Mientras Sebastian y Robert se despedían, Clive se quedó solo en el despacho de Sebastian.
—Seb, no puedo creer que me lo pongas tan fácil —Dijo Clive para sí mismo mirando la pantalla del ordenador en la que aún estaba el artículo—. Así no tiene tanta emoción.
Clive hizo una copia con la memoria que llevaba en el bolsillo, e incluso tuvo tiempo de mandar el artículo a su e-mail personal antes de que Robert regresara.
Llevaba años buscando el modo de vengarse de Sebastian, del maravilloso Sebastian Stan y de todos sus principios. Cuando se conocieron en la universidad se hicieron amigos, no íntimos pero sí amigos. Luego, con el paso del tiempo se distanciaron. Clive estudiaba periodismo por tradición familiar y porque así tenía el futuro asegurado, pero estaba más interesado en las fiestas que en aprender, mientras que Sebastian sólo iba a clase y a la biblioteca.
Siempre que coincidían, Clive tenía la sensación de que Sebastian quería humillarlo, y la verdad era que Sebastian había dejado claro que despreciaba el tipo de vida que él llevaba. El santo de Sebastian Stan.
El día que Clive coincidió con Rupert Stan en una fiesta organizada por una de las revistas de su familia y vio lo borracho que estaba, creyó que Dios le estaba haciendo un regalo. No pudo resistirse a tomar unas fotos del hombre en ese pésimo estado, e incluso charló un rato con él sobre las miserias de su ex esposa. Fue genial. Al fin tenía algo que utilizar contra Sebastian, pero decidió guardarse esas fotos para un momento culminante; no tenía ningún mérito destrozar la reputación de un borracho, y su hijo aún no era lo bastante importante como para interesarle a nadie.
Cinco años atrás, Sebastian descubrió que Clive había estado robando dinero de una de las revistas del grupo de la familia Abbot, y cuando fue a ver a Clive para decirle que iba a contárselo todo a Sam, las fotos fueron lo único que lo salvaron. Por otra parte, contemplar la cara de Sebastian al verlas no tuvo precio. Fue uno de los mejores momentos de su vida. Se le desencajó la mandíbula y le brillaron los ojos. Había sido casi como tener un orgasmo... Entonces, Clive le propuso un trato, su silencio a cambio de no publicar nunca las fotografías. Primero, él se negó a aceptar, quería los negativos, pero Clive le dijo que no, que eran su seguro para saber que él nunca contaría nada. Al final Sebastian aceptó; su padre había muerto, y su reputación, aunque bastante dañada, se había recuperado un poco. Además él mismo no podría soportar volver a revivir todos aquellos comentarios sobre «el problema» de su padre con el alcohol. Así que, tras una acalorada discusión en una fiesta, ambos se pusieron de acuerdo.
Pero lo malo era que a Clive eso no le bastaba. Odiaba que su tío Sam lo defendiera siempre, y no podía soportar que todo el mundo lo halagara como periodista y como editor, mientras que a él nadie se lo tomaba jamás en serio. Por suerte, unos meses atrás se le ocurrió una idea genial; el mejor modo de hundir a Sebastian era cerrar "The Whiteboard".
El robo de los artículos fue más fácil de lo que él pensaba. La revista era una casa de locos, y todo el mundo tenía mucha confianza en los demás, por lo que hacerse de los archivos fue como robarle un caramelo a un niño de dos años. Y como en "The Scope" trabajaba una editora con la que él había tenido una relación, no le fue difícil convencerla a cambio del incentivo adecuado.
Su plan empezaba a ir bien cuando, para variar, san Sebastian acudió al rescate con unos artículos alternativos que empezaban a llamar la atención de la crítica. Hacerse de esos artículos estaba siendo muy difícil, nadie sabía de dónde salían, pero ahora el mismísimo Nathan se lo había servido en bandeja de plata. Sí, Dios debía de tener un extraño sentido del humor.
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Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-
Romance______, una joven diseñadora gráfica que vive en Barcelona, se ve forzada a redirigir su carrera profesional a causa de un accidente. Aconsejada y apoyada por su familia, ______ se traslada a Londres. Su hermano Chris ha intercedido para que Sebasti...