Capitulo 8

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Sebastian, _______ y Nana fueron a cenar a un vivaz restaurante situado en un edificio antiguo del casco histórico de la ciudad. La cena fue muy agradable, Nana le contó a _______ un par de travesuras que Sebastian había cometido de niño y logró que él se relajara y se sonrojara. A cambio, _______ le contó las trastadas que él y su hermano mayor habían hecho durante los veranos que pasaron juntos en España. Sebastian se sonrojó aún más, pero en un par de ocasiones se rió a carcajadas.

—Hacía tiempo que no te veía tan contento —Señaló Nana.

—No exageres —Respondió él un poco a la defensiva.

—No exagero. Ya no me acordaba de que cuando sonríes se te marcan hoyuelos. —Su abuela le acarició cariñosa la mejilla.

—Yo nunca podría olvidarlo. —Al darse cuenta de que lo había dicho en voz alta, _______ se puso un poco nerviosa.

— ¿Te ha gustado la visita a las termas? —le preguntó Nana a _______ guiñándole el ojo y fingiendo no haber oído ese último comentario.

—Sí, mucho —contestó ella sin mirar a Sebastian, que parecía un poco confuso—. Es impresionante que los romanos levantaran todo eso hace tantos siglos. Seguro que las construcciones de hoy en día no aguantarían lo que han resistido esas piedras.

—Seguro que no —comentó él, que ya se había recuperado.

—Bueno, niños, deberíamos pedir la cuenta e irnos a casa. Yo ya no tengo edad para estos trotes. Sebastian  hizo un gesto al camarero y, antes de que ninguna de las dos pudiera oponerse, pagó la cuenta. Fueron paseando hasta casa de Nana. La noche era muy cálida para ser sólo principios de primavera, y habían decidido ir a pie hasta el restaurante.

—Sebastian, no sé si te lo había comentado, pero estoy repintando la habitación que da al jardín, así que _______ y tú tendréis que compartir tu habitación.

— ¿Qué? —preguntaron al unísono los dos afectados.

—No te preocupes, tu habitación tiene dos camas, y supongo que no os molestará; al fin y al cabo sois casi hermanos —añadió Nana con picardía. Estaba convencida de que si no le daba un empujoncito, su nieto nunca acabaría de decidirse.

—No, en absoluto —contestó _______ sin levantar la vista del suelo—. Pero yo puedo dormir en cualquier lado, incluso en el sofá.

—No digas tonterías —la riñó él—. Si alguien tiene que dormir en el sofá seré yo. Tú pareces cansada, y necesitas dormir.

—No voy a permitir que duermas en el sofá. ¡Tú mides casi dos metros, y ese sofá apenas tendrá un metro y medio! —_______ levantó la vista, pero no miró a Sebastian.

—No mido dos metros y si digo que voy a dormir en el sofá, es que voy a dormir en el sofá. —él se detuvo en medio de la calle.

—Niños, niños. —Nana intentó disimular la sonrisa que dibujaban sus labios—. No discutáis. Los dos podéis dormir en una cama. Lo único que tenéis que compartir es la habitación, nada más. Ni que eso os obligara a contraer matrimonio.

—Tienes razón Nana. Discúlpame, _______. —Sebastian se pasó la mano por el pelo—. Supongo que yo también estoy cansado.

—No, perdóname tú —dijo _______ avergonzada—. Supongo que he leído demasiados libros románticos de época —añadió, en un intento de aligerar la situación.

Nana sonrió e intervino de nuevo:

—Bueno, como ya está solucionado, no veo ningún inconveniente para que no continuemos. Tengo ganas de acostarme; yo, a mi edad, necesito mis horas de sueño.

Dicho eso, los tres echaron a andar y, pasados pocos minutos, llegaron a casa. Nana les dio las buenas noches y se fue a su habitación. _______ y Sebastian se quedaron solos, mirándose el uno al otro sin saber qué decir. Al final, fue él quien rompió el silencio:

—Ponte la pijama y acuéstate, yo aún no tengo sueño. —Pero el bostezo que no pudo controlar lo traicionó—. Me quedaré aquí, leyendo un rato.

—No seas terco —dijo _______—. Me pongo la pijama en el baño y los dos nos acostamos. Vamos, te prometo que tu virtud no corre ningún peligro conmigo.

Le sonrió y se dirigió a la habitación para coger sus cosas y cambiarse.

—Pero la tuya sí corre peligro conmigo —susurró Sebastian para sí mismo, y no pudo evitar preguntarse qué le estaba pasando. A él no solían gustarle las chicas dulces, con sonrisas que hacen que tiemblen las piernas y ojos negros capaces de engullirlo a uno.

Sebastian hizo un esfuerzo por recordar que era la hermana de su mejor amigo, y que Chris era cinturón negro de un montón de artes marciales. Con _______ no se jugaba.

Finalizado su auto sermón, se frotó la cara con las manos y se dirigió al dormitorio

Mil gracias por los comentarios y los votos!! :D

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora