Capitulo 1

3.2K 129 11
                                    

Barcelona, aeropuerto de El Prat.
Unos seis meses atrás.

______ estaba muy nerviosa. Aún no sabía cómo se había dejado convencer; apenas hacía una semana que le habían quitado el yeso de la pierna, tenía el inglés muy olvidado, y eso de instalarse en casa de Sebastian era una locura. ¡Hacía años que no lo veía!

Era el mejor amigo de su hermano mayor y, por desgracia, el primer chico del que ella se había enamorado. Bueno, eso quizá era exagerar un poco. Cuando ______ era pequeña y Sebastian era el complicado amigo de Chris, se había quedado atontada con él. Sí, ésa era la palabra, atontada. Por suerte él nunca se dio cuenta, así que ahora podía ahorrarse la vergüenza.

—______, ¿Estás segura de que lo llevas todo? —Preguntó su madre por enésima vez.

—Sí, estoy segura. Y si se me olvido algo ya me lo mandarás, Londres está aquí al lado —Respondió ella sin saber muy bien qué era lo que le estaba preguntando.

—Estoy seguro de que esta experiencia te irá bien —Comentó su padre mientras cargaba las maletas en la cinta para facturarlas—. Ya era hora de que dieras un cambio a tu vida.

—Ya —replicó ______ ausente.

Unos meses atrás, pocos días después de Reyes, ______ se cayó por la escalera y se rompió la pierna por varios sitios. La historia no tenía demasiado glamour; estaba sola en su piso de Barcelona, un piso pequeño por el que pagaba un alquiler altísimo, cuando decidió ir por las cajas de la mudanza que aún tenía por desembalar. Hacía casi un año que vivía allí y todavía no estaba del todo instalada. Las cajas que le faltaban por ordenar estaban en un trastero, en el desván; un trastero que el portero del edificio le había cedido muy amablemente por un tiempo. Bajaba cargada y como era habitual en alguien tan torpe como ella, tropezó por la escalera. Cuando se vio allí, en el suelo, con las cajas a su alrededor y sin su teléfono móvil encima, se echó a llorar. No sólo porque la pierna le dolía mucho, muchísimo, sino porque estaba sola, cansada y hacía tiempo que nada le salía bien.

Por suerte, antes de que perdiera por completo los nervios, pareció su vecina, la señora Stevens, con Dante, su perro. Le dijo que al oír todo ese ruido había decidido salir al pasillo para ver qué pasaba y claro, no iba a dejar a Dante solo dentro de su piso, porque cuando se quedaba solo se estresaba y luego no había modo de que dejara de ladrar durante horas. La señora Stevens era la típica vecina cotilla con incontinencia verbal, pero cuando vio los ojos de ______ llenos de lágrimas, se calló y se puso manos a la obra; en pocos minutos llegó una ambulancia.

En el hospital la historia empeoró. Le hicieron un montón de radiografías, y un médico de urgencias, no demasiado amable y nada parecido a George Clooney, le comunicó que se había roto dos dedos de un pie y el tobillo. No es que fuera muy grave, y como le habían dado suficientes analgésicos como para atontar a un caballo, a ______ no le interesó en absoluto esa lección de medicina. Lo único que quería saber era en qué se traducía todo eso y la respuesta no le gustó: tenían que enyesarla desde la punta del pie hasta la rodilla y, como mínimo, iba a tardar unos dos meses en recuperarse del todo. Fantástico, seguro que a su jefe le iba a encantar.

Cuando ya estuvo enyesada, la instalaron en una camilla en la sala de urgencias, en uno de esos cubículos que están rodeados de cortinas por todos lados, y le preguntaron si quería llamar a alguien. Tuvo que hacer cinco intentos antes de que uno de sus hermanos contestara. Tener familia numerosa para eso. Seguro que todos, incluidos sus padres, estaban en las rebajas. En fin, apoyó la cabeza en la almohada y se resignó a esperar a que Chris, el afortunado que había contestado a su llamada fuera a buscarla. Tal vez pudiese dormir un rato, pero ni siquiera en eso tuvo suerte. A los pocos minutos, entró una enfermera.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora