Capitulo 48

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—¡_______! —Amanda estaba arrodillada a su lado, junto con un montón de gente. Entre ellos estaba el motociclista, que se había quedado pálido del susto y no dejaba de disculparse—. No te muevas.

— ¿Qué ha pasado? —Preguntó ella aturdida. Estaba tumbada en el suelo, en mitad de la calle. Le dolía la espalda, la cabeza y no podía mover la mano derecha.

—Has cruzado en rojo y sin mirar —Respondió Amanda angustiada—; el motociclista no ha tenido tiempo de frenar. Por suerte, ha logrado esquivarte en el último momento, pero te ha tirado al suelo. ¿Cómo te encuentras?

—Creo que me he roto la mano derecha —contestó _______—. Y me duelen mucho la cabeza y la espalda.

—Tranquila. Ya viene la ambulancia, y Robert ha salido corriendo a buscar a Sebastian. —Amanda le cogía la otra mano—. No te preocupes. Suerte que no era un coche, o una moto más grande, no sé qué habría pasado entonces.

_______ cerró los ojos. Ella tampoco lo sabía, y no quería ni imaginárselo. Estaba allí, muerta de miedo, tumbada en medio de una calle de Londres, y en lo único en lo que podía pensar era en que tenía que decirle a Sebastian que lo quería.

La ambulancia no tardó en llegar y Amanda subió con ella para acompañarla al hospital. _______ tuvo una extraña sensación de dejà vu; era la segunda vez en menos de un año que iba al hospital. A ver si esta vez tenía más suerte con la enfermera.

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Sebastian estaba en su despacho, repasando por enésima vez el artículo que había escrito sobre las mafias asiáticas. Sabía que en principio no se iba a publicar, sólo lo había escrito para tener cubiertas las espaldas en caso de que volvieran a robarles material. Pero tenía que estar perfecto. En ese momento entró Clive.

—Vaya, Sebastian, veo que estás trabajando —Comentó sarcástico.

—Sí, es una lástima que yo no pueda decir lo mismo de ti —Respondió sin apartar la vista de la pantalla.

Clive se rió.

—Siempre me ha gustado tu flema británica, y me encantaría discutir contigo, pero estoy buscando a Amanda. ¿Se puede saber dónde se ha metido? El día que yo me encargue de todo esto, se acabarán los almuerzos de más de una hora.

Sebastian ya no escuchó el último comentario. Era muy raro que Amanda se retrasara, ella nunca era impuntual, y menos aún sabiendo que la víbora de Clive estaba en la oficina. Descolgó el teléfono y marcó la extensión de _______... Nada, tampoco contestó. Aquello no le gustaba nada; seguro que había pasado algo. Iba a llamar a Robert cuando éste entró corriendo en su despacho.

— ¡Sebastian! —Robert apartó a Clive de la puerta—. No te asustes, pero _______ ha tenido un accidente.

Al oír la palabra accidente y _______ en la misma frase, Sebastian sintió cómo le daba un vuelco el corazón, y se levantó de golpe para ponerse la americana.

— ¿Qué ha pasado? —Preguntó nervioso, sin importarle que Clive presenciara toda la escena—. ¿Dónde está?

—Se la han llevado al hospital del centro —respondió y al ver que Sebastian palidecía y empezaba a temblar, añadió—: La ha atropellado una moto. Tranquilo, no es muy grave, creo que sólo se ha roto una mano, y Amanda está con ella.

—Tengo que verla. —Sabía que no se tranquilizaría hasta que viera con sus propios ojos que ______ estaba bien. Salió disparado de su despacho sin despedirse y sin apagar el ordenador.

Robert salió tras él y lo acompañó hasta la calle.

—Seb, tienes que calmarte —le sugirió—. Te juro que no es nada grave.

—Ya me calmaré cuando la vea —Respondió el otro ignorando su sugerencia—. ¿Te importa vigilar esto hasta que Amanda regrese?

—Claro que no. Vete tranquilo.

Sebastian subió a un taxi, y le dijo al conductor que si llegaba al hospital en menos de cinco minutos le pagaría el doble de lo que marcara el taxímetro.

Nadie Como Tú - Sebastian Stan y tú-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora