Capitulo 26

1.4K 98 3
                                    

En la cocina, _______ preparó el caldo de verduras. Mientras lo hacía, escuchaba a Nina Simone y pensaba en cómo habían cambiado las cosas. En tan sólo unos meses había encontrado nuevos amigos, un nuevo trabajo y a Sebastian. Quizá no había sido tan malo lo de romperse la pierna.

Preparó una bandeja con un plato de sopa, un poquito de zumo, los medicamentos y una servilleta, y se lo llevó a la habitación de él.

—Hora de cenar. He preparado sopa de verduras. Despierta. —Como Sebastian ni siquiera se movió, _______ dejó la bandeja y se acercó a él—. ¡Dios mío! Estás ardiendo. Sebastian, por favor, despierta, vamos.

Estaba muy preocupada, tenía que hacer algo.

—_______, mi princesa. —Sebastian deliraba, sudaba sin parar y tiritaba.

—Sebastian, abre los ojos, por favor. —Nada—. Sebastian, tienes que tomarte esta pastilla, tienes que ponerte bien, si no, yo... —Notó cómo se le llenaban los ojos de lágrimas—. Vamos _______, no seas histérica —se dijo a sí misma—. Sólo es un resfriado. Lo que tienes que hacer es lograr que se tome el medicamento y hacer que le baje la temperatura. Tranquilízate y piensa en lo que haría mamá.

Entonces se acordó de que su madre trituraba las pastillas y las mezclaba con el zumo, y decidió que no perdía nada por intentarlo.

—Sebastian, tienes que beberte esto. —Él seguía sin responder, así que _______ cogió una cucharita y se la acercó a los labios—. Eso es —dijo al ver que así conseguía que se la tomara—. Espero que cuando te mejores me compenses por este susto. —él estaba ahora un poco más tranquilo, y logró que se bebiera todo el jugo.

Cuando acabó, le secó otra vez la frente, le arregló las sábanas y, antes de salir de la habitación, le dio un pequeño beso en la nariz. Fue una tontería, pero su madre siempre se lo hacía cuando estaban enfermos, así que seguro que eso también serviría para algo.

_______ puso orden en la cocina y vio un rato la televisión. Estaba muerta de sueño, pero no quería acostarse antes de haberle dado otra vez la medicina, de modo que tenía que quedarse despierta hasta las doce. Cuando llegó la hora, volvió a preparar un poco de zumo para poder diluir en el las pastillas.

—Ya estoy aquí. Veamos cómo está mi enfermo preferido. —Se sentó en la cama y notó cómo se le iba todo el color y se quedaba blanca en cuestión de segundos. Sebastian estaba aún más caliente que antes. Tanto, que cuando ella le puso la mano en la frente, él se apartó como si no pudiera soportar nada más sobre la piel—. Sebastian, espero que cuando te recuperes, no te enfades por lo que te voy a hacer.

Dicho esto, se levantó, apartó las sábanas de la cama y empezó a desabrochar la camisa de la pijama de él. Éste no paraba de quejarse, pero por suerte para ella, estaba demasiado débil para oponer resistencia. Para calmarse los nervios, _______ siguió hablando:

— ¿Sabes una cosa? Nunca imaginé que el día que te quitara la ropa sería así. Y no me digas que ya te he visto desnudo antes. Esa noche que nos acostamos fue todo demasiado rápido. —Suspiró—. Siempre pensé que haríamos el amor en la playa, como en las películas. Vaya tontería, ¿No? —Con cada botón le confesaba algo más—. Otra cosa que me imaginaba era a ti desnudándome; despacio, lentamente, no como el otro día. ¿Recuerdas que te dije que lo había olvidado? Era mentira. Aunque supongo que tú sí lo has olvidado. En fin, es mi destino. Soy pésima enamorándome.

Ya le había quitado la camisa y el pantalón, sólo le había dejado los bóxers.

—Gracias a Dios que te dejaste los calzoncillos debajo de la pijama, no sé si habría podido hacer esto si hubieras estado totalmente desnudo. Por cierto, estás demasiado delgado, pero eso ya lo arreglaremos, ¿Vale? Voy al baño a buscar toallas, no te muevas. No está mal eso de que no me repliques.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora