por haber venido a disculparte de tus acusaciones y, supongo que estás agradecido por lo del artículo de tu padre. Pero no creo que debas confundir esas cosas con amor.

Sebastian estaba sin habla; de todas las situaciones posibles, ésa ni siquiera se le había ocurrido.

_______ se acercó a la puerta y la abrió.

—Si no te importa, preferiría que te fueras. Gracias por disculparte, pero ahora quiero estar sola, y tú seguro que tienes que regresar a Londres.

Él se levantó en estado de trance. No podía ser que todo fuera a acabar de ese modo. Cerró los ojos un instante buscando en su mente algo que decir que pudiera hacerla cambiar de opinión. Y lo encontró:

—Te olvidaste de una cosa en mi piso. —Vio que ella lo miraba intrigada, pero esperó a que formulara la pregunta.

— ¿Qué?

—El Conde de Montecristo. Me dijiste que era uno de tus libros preferidos. —_______ seguía sin hablar, así que continuó—: Me dijiste que te lo había regalado tu abuelo. ¿Quieres que te lo devuelva?

—Pues claro que quiero que me lo devuelvas. —Ella empezaba a estar furiosa. Sebastian no tenía bastante con haberle roto el corazón, ahora quería quedarse con uno de sus tesoros más preciados—. Además, ¿Qué ibas a hacer tú con él?

—Podría leerlo. —«Y torturarme pensando en lo estúpido que he sido», pensó—. No voy a regresar a Londres. No sin ti.

—No digas tonterías —dijo ella sin soltar el pomo de la puerta.

—En estos últimos días, me han insultado más que en toda mi vida. Y si bien Nana y Sam tenían razón al decir que me he portado como un idiota, te aseguro que tú te equivocas. —A él se le estaba acelerando el pulso—. No estoy diciendo tonterías. No pienso regresar a Londres sin ti.

_______ entrecerró la puerta y lo miró a los ojos.

—Mira, sé que lamentas haberme acusado de los robos, y estoy segura de que te sientes culpable de que tuviera que coger sola el avión y todo eso. —Tomó aliento—. Pero no quiero volver a Londres.

—Entonces me quedaré yo aquí, en Barcelona. Seguro que Sam puede ayudarme a encontrar trabajo —dijo esperanzado.

—No, no lo entiendes. No quiero volver a estar contigo. —Ella vio cómo Sebastian perdía toda la esperanza de golpe—. ¿Te acuerdas de aquella conversación que tuvimos sobre lo de encontrar a alguien especial? —él asintió con la cabeza, y ella continuó—. Yo no soy tu persona especial.

—Eso no es verdad. —A Sebastian se le hizo un nudo en la garganta.

—Sí lo es. —Llegar a esa conclusión había sido lo único que había logrado consolar un poco a ______. De haberlo sido, él no habría sido capaz de hacer lo que hizo—. Y supongo que tú no eres la mía.

—No digas eso. —él sintió cómo le escocían los ojos, e hizo un esfuerzo por controlarse—. Por favor.

—Lo mejor será que lo olvidemos. Seguro que dentro de un mes ya ni te acuerdas de mí. —Intentó sonreír pero no pudo.

—Mira. —Sebastian se pasó nervioso la mano por el pelo. Aquella conversación iba de mal en peor—. No voy a regresar a Londres. Anthony sigue aquí, en Barcelona, y seguro que puedo quedarme unos días con él.

—Eso no cambiará nada.

Pero él no estaba dispuesto a rendirse.

— ¿Podemos vernos mañana? Así te devuelvo tu libro.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora