IV

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Las manos de Susan acariciaron el suave torso de Aiden. Ambos seguían pensando en aquel triste destino que les esperaba a la vuelta de la esquina.

No podían dejar de pensar que después de esos malditos tres meses, todo acabaría. Destrozando todo a su paso.

Susan agarró la mano de Aiden con fuerza, como si no quisiese soltarla jamás.

Aquella tarde de invierno, los dos se encontraban abrazados en la cama de Susan.

Y unos minutos atrás, habían sentido el calor que tanto querían o necesitaban. Las manos de Aiden pasar por la cintura de Susan, o las de ella por la espalda de él. Los dos habían pasado un buen momento.

Susan observó la ventana desde la cama. Tampoco podía dejar de pensar en las palabras que Nekane había pronunciado la tarde anterior.

Eso sí que la había dolido bastante.

— ¿Qué quieres hacer esta tarde? —Preguntó mirando a Aiden.

—Me da igual.

—He oído que esta noche van a hacer una fiesta al lado del instituto. ¿Te apetece que vayamos? —Susan quería animar a Aiden, ya que después del tiempo transcurrido, no podrían hacer ese tipo de cosas.

—Sí. Me parece bien.

—Vale.

Susan se levantó de la cama para ponerse su ropa y después, bajar a la parte de abajo.

En ese instante, su madre acababa de llegar. Esta, la saludó con un beso en la mejilla.

Aiden las observaba desde la parte de arriba de la escalera, ocultando su tristeza bajo una sonrisa.

Le dolía tener que despedirse de Susan, aunque ninguno de los dos sabía realmente lo que eran.

Pero se querían.

Y el sentimiento era mutuo.

Susan, subió a la parte de arriba tras sonreír a Aiden. Necesitaba coger su chaqueta para poder salir a la calle.

Pero Aiden fue tras ella. Necesitaba expresar lo que sentía hacia ella, expresar todo lo que hacía que su mente se revolucionara.

Y que, da igual que se hubiesen entregado unos minutos atrás. Necesitaba demostrárselo de nuevo.

Se introdujo en la habitación y apoyó sus labios contra los de Susan. Esta, estuvo sorprendida por unos instantes pero poco a poco se acostumbró a la calidez de sus labios.

Ella sonrió entre besos.

Los dos bajaron hacia la entrada de la casa para, posteriormente, salir de esta.

Susan sacó su teléfono móvil, quería asegurarse de que su amiga Nekane estaba bien.

—Hola, ¿qué tal estás? ¿Mejor?

—Sí. Siento si ayer, mis palabras fueron muy directas. Lo siento.

—No te preocupes. Es normal. Esto es una puta mierda.

—Me duele. Me duele que nos tengamos que separar y sobretodo tan pronto.

—Y a mí. Créeme —. Susan miró a Aiden, ya que también le dolía que se marchase.

Las dos se despidieron. Aiden pasó uno de sus brazos por el cuello de Susan, mientras que el otro, el que poseía aquella maldita marca lo guardó en el bolsillo.

—Susan.

—Dime.

— ¿Qué pasaría si te dijera que te quiero? Aún no sabemos lo que somos.

—Que yo te diría lo mismo. Te quiero.

Aiden sonrió. Susan lo notó y una leve sonrisa apareció en su rostro. Le abrazó con fuerza y él soltó un beso sobre su cabeza.

* * *

Las luces parpadeaban sobre ellos.

Una y otra vez.

La música sonaba cada vez más fuerte, hasta que llegó a un nivel estable.

Susan pasó sus manos por el cuello de Aiden, mientras que este las pasó por su cintura. Pudo observar el vestido negro que esta llevaba, afirmando cada curva de su cuerpo.

Ella cerró los ojos y se dejó llevar por el ritmo, el cual erizaba su piel. Aiden, aprovechó el momento para acercarse más a ella, para notar su aroma, el cual tanto admiraba.

Ella abrió los ojos, se encontró con el rostro de Aiden a escasos metros del suyo.

Los dos lo deseaban.

—Bésame —. Ordenó ella.

—Bésame tú primero.

Él sonrió tras su respuesta y ella negó con la cabeza. Finalmente, Aiden cedió y le dio un suave y cálido beso en los labios.

Ella sonrió satisfecha, contenta con el resultado. En ese instante, Aiden fue hacia la barra y ella se quedó observando el ambiente que había en aquel pequeño local.

Alguien chocó contra ella. Levantó su vista hacia aquella persona, que era demasiado alta. Se encontró con unos ojos azules, profundos y con un cabello rubio.

Era un chico peculiar y que no le transmitía ninguna confianza.

Porque ella no sabía, que ese chico había adquirido un punto morado, el punto que se encargaría de eliminar a los rojos.

Pero tenía una cosa clara, ese chico era extraño y sabía que estaba en aquella fiesta por algo.

Aiden volvió con dos bebidas. Observó como el chico rubio aprovechó aquel momento para mirar detenidamente su punto.

Susan se percató de aquel gesto y decidió taparle la mano disimuladamente, de forma que el chico no pudo ver con precisión el punto. Los focos eran de colores por lo que no se distinguían.

Aiden se dio cuenta de que ella no estaba bien, algo debía ocurrirla por lo que se acercó a su oído para preguntarla.

— ¿Qué ocurre?

—Es ese chico. No sé qué le pasa pero está mirando mucho nuestras manos. Creo que busca algo relacionado con nuestros puntos.

— ¿Qué?

—Sí. No me transmite nada de confianza, Aiden.

[ Hoy vienen los reyes, por ello, os dejo aquí un capítulo nuevo.

Que os traigan muchas cosas! 😊 ].

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