XVI

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— ¿Sabes cuál es el problema de todo esto? —Preguntó Mauhn, observando el lago, reflejando las estrellas.

— ¿El qué? —Nekane estaba apoyada sobre la valla, esperando su respuesta.

—Que el gobierno nos quiere solo para que le hagamos el trabajo. Así, cuando llegue el día de la despedida, ellos tendrán menos personas que matar.

—Eso es terrible.

Mauhn sacó un paquete de cigarros y un mechero. Lo encendió y después le dio la primera calada.

—Mauhn. ¿Tú ya no eres virgen?

—No.

—Todo el mundo ya no es virgen excepto yo. Di mi primer beso hace nada.

—Nekane, no debes preocuparte por eso. Todo llega a su tiempo y con la persona indicada. Yo me arrepiento de haberlo con quien lo hice. Debes saberlo de sobra pero tú eres la que manda en estas situaciones, debes sentirte a gusto y sobretodo con confianza.

—Lo sé. Gracias.

— ¿Por qué me las das?

—Porque sí. Por todo, por cómo eres conmigo y como me tratas.

—Nekane. No tienes que agradecérmelo. Estaré siempre que lo necesites.

— ¿Ves? Mira, Mauhn, eres diferente a los demás chicos.

—Vaya, gracias —. Contestó dando otra calada al cigarro, mirando los ojos de Nekane, iluminados por el reflejo de las estrellas.

Los dos se quedaron en silencio, sin saber qué hacer o qué decir. Nekane volvió a fijar su vista en el lago, mientras que Mauhn hizo lo mismo.

Apagó el cigarro y con su brazo derecho abrazó a la chica, que observaba atenta las pequeñas y suaves ondas del lago.

Ella se giró, observó los labios de Mauhn. Deseaba rozarlos y notar de nuevo su tacto.

Ella se puso de puntillas, ya que era un poco más alto que ella. Apoyó sus labios sobre los suyos, notando la calidez de estos, que la transportaban a otro universo, a otro lugar, a otro sitio del cual, no quería regresar a la realidad.

Las manos de Mauhn, que se había quedado asombrado por el acto y le había costado reaccionar, bajaron a la cintura de ella.

Nekane notaba el olor del tabaco, que sinceramente la asqueaba. No le gustaba absolutamente nada aquel olor.

Pero, se acostumbró a él. No le importaba el olor, ya casi ni lo notaba. Se centró más en el olor a colonia que en el anterior.

Y se encontraban aquella noche enfrente del lago. Unidos en un beso esperado, lleno de calidez, de suavidad y en el cual los dos se encontraban bastante cómodos.

Tras separarse, se quedaron a pocos centímetros el uno del otro. Se miraron fijamente a los ojos, transmitiendo todo lo que había ocurrido en aquel instante.

—Me ha encantado —. Contestó Nekane.

—Como tú a mí, ¿sabes?

Nekane se sonrojó pero como la luz era escasa, ni se notó. Él, sonrió.

Aquella sonrisa permaneció en el rostro del chico durante varios segundos, el cual pensaba lo mucho que le había marcado aquella chica.

— ¿Te apetece dormir en mi casa? —Preguntó Mauhn, con la esperanza de que aquella chica, de la cual estaba bastante enamorado, afirmase.

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