Capitulo 30

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La película empezó. Sebastian no la había visto, pero estaba más interesado en mirar a _______ que en otra cosa. Era fascinante ver cómo se sorprendía, se asustaba, y eso que, según ella, ya la había visto un montón de veces. Pero cuando Drácula intenta morder a Keanu Reeves, a quien, en opinión de _______ y sus hermanas, habría que considerar patrimonio de la humanidad, ella se abrazó a él y Sebastian se quedó petrificado.

— ¿Qué te pasa?

—Odio esta escena. Me pone los pelos de punta. —Ella tenía la cabeza pegada a su pecho.

—Pero si ya la has visto, ya sabes lo que va a pasar. —Sebastian estaba perplejo, y empezaba a costarle respirar; por no hablar del problema que empezaba a tener entre las piernas.

—Ya sé que no tiene lógica, pero no puedo evitarlo. Cuando acabe, me avisas. —Ella seguía sin moverse y su cerebro no paraba de repetirle que le encantaba el olor de Sebastian.

—Ya está, ya ha salido de la habitación, ya puedes darte la vuelta.

Él no hizo ningún esfuerzo para que ella se soltara.

_______ se volvió, pero no recuperó su posición inicial, sino que se quedó a su lado, apoyó la cabeza en el pecho de Sebastian y puso la mano encima de su cadera. La excusa de los sustos de la película era perfecta, pero además a él parecía no importarle; incluso se movió para que ella pudiera acercarse más y le rodeó la espalda con un brazo. A medida que la historia de Drácula avanzaba, Sebastian y _______ estaban cada vez más abrazados, él le acariciaba el brazo cuando ella se asustaba y ella le recorría suavemente con las manos los abdominales o el muslo. Ninguno de los dos decía nada. Cuando llegó la escena final, _______ empezó a llorar. Fue a enjugarse las lágrimas con la manga de la blusa, pero notó cómo él se incorporaba y le cogía la cara entre las manos. Seguro que se reía de ella. Pero no, sin decir nada, recogió con el pulgar una de sus lágrimas, la miró directamente a los ojos, sonrió y susurró:

—No llores. Sólo es una película. —Seguía acariciándole las mejillas.

—Es tan triste. —_______ continuaba llorando—. Se quieren tanto... Todas las historias de amor que me gustan acaban mal.

— ¿Todas? —Ahora él le acariciaba el pelo, parecía totalmente concentrado en desenredárselo.

—Todas. —Dejó de llorar y sintió cómo a cada pequeña caricia de él, se le aceleraba el pulso. Si no la soltaba, iba a tener un problema—. Ya estoy bien.

—Yo no.

La miró a los ojos. Le temblaban las manos; bajó suavemente la cabeza y la besó. Eran unos besos suaves, ligeros, como de mariposas. Le besó las mejillas, los párpados, los labios, la nariz. _______ estaba perpleja, las veces anteriores en que él la había besado era como si no pudiera evitarlo, pero en esa ocasión era como si quisiera hacerlo, como si ella fuera lo único que le importara. Sebastian le cogió las manos y empezó a besarle las puntas de los dedos.

—Sebastian, ¿Qué haces? —A _______ empezaba a costarle respirar.

—Besarte. Pero no debo de estar haciéndolo muy bien si tienes que preguntármelo. —Él sonrió, pero siguió con el camino de besos que estaba dibujando ya en su muñeca.

—No, lo haces muy bien. Estoy segura de que te lo habrán dicho muchas veces... Demasiadas. Lo que quiero saber es por qué. —Ella cerró los ojos, Sebastian le estaba besando el cuello y le acariciaba la espalda.

—Nunca nadie como tú. ______, ¿Me escuchas? Nunca ha habido nadie como tú... Me estás volviendo loco, no puedo concentrarme en el trabajo, ando como trastornado todo el día, pensando en lo que debes de estar haciendo, y por las noches no puedo dormir. Estas últimas semanas me he dado cuenta de una cosa. —Se separó un poquito de ella, aunque sin soltarle las manos, quería seguir tocándola—. No sé cómo decirte adiós.

A _______ le temblaba el labio inferior y volvía a estar al borde de las lágrimas.

—Pero tampoco sé cómo pedirte que te quedes.

Entonces la soltó para pasarse las manos por el pelo nerviosamente.

— ¿Quieres que me quede? —_______ le acarició la rodilla.

Sebastian se levantó y empezó a pasear por delante del televisor, que ahora tenía la pantalla azul.

—Sí, creo que sí... Pero me da miedo... No se me da muy bien lo de necesitar a los demás. Nunca me he en... —antes de decir «enamorado», rectificó—, sentido tan bien con nadie, pero no sé si puedo. No sé si tengo determinados sentimientos o, mejor dicho, no sé si quiero tenerlos.

—Tranquilo. —_______ se puso también de pie y le acarició la espalda.

—No quiero hacerte daño. No me lo perdonaría y... —Levantó el labio en una media sonrisa—. Seguramente Chris me mataría.

—No te preocupes, sé cuidarme sola. Los problemas que tengamos, si es que llegamos a tenerlos, los solucionaremos en su momento. Sólo quiero saber una cosa, ¿Estás seguro? —_______ se paró delante de él, mirándolo directamente a los ojos.

—Sí —Respondió él sin dudar ni un segundo—. ¿Y tú?, ¿Quieres quedarte?

—Sí.

Sebastian soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo en los pulmones, y la besó. Ella estaba apoyada contra la pared, la tenía atrapada, había colocado cada una de sus manos al lado de su cabeza, y con el vientre y las piernas la mantenía totalmente prisionera. Tampoco era que _______ quisiera ir a ninguna otra parte; por nada del mundo. Los besos habían comenzado dulces, despacio, pero ahora eran cada vez más hambrientos. Los dos hacían esfuerzos por respirar, una actividad demasiado sobre valorada. Sebastian se apretó aún más contra ella, como si quisiera fundirse con su cuerpo, y abandonó su boca para centrar su atención en su cuello. Le lamió el interior y ella gimió. Notar los labios de Sebastian contra su piel era algo que pensaba que no volvería a suceder.

—Sebastian. —A ella le costaba respirar—. Me tiemblan las rodillas.

—Eso es bueno.

Él seguía besándole el cuello. Con una mano empezó a quitarle la blusa a la vez que metía una rodilla entre sus piernas. Apretó su erección contra su cuerpo y volvió a besarla. La boca de ______ lo volvía loco, su forma, su textura, cómo temblaba cuando él estaba cerca, cómo se movía al ritmo de la de él. Nunca se había fijado en esos detalles, pero con ella todos parecían importantes. Sus suspiros, sus temblores. Todo.

—Tu olor... Casi me vuelvo loco estas semanas, oliéndote. ¿Sabes que antes de meterme en la ducha huelo tu perfume? —Estaba tan excitado que no se daba cuenta de lo que decía, sólo era consciente de que necesitaba tocarla, besarla, estar dentro de ella. Tenía que recuperar el control o todo acabaría demasiado pronto, y si de algo estaba seguro era de que _______ merecía más que un revolcón rápido en el suelo. Así que dejó de besarla y volvió a centrar su atención en su cuello. Era preciosa, tenía una piel suave y respondía a sus caricias con una naturalidad que lo volvía loco. ¿Cómo había podido pasar tanto tiempo viviendo con ella sin tocarla todos los días?

Los dos habían perdido un tiempo precioso. _______ colocó una de sus manos en su erección, lo acarició y, cuando notó que él se apretaba aún más contra su mano, lo acarició con más fuerza. Apartó la mano un segundo con la intención de repetir la caricia, esta vez sin la barrera del pantalón. Aunque éste no era un gran impedimento: el algodón del pantalón de Sebastian era delgado, el de unos pantalones que se han lavado mucho, pero él no se veía capaz de aguantar las caricias de ella directamente sobre su piel. Quería, necesitaba que ella estuviera tan al límite como él antes de hacer el amor. No se planteó el porqué, siempre había sido un amante generoso y siempre se había preocupado de sus parejas, pero _______ era... No sabía qué era, sólo sabía que todo aquello era nuevo para él, y que quería que fuera especial. Tanto en la cama como fuera de ella.

Quería que _______ se quedara, que fuera suya. La mordió suavemente. Primero sólo iba a besarla otra vez en el cuello, pero al sentir cómo temblaba, le vino a la cabeza la película que acababan de ver. Era una idea infantil, pero en ese momento pensó que quizá ella y él sí tenían un futuro juntos, y que quizá estaban destinados a estar el uno con el otro. La mordió un poco más fuerte, sin hacerle daño; nunca le haría daño. Sólo quería sentirla suya, y cuando la notó temblar y apretarse aún más contra su vientre, vio que a ella también le gustaba.

—Creo que empiezo a entender a Drácula, tu sabor es mejor que el olor, más intenso.

Y antes de que ella pudiera contestar, la besó. Un beso húmedo, profundo, que ninguno de los dos podría olvidar nunca. Sus lenguas se acariciaron, ella le mordió el labio inferior y él tomó posesión de su boca. Se saborearon. Para _______, el sabor de Sebastian era un sueño hecho realidad, le encantaba cómo su lengua la acariciaba; como si fuera una fruta exótica, como si quisiera impregnarse de ella.

_______ se notaba el pulso acelerado, tenía que tocarlo, sentir su piel contra la de él, comprobar que su corazón latía tan rápido como el de ella, cómo temblaba si lo tocaba, cómo sudaba al tenerla cerca, de modo que le quitó la camiseta y le acarició la espalda. Cuando sintió que él temblaba tanto como ella, la recorrió un escalofrío. Los labios de Sebastian volvieron al cuello de _______. Miró la marca que sus dientes le habían dejado y se la besó, se la chupó. Ella se movía contra su erección, le acariciaba la espalda y le lamió el sudor del cuello. Él centró ahora su atención en los pechos, primero le recorrió el cuello con la lengua hasta encontrar la tira del sujetador, que resiguió hasta llegar a su objetivo. No la desnudó, sino que besó el encaje rosa, se lo acarició.

—Me gusta tu ropa interior. Es femenina y delicada. Como tú —Dijo todo esto sin separarse ni dos milímetros de ella. _______ notaba cómo su respiración le acariciaba la piel. No recordaba haber estado tan excitada en su vida. Él estaba concentrado besándola, y al rozar sus pechos, se excitó aún más al ver cómo se erguían sus pezones contra el algodón del sujetador.

—Sebastiaaan. —Él le besaba el pecho como si tuviera todo el tiempo del mundo. Con la lengua dibujó su forma, con los labios los resiguió—. Sebastiaaan. —_______ le apretaba los hombros, y le notaba la espalda húmeda de sudor—. Sebastiaaan, vamos a la cama.

—No. —En esos momentos estaba muy ocupado besando su estómago. Había dejado los pechos en un intento de recuperar un poco de control, pero los lunares que _______ tenía en el abdomen lo estaban desconcentrando.

—¿¿NO?? —No podía ser que otra vez se apartara de ella. _______ ya notaba las lágrimas en sus ojos cuando Sebastian añadió:

—No, antes tengo que hacer una cosa.

Él seguía besándole todas y cada uno de los lunares que encontraba, pero ahora una de sus manos estaba en la cintura de su pantalón de algodón gris.

— ¿Qué es lo que tienes que hacer? —________ no entendía nada, pero le bastaba con que él no dejara de besarla.

—Tengo que olerte toda, comerte. Además —Resiguió con la lengua la forma de sus costillas—, así tú estarás tan excitada como yo.

Él se había agachado y le besaba el ombligo. La mano que había apoyado en su cadera le acariciaba otra vez la espalda y, cuando encontró el sujetador, lo desabrochó. Entonces Sebastian se incorporó, volvió a colocarse a su altura y la besó. ________ temblaba. Le devolvió el beso con fuerza, ella también estaba al límite. Él le quitó el sujetador y lo tiró al suelo. Se besaban, y ahora que estaban piel contra piel, los pulsos de ambos se aceleraron, el sudor de los dos, las lenguas de los dos, el corazón de los dos parecían tener el mismo objetivo; entrar en el otro.

_______ fue la primera en separarse. Tenía que serenarse, nunca había sentido nada parecido y estaba un poco asustada. Era la primera vez que hacían el amor. La noche en que se acostaron había sido increíble, pero no había sido hacer el amor. Esa noche había habido pasión, fuego, pero ahora, además, había sentimientos. Ahora Sebastian le estaba entregando mucho más que su cuerpo y _______ estaba tan excitada que era como si su propia piel le quemara, como si el corazón le explotara. La respiración se le había descontrolado, y ya no sentía nada que no fueran los labios, las manos de él sobre ella.

—No tienes que preocuparte por eso. Estoy a punto de...

Él le desató también el cordón de los pantalones con una mano y cayeron al suelo. Bajó la cabeza y le miró los pechos, sin el sujetador eran aún más bonitos, perfectos. Se los besó, esta vez desnudos. Le mordió suavemente cada uno de ellos y luego besó las pequeñas marcas de sus dientes.

—Sebastiaaaaan...

_______ ya había perdido totalmente el control, temblaba, y sólo quería que él la tocara, que le hiciera el amor. Él bajó aún más y volvió a besarle el ombligo y todo lo que encontró a su paso hasta llegar a la ropa interior. Entonces lamió la piel que quedaba justo sobre la cinturilla, y con una mano empezó a desnudarla.

—Sebastian. No hagas eso. —________ tenía la cabeza apoyada en la pared, los ojos cerrados y los dedos entre el pelo de él, que ahora estaba totalmente de rodillas frente a ella.

—No puedo evitarlo. —Le besó el vientre y lenta, muy lentamente, la desnudó—. No puedo dormir pensando en esto. O lo hago o me vuelvo loco. —Le puso las manos en el trasero y la empujó suavemente contra su boca.

—Sebastiaaaan...

Ella temblaba por completo, las piernas se le derretían, el sudor le resbalaba por el cuello, tenía el pulso descontrolado, y entonces sintió cómo él también se estremecía, cómo la besaba, cómo la acariciaba y cómo aquello le afectaba.

—Sebastian. —Estaba tan excitada que ni siquiera podía pensar—. Sebastian, llévame a la cama. —Se mordía el labio inferior—. Por favor...

Él seguía besándola, devorándola, era sexy, dulce, quería absorber su olor, su sabor, su pasión. _______ apretó los dedos que tenía entre el pelo de Sebastian y sintió cómo se le doblaban las rodillas. Él la cogió en brazos, se levantó y echó a andar. Ella lo besó en el cuello. Le encantaba cómo olía. Ella flotaba, soñaba, seguía besándolo. Entraron en su habitación y la tumbó en la cama.

—________, princesa. —Depositó unos besos en sus mejillas—. ¿Estás bien? —Se había tumbado a su lado, con la cabeza apoyada en una mano y con la otra acariciándole un brazo.

—Sí, pero te echo de menos. —Se incorporó y lo besó con pasión —Quiero hacer el amor contigo. —Le tembló un poco la voz, nunca había estado así con nadie. Evidentemente, había estado con hombres antes, chicos que le habían gustado y con los que había disfrutado, pero nunca con nadie que la completara, que la hiciera sentir que todas las películas de amor tenían sentido.

—Yo también quiero hacer el amor contigo. —Sebastian pronunció «hacer el amor» como si fuera la primera vez que lo decía, como si le costara creérselo.

Ella volvió a besarlo. No quería que él se preocupara por nada; le acarició el pecho, deslizó su mano hasta el pantalón.

Sus labios empezaron entonces un camino descendente; le besó la mandíbula, la nuez, dibujó sus pectorales con su lengua lenta, húmeda. Le encantaban los ruidos que hacía Sebastian y sus esfuerzos para no gritar. Llegó a donde quería; le bajó los pantalones, e iba a besarlo, cuando él se incorporó.

—No. —Se sonrojó—. Estoy demasiado... ejem... La próxima vez, princesa. Ahora o entro dentro de ti o pierdo definitivamente el poco control que me queda.

Sebastian la besó con urgencia y se sentó en la cama. Abrió el cajón de la mesilla de noche y _______ vio con satisfacción que la caja de preservativos estaba tal como la habían dejado la noche que se acostaron juntos. Sebastian cogió uno y se lo colocó él mismo. No confiaba en aguantar más si dejaba que lo hiciera ella. Se volvió y ella lo abrazó. Volvieron a besarse; era como si nunca fueran a tener suficiente. Ella temblaba otra vez, estaba muy excitada y muy nerviosa, él lo notó y dulcificó sus besos, sus caricias.

—Tranquila, yo también estoy nervioso. Pero esto está bien, tiene que estarlo, yo nunca, nunca, había estado así por nadie. —La besó intentando transmitir en su beso lo que no podía decirle con sus palabras—. ¿Me crees? —La miró inseguro.

—Te creo. —Para evitar llorar delante de él en un momento como ése, lo atrajo hacia su pecho y le susurró al oído—: Hazme el amor, Sebastiaaan. —Le recorrió la oreja con los labios.

Él se estremeció.

—Tus deseos son órdenes, princesa.

Entró dentro de ella con cuidado, quería recordar ese momento, quería saborear cómo era hacer el amor con la única mujer capaz de atrapar su corazón. Por otra parte, pensó que así controlaría un poquito más su propio deseo... Se equivocó. Cuando notó cómo ella lo envolvía, cómo su cuerpo se fundía con el suyo, perdió el control. Ambos lo perdieron; se movían al mismo ritmo, con el mismo latido, se devoraban, y de golpe todo fue demasiado para los dos; las miradas, los besos, el cielo se derrumbó, el infierno se abrió, todos, todos los tópicos se hicieron realidad, y _______ y Sebastian entendieron que estaban hechos el uno para el otro, aunque quizá ninguno sabía qué hacer al respecto.

Se quedaron tumbados, abrazados, mirándose el uno al otro asombrados, como si no pudieran creer lo que acababa de pasarles. Él le apartó un mechón de pelo que tenía en la frente, ella lo peinó un poco. Los dos tenían el pulso muy acelerado. Él fue el primero en hablar.

—_______... yo. —No continuó, cerró los ojos unos instantes para recuperar el control—. Yo... —No sabía qué decir.

—Tranquilo. A mí me pasa lo mismo.

— ¿Sí? ¿Qué te pasa? —Le cogió la mano y, cariñosamente, le besó los nudillos.

—Que no sé cómo explicar lo que hay entre tú y yo. —_______ se incorporó un poco y le dio un beso muy dulce.

— ¿Y no te da miedo? —preguntó él asombrado de que ella estuviera tan tranquila.

—Un poco. Pero creo que merece la pena que nos arriesguemos.

—Espero que tengas razón. —Nathan le pasó la mano por el pelo. Tenía que irse de allí. Necesitaba estar solo para pensar en lo que había pasado—. Tengo que levantarme.

—Claro. —_______ se apartó, pero antes de que él se incorporara del todo, lo cogió del brazo—. Sebastian, lo único que te pido es que lo intentes. ¿De acuerdo?

—De acuerdo. —Él le dio uno de aquellos besos que la dejaban sin sentido y se fue hacia el baño.

_______ se durmió en pocos segundos. Nunca había sido tan feliz.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora