— ¿Hola? —Saludó Sebastian al abrir la puerta.
—Hola, ¿Qué haces ahí quieto en la entrada? ¿Te pasa algo? —_______ había salido de la cocina. Llevaba un pantalón de algodón gris con una blusita rosa que le dejaba un hombro al descubierto, y sujetaba una cuchara en la mano.
—No. No me pasa nada. ¿Ese olor viene de mi cocina?
—Sí. Hacía tiempo que me apetecía comer lubina al horno y hoy me he decidido a prepararla. Espero que te guste.
—Sí, claro. Me sorprende que el horno funcione, creo que eres la primera persona que lo utiliza. Huele muy bien.
—Gracias. La verdad es que me ha costado un poquito encenderlo, pero ahora lo único que me falta es poner la mesa. ¿Quieres cenar conmigo o ya has cenado? —_______ volvió a la cocina para comprobar que el pescado estuviera en su punto.
—No. Quiero decir, sí. —Sebastian titubeaba, no tenía ni idea de cómo reaccionar. El discurso que había preparado se le olvidó por completo y en lo único que era capaz de pensar era en dos cosas: la primera, _______ iba vestida con una blusita que daba ganas de empezar a besarle el hombro, el cuello... y la segunda, tenía que cambiar la dirección de su pensamiento o iba a tener problemas. Ellos dos sólo iban a ser amigos.
—No te entiendo. —«Cosa que ya es habitual», pensó ella—. ¿Quieres o no quieres cenar?
—Sí, quiero cenar. No, no he cenado antes, y si me das cinco minutos, me cambio de ropa y pongo la mesa. ¿Te parece bien?
—Sí, me parece perfecto, pero que sean dos minutos, el pescado casi está.
En su habitación, Sebastian se cambió de ropa; se puso un pantalón de algodón que utilizaba a veces para ir a correr, y una camiseta, e intentó borrarse de la cabeza la insinuante imagen del hombro de _______... No pudo. Salió de la habitación y puso la mesa.
— ¿Puedo hacer algo más? —Preguntó luego.
—No, ya está. Siéntate. Pero luego tú te encargas de recoger los platos y limpias la cocina.
—Claro, si tú cocinas, yo limpio. Como debe ser, ¿No? —Dijo él, y le guiñó un ojo.
_______ sirvió la comida y los dos empezaron a cenar. Sebastian fue el primero en romper aquel cómodo silencio:
— ¿Aún sigues enfadada?
—Nunca he estado enfadada. —Al ver que él levantaba una ceja añadió—: Es sólo que, en estas últimas dos semanas, no hemos coincidido mucho. —_______ había decidido seguir los consejos de Anthony y fingir que ella no lo había echado de menos. Según Anthony, nada ponía más nervioso a un hombre que sentirse ignorado.
—Ya. —Como no sabía qué más decir, optó por seguir con el pescado.
—Esto era lo que querías, ¿No? —_______ bebió un poco de agua y continuó—: Volver a tener tu espacio, recuperar tu vida. Al menos eso me pareció entender, y creo que tenías toda la razón. —No estaba dispuesta a que él creyera que ella no pensaba lo mismo que él.
Senastian la miró estupefacto. Se había estado comportando como un idiota; la había estado evitando para nada. Entonces se dio cuenta de que había música, y sonrió.
— ¿Sinatra?
—Sí, es ideal para cocinar y para bailar. Tiene un ritmo especial, como si te guiara. No sé.
— ¿Sabes que eres la única persona que conozco que considera la música de ese modo? En fin, creo que sólo hay una manera de comprobar tu teoría de Sinatra y, como no tengo ni idea de cocinar, ¿Quieres bailar conmigo?
Sebastian se levantó de su silla y le tendió la mano mientras sonaba "Fly me to the Moon".
— ¿Te has vuelto loco? ¿Bailar aquí?
—Sí, claro. Vamos, no seas cobarde. —La miró a los ojos, desafiándola.
—Está bien, pero luego no digas que soy yo la que hace cosas raras.
Se levantó de la silla y aceptó el reto.
_______ estaba de pie frente a Sebastian. Él le cogió las manos y las colocó alrededor de su cuello y, con las suyas, le recorrió lentamente la espalda para acabar apoyándose justo en sus caderas.
—_______, te he echado de menos... Baila conmigo. Por favor. —Sebastian sabía que eso le iba a causar problemas, y que era justo lo que no tenía que hacer, pero no pudo evitarlo.
—Yo también te he echado de menos.
Empezaron a bailar suavemente. _______ apoyó su mejilla en el pecho de él y notó cómo latía su corazón, cómo le temblaba la respiración. Él bajó la cabeza para así poder notar su perfume, el olor de su pelo y, a la vez, besarle el cuello, el hombro que lo había vuelto loco durante la cena, la mejilla. Le acariciaba la espalda, primero por encima de la blusita, hasta que el tacto del algodón no fue suficiente, y decidió arriesgarse y tocarla de verdad, por debajo, sentir su piel. Al notar la mano de Sebastian por debajo de la blusa, ______ se apartó sorprendida, pero no tuvo tiempo de decir nada, pues la besó con todas sus fuerzas, como si la vida le fuera en ello.
Ella le respondió. Le encantaba cómo la besaba, como si la necesitara para respirar. Un beso siguió a otro, Sebastian seguía acariciándola y besándola, primero en la boca, luego en el cuello. La canción ya se había acabado, pero a ninguno de los dos parecía importarle. _______ quería tocarlo a él, así que también se atrevió a meter las manos por debajo de la camiseta. Sonrió al notar cómo se estremecía. Era increíble, tenía un torso único y no tenía bastante con tocarlo, quería verlo, así que se arriesgó y le quitó la camiseta.
—_______, ¿No te han dicho nunca que es de mala educación mirar así a alguien? —Bromeó él mientras le besaba los nudillos de la mano y empezaba a recorrerle el brazo con los labios.
—Ah, sí, no sé. Creo que lo que de verdad sería de mala educación es no mirar. Y, sin duda, no besarte sería aún peor.
Él apartó la cabeza al oír ese comentario y la atrajo hacia él para besarla como hacía horas que deseaba hacer. Seguro que luego se arrepentiría, pero por el momento, estaba en el cielo. Sebastian se apartó entonces un poco, lo suficiente para poder quitarle a ella la blusa, y entonces fue él quien se quedó sorprendido. La noche en que se acostaron, la habitación estaba muy oscura y apenas había podido apreciarla. _______, incómoda, se sonrojó e intentó recuperar su blusa.
—No, por favor. Deja que te mire... Eres perfecta. —La recorrió lentamente con la mirada y con las manos, acariciando cada centímetro, como si quisiera aprenderse sus formas de memoria—. Princesa, no tienes ni idea de todo lo que tengo ganas de hacerte. Primero voy a tocarte, a acariciarte, después voy a besarte por todo el cuerpo y luego, cuando ya no podamos aguantarlo más, haremos el amor. Hasta el amanecer.
—Hablas demasiado, Sebastian.
______ lo besó como nunca antes había besado a nadie. A él le encantaba cómo lo hacía, cómo su cuerpo se adaptaba al suyo, cómo respondía a sus caricias, pero lo que más le gustaba era el calor que sentía cuando lo llamaba «Sebastian»; era como saber que todo iba a ir bien. Necesitaba estar con ella, tocarla, saber que ella lo deseaba tanto como él. Dejó de besarla, tenía que recuperar un poco el control o todo acabaría demasiado pronto. Sorprendida, _______ preguntó:
— ¿Te pasa algo? —Le acariciaba la nuca y le besaba el cuello.
—No, nada malo. —Él también le besaba el cuello dirigiéndose hacia los pechos.
— ¿Y bueno? —_______ se estremeció al notar cómo le desabrochaba el sujetador.
— ¿Bueno?
Sebastian no tenía ni idea de lo que le preguntaba; apenas podía recordar su propio nombre.
—Sí, tonto, ¿Te pasa algo bueno? —_______ tenía el pulso acelerado y las piernas ya no le respondían.
—Ah, sí, compruébalo tú misma. —Cogió la mano de ella y la guió hasta su entrepierna—. Tócame.
—Claro, siempre que tú hagas lo mismo.
Se atrevió a meter la mano por dentro del pantalón de él.
—Dios, ______, para... No, no pares. Vamos a mi habitación. Quiero que estés en mi cama ya.
La cogió en brazos, besándola con toda la pasión que sentía.
Y entonces sonó el teléfono. Los tres primeros timbrazos no los oyó ninguno de los dos, pero el cuarto logró captar su atención.
—Sebastian, el teléfono. —_______ intentaba zafarse del abrazo para que él pudiera contestar.
—No voy a cogerlo, ahora mismo estoy ocupado. —Siguió besándola en el ombligo.
—Cógelo, a lo mejor es importante. —Aunque la verdad era que no quería que él dejara lo que estaba haciendo.
—Esto sí que es importante. —Empezó a bajarle el pantalón—. Ya saltará la contestadora, princesa.
Y eso fue exactamente lo que pasó, que saltó la contestadora y Chris empezó a hablar por el altavoz. Sebastian se quedó paralizado.
—Hola, Sebastian, supongo que para variar no estás en casa. He llamado al móvil y tampoco te he localizado, supongo que estarás por ahí, con alguno de tus ligues. —Al oír la palabra «ligues» _______ se separó de él como si tuviera una enfermedad contagiosa—. En fin, sólo te llamaba para preguntar cómo estaba _______, ya sabes que es mi debilidad. No quiero llamarla a ella para no parecer el típico hermano mayor histérico, pero como lo soy, he decidido llamarte a ti. Volveré a intentarlo más tarde. Cuida de mi pequeña. Adiós.
El pitido del contestador sacó a _______ del estado de trance en el que había entrado. Sebastian, por su parte, estaba ya completamente vestido; había recuperado su camiseta y su actitud de témpano de hielo al segundo de oír la voz de Chris.
—_______, vístete, por favor. —Le acercó el sujetador y la blusita. Le temblaba un poco el pulso, pero su cara no mostraba ninguna emoción más allá del enfado y la vergüenza.
— ¿Se puede saber qué te pasa? ¿Por qué pones esa cara? Sebastian, respóndeme, por favor. No entiendo nada. Hace un momento, estábamos tan bien, y ahora parece que no puedas soportar estar en la misma habitación que yo. —Notaba cómo la voz empezaba a temblarle de rabia y de algo más complicado que por el momento no quería analizar—. ¿Es por Chris?
Sebastia levantó la cabeza, que hasta ese momento había tenido entre las manos, y la miró. Durante un segundo fue como si quisiera abrazarla, pero en seguida desvió la mirada hacia el despertador y respondió:
—No.
— ¿NO?
—Está bien, sí, pero sólo en parte. —Se levantó de la silla y empezó a pasear por la habitación—. No sé qué me pasa contigo, pero me está volviendo loco y no me gusta nada. Nada. Cuando eras pequeña ya me pasaba. Siempre estaba preocupado por saber dónde estabas, si te veía sonreír me ponía nervioso, Dios, incluso le hablé de ti a Nana. Cuando había tan mal ambiente en casa, pasar un rato contigo bastaba para que volviera a tener un poco de confianza en el amor. Hubo un momento en que pensé que era tan evidente lo que me pasaba que si la policía lo descubría me arrestarían. —_______ estaba paralizada, no se atrevía a interrumpirle—. ¿Sabes que cuando vine a vivir a Inglaterra te echaba de menos? Tú eras una adolescente y yo te echaba de menos; patético.
—No es patético. A mí también me pasaba todo eso. —ella se levantó y empezó a andar hacia él. Decidió ser igual de sincera—. Yo también me estoy volviendo loca, también te echaba de menos y aún me pongo nerviosa si me sonríes. —Se atrevió a poner la mano en su espalda y notó que estaba rígido.
—No lo entiendes, _______, yo no quiero sentirme así. He visto lo que hace el amor, he visto cómo aniquila todo lo que toca y no lo quiero en mi vida. Ni ahora ni nunca. No soy capaz. —Sonrió, una sonrisa que a ella le rompió el corazón—. Hasta ahora me ha ido bien, siempre he estado con mujeres que sólo querían pasar el rato, divertirse. Contigo no sé si podría controlarlo. Y si saliera mal, no sólo nos haríamos daño, sino que perdería al mejor amigo del mundo, y tu familia nunca podría perdonármelo.
Se apartó de ella.
— ¿No has pensado qué podría acabar bien? ¿Qué podrías ser feliz? —_______ se notaba los ojos llenos de lágrimas que no tenía ninguna intención de derramar.
—El riesgo no merece la pena. —Suspiró y cerró los párpados un instante—. Creo que lo mejor será que no volvamos a estar solos. Está visto que eso nos trae problemas. Mira, en estas últimas semanas casi no hemos coincidido, de modo que lo único que tenemos que hacer es seguir así hasta que te vayas. —Al ver que ella no decía nada, preguntó—: ¿En qué piensas?
—Pienso que eres un cobarde y un exagerado. Podríamos intentarlo. La vida no es un culebrón; si sale mal, mi hermano no vendrá a matarte o a pedir que te cases conmigo. Y si sale bien, ¿Quién sabe?, a lo mejor incluso eres feliz... Sebastian, cariño —añadió—, nunca he sentido por nadie lo que siento por ti. Ni cuando era pequeña ni ahora. —Intentó abrazarlo, pero él volvió a apartarse, y entonces ella comprendió que nada de lo que pudiera decir o hacer lo haría cambiar de opinión.
—No. Prefiero dejar las cosas como están. Lo mejor es que nos vayamos a dormir. —Se levantó y le abrió la puerta de la habitación—. Esto ha sido un error, sólo tenemos que olvidarlo y actuar como compañeros de departamento. Mañana será otro día.
Viendo que daba por terminada la conversación, _______ lo miró una vez más a los ojos, para ver si veía algo que le recordara al hombre que hacía sólo unos minutos la besaba como si la necesitara para sobrevivir... Pero él ya no estaba allí. Entonces decidió decirle lo del departamento.
—Esta semana he visto unos cuantos departamentos que podría alquilar.
Si a Sebastian le sorprendió la noticia, lo disimuló a la perfección.
—No es necesario —Dijo tras unos segundos.
—Sí lo es.
—Puedes quedarte aquí. —Sebastian se frotó los ojos—. No me importa.
—A mí sí. —_______ se obligó a mantener la mirada fija en sus ojos—. Supongo que la semana que viene ya lo tendré todo listo, entonces me iré. —Él seguía sin inmutarse—. Como mañana es sábado, si quieres me iré a pasar el fin de semana a casa de Anthony.
Al oír el nombre de su amigo, le tembló un músculo de la mandíbula.
—Ya te he dicho que no es necesario. —Apretaba el pomo de la puerta con tanta fuerza que empezaba a tener los nudillos blancos—. No creo que a él le guste ser plato de segunda mesa.
De la rabia que sintió, a _______ se le llenaron los ojos de lágrimas, pero se negó a derramar ninguna delante de él e irguió en cambio la espalda para contestarle:
—Mira, una cosa es que tú seas un cobarde y que sólo te encuentres cómodo acostándote con mujeres por las que no sientes nada. Pero no te atrevas a insinuar que yo hago lo mismo. —Estaba furiosa, y al ver que a él le dolía esa acusación, sintió un poco de alivio.
—Lo siento, no quería decir eso —se disculpó a media voz. En el mismo instante en que pronunció las palabras, sabía que se estaba equivocando. _______ era incapaz de utilizar a Anthony, pero una parte de él había querido hacerle daño, había querido que ella dejara de mirarlo con aquellos ojos llenos de comprensión, porque sabía que, de lo contrario, él no iba a poder alejarse.
—Yo en cambio sí quería decir lo que he dicho. —Y con esto, salió de la habitación sin mirar atrás.
**
Como era de esperar, ninguno de los dos durmió.
Sebastian pasó toda la noche recordando cómo las discusiones de sus padres le había arruinado la infancia, pero si era sincero, eso no había sido lo peor. Lo peor había sido ver cómo su padre, aún completamente enamorado de su mujer, se había ido consumiendo hasta morir. A Rupert Stan no le había importado nada, ni su propia madre, que lo apoyaba, ni su hijo. Se había dedicado a beber hasta perder el sentido y, cuando lo consiguió, decidió que ese estado etílico se iba a convertir en su estado habitual. Incluso ahora, Sebastian tenía que esforzarse por recordar a su padre sobrio. Por suerte, Nana siempre había estado a su lado, y lo ayudó a no odiarlo. Con _______ entre sus brazos, sentía como hacía años que no sentía... No sólo porque lo excitaba más allá de la razón, sino porque con ella tenía ganas de temblar, de emocionarse, de arriesgarse a bajar la guardia; pero si valoraba todas las consecuencias, bueno, era mejor así... Sí, sin duda no arriesgarse era la mejor decisión. No entendía por qué el corazón le daba un vuelco al pensarlo, y por qué su entrepierna se negaba a aceptarlo. En fin, ya lo lograría de alguna manera...
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Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-
Romance______, una joven diseñadora gráfica que vive en Barcelona, se ve forzada a redirigir su carrera profesional a causa de un accidente. Aconsejada y apoyada por su familia, ______ se traslada a Londres. Su hermano Chris ha intercedido para que Sebasti...