XXV

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Nekane se levantó rápidamente, no podía permitir aquello. Le arrebató la pistola de sus manos, disparando al aire.

— ¿Eres subnormal? ¡Idiota! —Exclamó abrazándole, llorando— He perdido muchas cosas no quiero perderte a ti también.

Mauhn bajó la mirada. No era consciente de lo que en ese momento podía haber realizado. No podía permitir romper más a Nekane de lo que estaba.

—Soy un monstruo —. Respondió finalmente, con los brazos de la chica a su alrededor — ¡Soy un monstruo!

Los dos, en silencio y entre lágrimas, escucharon las sirenas de la policía, alguien la había llamado.

Mauhn cogió la mano de Nekane para bajar las escaleras e irse a casa. No podían saber que él, había matado a uno de sus compañeros para que no cumpliera con su trabajo.

Los dos corrieron, Nekane casi tropieza debido a sus tacones pero no cayó al suelo. Comenzaron a caminar y a alejarse de allí.

—Nekane. Soy un monstruo, no quiero que sigamos viéndonos —. Contestó agarrando su mano con fuerza.

—Mauhn.

—Nekane. Estarás bien sin mí, lo superarás.

—Mira, Mauhn deja de decir tonterías —. Nekane se paró en seco.

—No es ninguna tontería. No quiero hacerte daño, has hecho muchas cosas por mí.

Ella intentó sonreír.

—Mira, Mauhn. ¿Y si tú no haces eso?

— ¿A qué te refieres?

—A que no te controlan.

—Lo harán. Créeme.

Continuaron andando, esta vez en silencio. Llegaron al lago donde su primera mirada, su primera conversación, surgió.

—Cada vez que pase por aquí, no podré evitar pensar en ti —. Contestó Nekane.

—Yo no dejaré de pensar en ti a cada momento.

—Te quiero mucho, Mauhn. ¿Sabes?

—Dime.

—Contigo he sentido miles de emociones. Sentí que se me caía el mundo cuando me ocultaste tu punto, cuando pensé que me habías utilizado para después matarme. Pero después, sentí que de verdad te quería cuando me demostraste miles de cosas. Todo lo que hacías me sorprendía de un chico como tú. Solo te pido una cosa.

— ¿El qué?

—Que me mandes mensajes o que hagamos vídeo llamada todos los días. Así sabré, que el día que no contestes, te convertiste en un morado de verdad.

—Lo haré. Y te cantaré la canción que tanto te gusta.

—No me gustaba. Tú hiciste que me gustase.

¡Qué enamorado que estoy! —Mauhn gritó aquel verso de la canción riendo pero Nekane le mandó callar con una sonrisa.

— ¡Es muy tarde!

—La gente tiene que darse cuenta de cuando te quiero.

—Bésame.

—Las veces que quieras —. Alzó las cejas.

Ella se acercó a él, apoyó sus labios sobre los del joven, acariciando mientras tanto su pelo.

—Te echaré mucho de menos.

—Yo más. Pero ahora, bésame de nuevo —. Nekane sonrió.

Las manos de Mauhn se dirigieron a la cintura de ella, mientras que los dos seguían enlazados en aquel beso, disfrutando de los últimos instantes que les quedaban juntos.

Posteriormente, se apoyaron en la valla del lago, sin dirigirse una mirada o una palabra.

— ¿Puedes dormir hoy conmigo? Nuestra última noche juntos —. Dijo Nekane, sin mirarle a los ojos.

—Sí.

Fueron a la casa de Mauhn, ya que allí había menos gente.

Una vez allí, Nekane admiró de nuevo su cuarto, donde pasaron tiempo dibujando, riendo e incluso demostrando su amor.

Mauhn le dejó una camiseta. Los dos se tumbaron en la cama, admirando el techo.

—Por mucho que quiera, no podré olvidarte.

—Yo tampoco —. Mauhn abrazó a Nekane, inspirando su aroma, dulce.

En silencio, comenzaron a pensar en todas las cosas que no iban a poder hacer. Después, pensaron en su amigo Corbyn, el cual había muerto, bueno, Mauhn le había matado.

— ¿Sabes una cosa? Siempre he tenido una baja autoestima y tú me has ayudado a levantarla —. Contestó Mauhn.

— ¿En serio?

—Nekane, tú eres una gran persona, no me cansaré de decírtelo.

—Jo. Muchas gracias.

—Nunca he tenido el apoyo de mis padres, no llegué a conocerlos bien. Mi abuela pasa de mí, por lo tanto tampoco cuento con su apoyo. Todas las noches, me iba a dormir con el mismo pensamiento.

— ¿Cuál?

—El de ser una mierda. Siempre he pensado que no era importante para nadie, nadie me quería y sé que las chicas con las que estuve no lo sentían de verdad. No me querían realmente.

—Mauhn.

—Tú has sido la única que me ha hecho creer en mí. Nadie había valorado tanto las cosas que hago, ya sean la pintura o simplemente ser yo.

—Mauhn.

—Te lo agradezco de verdad, Nekane. Y no ahora, sino siempre. Siempre lo haré.

—Mauhn te quiero mucho. De verdad. No tienes que agradecerme nada.

Los dos se abrazaron. Ella apoyó su cabeza en su cuello pero después, se subió sobre él.

Despacio, apoyaron sus labios sobre los del otro. Nekane se deshizo de la camiseta que Mauhn le había dejado.

Él sonrió. Comenzó a acariciar el cuerpo de la chica, haciendo que ella disfrutase.

Y allí, aquella noche fría, se encontraban ellos dos. Debían disfrutar de ese último momento que les quedaba juntos.

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