Capítulo V: Los caballos no comen tomate

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La habitación era enorme. Era más grande que el salón de su casa y probablemente el doble de tamaño que su propio cuarto, el cual compartía con sus cuatro hermanos. Había dos camas, una en cada esquina, y en una de las paredes había un amplio ventanal con vistas a los jardines interiores. Había varios muebles, entre los que se contaban dos armarios, dos escritorios y dos estanterías. La pared era de un suave color azul y olía a pintura fresca, como si acabaran de pintarla.

Tardó en darse cuenta del otro niño, que lo miraba con curiosidad.

Lo primero en lo que se fijó fue en que, por supuesto, su compañero no era humano. De cintura para arriba, tenía una apariencia normal: Piel pálida, pelo castaño rizado, tan revuelto como si no se hubiera molestado en peinarse, y grandes ojos ambarinos. Vestía un jersey con estampado militar que parecía demasiado grande para su cuerpo, pequeño y flacucho. Pero ahí era donde terminaba la apariencia "humana".

De la cintura hacia abajo, su cuerpo era el de un caballo marrón con manchas blancas, que agitaba la cola de un lado para otro con emoción.

Lo reconocía: Drake estaba muy nervioso. Nunca había hablado con otro niño de su edad antes, y no sabía lo que tenía que hacer. ¿Debía presentarse? ¿Dejar que él lo hiciera primero? ¿Hablar de lo primero que se le viniese a la cabeza? No, probablemente eso lo confundiría... ¿Qué hacía la gente normal cuando se conocían por primera vez?

Drake observó al niño con prudencia, esperando a que él hablase primero, para no meter la pata y decir algo equivocado. Sin embargo, cuando el centauro se acercó a él y habló, lo hizo con palabras que no conocía:

—¡Kírad! Craymp tod edmolimb. Taile Peter.

Por un segundo, Drake pensó que se había olvidado de interpretar las palabras o algo así. El chico hablaba otro idioma, uno que Drake, por supuesto, no entendía. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Se preguntó qué habría dicho el niño. ¿Se estaría burlando de él? Armándose de valor, negó con la cabeza, intentando expresarle su confusión. El centauro, afortunadamente, pareció comprender. Se llevó la mano a la frente y dio unos golpecitos con el dedo, pensando.

—¿Humano? —él le señaló y Drake asintió—. ¿Sothia?

Tras otro asentimiento, el niño se llevó las manos a la cabeza y cogió dos extrañas maquinitas azules que estaban detrás de sus orejas. Murmurando en su idioma, giró una pequeña ruedecita varias veces, hasta que estuvo satisfecho. Después volvió a colocarse los aparatos en las orejas e inclinó la cabeza, como si estuviera escuchando.

—¿Ahora? ¿Puedes entenderme? —Drake volvió a asentir, con los ojos muy abiertos por la sorpresa—. ¡Qué tonto soy! Por alguna razón, pensé que hablarías mi idioma.

El centauro se acercó a él, golpeando sus cascos contra el suelo de madera: Clop, clop, clop. Alargó la mano, con una sonrisa en la cara. Drake miró la mano ofrecida, hasta que por fin se dio cuenta de que quería estrechársela.

—¡Soy Peter, por cierto! —Drake tomó su mano y la agitó arriba y abajo, sintiéndose algo incómodo—. Tu nombre ya lo sé: ¡Drake! ¿Puedo hacerte una pregunta?

—Eh... claro —era algo difícil seguirle el ritmo a sus palabras, pues el niño parecía hablar a un millón de kilómetros por hora, con una voz aguda e infantil que parecía la de un niño de diez años emocionado por comprar un nuevo juguete.

—Me han dicho que hay un Jinete de Dragón que puede hablar con los dragones, ¿no es increíble? ¡Qué suerte que esté en nuestro curso! Me encantaría conocerlo... ¿A ti no?

—Creo que estás hablando de mí —arrastrando el pie por el suelo, Drake golpeó sus dedos contra su pierna, imitando el rítmico golpeteo que solía tocar su hermana contra su hombro para llamarle la atención cuando estaba ensimismado en sus pensamientos. Aquello siempre le recordaba a casa—. Yo puedo hablar con los dragones. El general Kerr dijo que se llamaba el Vínculo, y que lo tenían todos los Jinetes de antaño.

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