—Mil gracias por haber venido.
Aída sonreía, hacía tiempo que Nekane no la veía así. Todos se encontraban alrededor de la mesa grande, que en ella se encontraban muchos regalos, acompañados de la tarta de chocolate.
Excepto Susan, que nadie sabía dónde estaba porque no contestaba a las llamadas.
—Cumpleaños feliz. Cumpleaños feliz. Te deseamos todos. Cumpleaños feliz.
Todos cantaron al unísono. Aída sonrió al ver a todos sus amigos cantándole esa canción, y más que nada porque no sabía qué hacer en ese preciso momento.
Posteriormente, ella abrió los regalos que había sobre la mesa mientras sus amigos la miraban con una sonrisa.
—Gracias. Gracias de verdad. No teníais que haberos molestado.
Tras abrirlos, se levantó para darles un beso a cada uno. Después, puso música en el altavoz para que todos bailasen y cantasen.
Tenían que pasarlo bien, disfrutar de los últimos instantes que les quedaban a todos.
Aída salió fuera durante unos momentos, tenía bastante calor. Admiró el atardecer desde el porche, apoyada sobre los barrotes de este.
Notó una presencia a su derecha.
Era Sam.
Se puso nerviosa, ese chico le gustaba mucho, y durante mucho tiempo.
—Felicidades de nuevo.
—Gracias, Sam.
—Me gusta observar el atardecer.
Ella sonrió. Ninguno de los dos se percataron de que sus amigos estaban observándoles desde la puerta principal.
—A mí también.
—Lo sé —. Sonrió.
— ¿Lo sabes?
—Somos amigos. Sé lo que te gusta.
— ¿Sí? ¿Puedo ponerte a prueba?
—Adelante.
— ¿Cuál es mi color favorito? ¿Y qué tal por mi género de música preferido?
—Tu color favorito siempre ha sido el verde. Y tu género favorito es el rock. Te gusta mucho el grupo Green Day y una de tus canciones favoritas es Boulevard of broken Dreams.
—Vas a tener razón. Sabes lo que me gusta.
— ¿Has visto? —Sam la miró a los ojos y esta, se giró para imitarle. Ella sonrió tímidamente, Sam lo notó —. Y también sé que cuando te gusta alguien, apartas la mirada rápidamente y tus mejillas empiezan a ser rojizas.
—Como ahora, ¿verdad?
—No lo iba a decir pero tú sola te has delatado.
—Punto para Sam.
—Y punto para ti —. Él se agachó a la altura de sus labios.
Para, antes de besarla, mirarla a los ojos y transmitir lo que él sentía en aquel momento.
Sonrió.
Provocando algo, una sensación nueva en el estómago de Aída.
Finalmente, los dos se unieron en un dulce beso, un beso que Aída no esperaba que sucediera y menos ahí, tan cerca, en el porche de su casa.
Mientras que los demás también estaban exhaustos.
Y que Sam, estaba completamente enamorado de Nekane pero en aquel momento, sus sentimientos cambiaron.
Los dos se separaron, sonrientes.
* * *
Susan estaba desolada. Lloraba en su habitación, la cual poseía escasa luz. Las persianas estaban casi bajadas y la tristeza era la protagonista en aquella escena.
No podía dejar de pensar en su madre. Todos los momentos vividos con ella, cuando su padre murió ella lo fue todo.
Recordó todas sus vacaciones, todas sus Navidades a su lado, todas sus tonterías y risas, todos los secretos que se contaban.
Y nunca se hubiera imaginado que la iba a perder tan pronto.
Y nadie sabía que es lo que estaba ocurriendo en el barrio en aquellos instantes. Nadie sabía quién había sido el cabrón, o la cabrona, que había matado a su madre tan pronto.
No era capaz de creérselo. Susan no era buena en decir adiós, no le gustaba hacerlo. Ella se quedaba aferrada en los recuerdos con aquella persona.
Y menos podía decirle adiós a su madre.
Recordó las palabras de Nekane, aquella tarde donde decía que la muerte era un adiós definitivo. Que los fallecidos se iban a un lugar del cual no podían regresar.
Y lloró con más fuerza.
No tenía ganas de hacer nada, no podía continuar sabiendo que su madre se había ido.
El timbre sonó en la parte de abajo. Prefería no bajar, no tenía ganas de recibir a nadie.
Y sentía mucho no haber podido asistir a la fiesta de cumpleaños de Aída, su mejor amiga. Pero la muerte de su madre había dejado un gran vacío en su interior.
Porque eso sí fue amor verdadero.
Y no pudo cambiar su vida por la de su madre a tiempo.
No pudo hacerlo.
El timbre volvió a sonar.
Ella siguió sin bajar a abrir.
Pero en ese momento se dio cuenta de que debía cambiar la vida por uno de sus amigos. Porque si esperaba más tiempo, podría ser demasiado tarde.
Como le había pasado con su madre.
El timbre volvió a sonar por tercera vez. Susan se limpió los ojos y bajó para abrir y saber si era demasiado importante.
Miró por la mirilla de la puerta. Reconoció a Aiden, el cual esperaba nervioso al otro lado.
Ella abrió, Aiden se asombró al verla llorando, llena de lágrimas, con un tono rojizo en la piel.
— ¿Qué ha pasado? —Preguntó y Susan se derrumbó de nuevo.
—Mi madre. Han matado a mi madre.
— ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?
—No lo sé, Aiden, no lo sé.
Aiden no dudó en abrazarla, cerró sus ojos y pensó en las palabras que acababa de decir.
Le dolía ver a Susan de aquel modo. Y suspiró.
—Necesitas que me vaya, ¿verdad? Te estoy molestando.
—No.
— ¿No?
—Ahora te necesito más que nunca.
Aquella frase acababa de salir de la boca de Susan y había dejado sin palabras a Aiden.
Él asintió. Claro que iba a estar ahí, la iba a apoyar y sobretodo, iba a ayudarla en descubrir quién había matado a su madre.
[ Como hoy es mi birthdayyy vais a tener doble actualización ].
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OVER
Teen FictionEl planeta se encuentra en exceso de población por lo que los gobiernos deciden, al azar, quién muere y quién sigue vivo. Para ello, sus habitantes obtendrán en su mano izquierda un punto, que puede ser verde para los afortunados que sigan viviendo...