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Aída recogía las cosas que había en su habitación. Pensó en donde podía haber ido Nekane aquella tarde con tanta prisa pero no se le ocurría nada.

Decidió escribirle un mensaje preguntándole el por qué.

Sam se encontraba al lado de Aída, ayudándola con sus cosas, recogiendo algunos libros de su habitación.

—Gracias por ayudarme.

—De nada —. Sonrió este— ¿Qué tal has visto a Susan hoy?

—Sigo viéndola bastante mal —. Dijo apenada —. Ha pasado muy poco tiempo.

—Lo sé. Yo la he visto igual. Me da bastante pena verla así.

Una llamada entrante aparecía en el ordenador. Era Nekane.

—Hola —. Sonrió esta, frente a la pantalla.

— ¿Estás bien? —Preguntó Sam viéndola demasiado feliz.

—Sí. No quería decirlo todavía, porque todos estamos pasando por malos momentos.

— ¿A qué te refieres? —Aída estaba confusa.

—Estoy quedando con un chico. El caso es que... No quería contároslo aún porque Susan está bastante mal, está afectada y demás y la comprendo, por supuesto.

—Me alegro por ti, Nekane. Debes disfrutar todo lo que puedas —. Aída sonrió.

—Gracias. La verdad que os tengo que contar muchas cosas.

—Adelante.

—Nos vimos ayer, por primera vez fue inesperado. Me preguntó por un mechero pero yo obviamente no tenía. Los dos parecíamos fastidiados con todo este tema y empezamos a hablar. No pudimos parar y... Me ha regalado esto.

Nekane les enseñó la pintura que Mauhn le había regalado. Sonrió al verla de nuevo.

— ¿Lo ha pintado él? —Preguntó Aída sorprendida.

—Pero vamos a ver, ¿te has buscado a un pintor? —Rió Sam— Entonces debe ser de los raritos.

—Que va. No te podrías imaginar cómo es. Y ¿qué más da que fuese un ratito?

—Perdón.

— ¿Cómo es? —Se interesó Aída.

—Es alto, muy alto. Sus ojos son castaños al igual que su pelo. Tiene una gran sonrisa, que no suele enseñar a menudo. Y en la nariz tiene un piercing.

—Te gusta bastante, ¿verdad?

— ¿Qué? Solo estamos quedando varias veces. Nada más.

— ¿Seguro? —Sonrió Sam—. Cuando le has descrito, una sonrisa ha aparecido en tu rostro.

—Bueno...

—Nekane, es genial que te guste, no pasa nada —. Contestó Aída.

—Lo sé pero estoy hecha un lío. Me gusta pero sé que yo a él no tanto. Bueno, me dijo que se estaba ilusionando.

—Eso es una buena señal, tonta —. Dijo Aída, convenciendo a su amiga.

—Ya. Gracias por vuestros ánimos. Ya os lo presentaré.

—Ya estoy deseando.

Nekane sonrió a sus amigos, posteriormente colgó la llamada.
Mientras tanto, pensó en él.

En Mauhn.

—Ay —. Suspiró pero una persona entró en su cuarto, era Cassandra.

— ¿Qué te pasa? ¿Sigues pensando en ello?

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