Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-

Capitulo 66

El viernes, tal como le había dicho a Sebastian, _______ acompañó a su madre a visitar a una amiga fuera de la ciudad. A ella siempre le había gustado estar con su madre, pero esa mañana apenas se percató de su presencia. No podía dejar de pensar en Sebastian. No sabía qué pretendía quedándose en Barcelona. Él le decía que la amaba, pero ella no sabía si creerlo. La verdad era que tenía miedo. En Londres, ella le había entregado su corazón y él, en cambio, ni siquiera había confiado en ella. Si lo hubiera hecho, no la habría acusado del robo de los artículos.

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Sebastian no podía seguir así. En los dos días que llevaba en Barcelona apenas había visto a _______ un par de horas. En Londres se había acostumbrado a desayunar con ella, a pasear con ella, a dormir con ella. Y ahora, hacer cualquiera de esas cosas sin ella carecía de sentido. Si _______ no tenía intención de perdonarlo, lo mejor que podía hacer era regresar a Londres; al menos allí podría refugiarse en su trabajo.

Sebastian tenía serias dudas sobre si ella lo perdonaría o no. Había momentos en que creía que sí, que ella aún lo amaba y que pronto volverían a estar juntos, pero había otros en que creía todo lo contrario; _______ apenas podía mirarlo a la cara, y aún no le había vuelto a decir que lo amaba. Tras pensarlo mucho, decidió que lo mejor sería no llamarla en todo el día y esperar al sábado. Entonces le preguntaría directamente si podía llegar a perdonarlo, y si ella respondía que no, cogería el primer vuelo que saliera hacia Londres. Sólo esperaba tener fuerzas para lograrlo.

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El sábado a las doce de la mañana, Sebastian se presentó en casa de _______. Él sabía perfectamente que habían quedado a las seis de la tarde, pero se veía incapaz de esperar seis horas más. Bastante le había costado esperar hasta las doce. Si _______ no estaba en casa, la esperaría en el portal. Al menos así no se subiría por las paredes del departamento de Anthony, quien por cierto ya lo había amenazado con atarlo a una silla si no se tranquilizaba.

Llamó al timbre, y _______, vestida con aquel pantalón gris y aquella camiseta rosa que lo volvía loco, abrió la puerta. Aquello iba a ser mucho más difícil de lo que creía.

—Sebastian, ¿Qué haces aquí?

—He venido a verte. Sé que no tenía que estar aquí hasta las seis, pero lo que tengo que decirte no podía esperar.

—Pasa —dijo ella un poco nerviosa. Jamás lo había visto tan alterado—. ¿Te has acordado de traer mi libro?

—Aquí lo tienes. —Sebastian dejó su querido ejemplar encima de la mesa que había delante del sofá—. Ahora ya no tendré ninguna excusa para volver a verte, y eso me aterroriza.

—Bueno, si Chris y tú seguís siendo amigos, tarde o temprano volveremos a coincidir.

— ¿Es eso lo que quieres? —Preguntó mirándola a los ojos — ¿Quieres qué seamos unos viejos conocidos que coinciden de vez en cuando e intercambian frases absurdas?

—No. ¿Y tú? ¿Qué quieres tú? —Sebastian iba a contestar, pero _______ levantó una mano y lo detuvo—. ¿Qué pretendes quedándote en Barcelona? Mira, yo no puedo jugar a esto... Así que lo mejor será que te vayas.

— ¿Jugar? Yo no estoy jugando a nada. Te amo.

—A ti lo que te pasa es que te sientes culpable por todo lo que pasó y crees que me amas, pero dentro de unos meses sucederá algo y volverás a dudar de mí, de nosotros, y... yo no podré soportarlo. —_______ por fin estalló. Llevaba días pensando todo eso y sabía que había llegado el momento de dejar las cosas claras—. En Londres hice todo lo que estaba en mis manos para hacerte feliz. Te lo di todo y no sirvió de nada. Te di mi corazón, mi confianza, y tú te comportaste como un cobarde. Cuando tuviste una duda, no confiaste en nosotros, preferiste creer que yo te había traicionado y así poder echarme de tu lado. Yo te amaba y tú, tú... —_______ respiró hondo para intentar serenarse—. Será mejor que te vayas. Esto no nos lleva a ninguna parte. Yo estoy empezando a recuperar mi vida y... vete. Vete y no vuelvas.