IX

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Los cinco estaban en el sofá. Aída abrazó a su amiga entre lágrimas, mientras que Sam y Aiden se miraron entre sí, seriamente. Nekane estaba en silencio.

—Gracias, chicos —. Dijo Susan tras separarse de Aída —. De verdad que no sabéis cuánto os lo agradezco.

—Para eso están los amigos —. Contestó Sam.

—Quería deciros algo más. Ya que mi madre no está, tendré que irme a vivir con mis abuelos.

— ¿Qué? —Preguntó Aiden.

—No viven tan lejos. O quizás se muden ellos aquí.

—Chicos, debo irme —. Dijo Nekane —. Hablamos luego.

Ella se levantó del sofá, en dirección de la puerta.

— ¿A dónde va? —Preguntó Aiden.

—No lo sé.

—Supongo que se irá a casa, ¿no? —Preguntó Sam.

— ¿Tan temprano?

Los cuatro se quedaron pensativos de por qué Nekane había salido tan temprano de allí.

Ella caminaba por las calles del barrio en dirección al lago donde el día anterior, había entablado conversación con un chico.

Esperó apoyada en la valla, mirando fijamente el lago, intentando ver el fondo.

—Cuidado no te caigas —. Bromeó alguien a sus espaldas.

Ella se giró y sonrió.

—Muy gracioso.

— ¿Qué tal? Te he traído una cosa.

— ¿En serio? —Sonrió de nuevo.

—Sí. Toma.

Le entregó el cuadro. Nekane se quedó boquiabierta al observar aquella pintura, donde ella era protagonista.

— ¿Te gusta?

Ella seguía asombrada observando aquel lienzo. Pasó uno de sus dedos por él y sonrió nuevamente.

—Me encanta —. Susurró sin dejar de mirarlo.

—Me alegro de que te haya gustado tanto.

Ella seguía embobada.

—Muchas gracias. No tenías por qué haberlo hecho.

—Simplemente quería.

—Jo pues me ha encantado.

Ella quería darle un abrazo pero no sabía cómo. Finalmente se acercó a él y le abrazó.

—Gracias de verdad.

Él sonrió tímidamente. Comenzaron a andar por aquella zona, mientras que Nekane sujetaba con sus manos el bonito cuadro que tanto le había gustado.

— ¿Cuál es tu canción favorita?

—No lo sé.

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