Capítulo XXXII: El final... ¿o no?

81 11 0
                                    

El camino hacia la sala del trono transcurrió en un silencio casi total. Drake estaba agradecido por esto, francamente, ya que eso le dejaba espacio para pensar.

Isaac Hannover. La misteriosa persona que Kira y su padre habían estado buscando tanto tiempo estaba justo delante de sus narices, y no se parecía a nada que Drake había imaginado.

De hecho, muchas de las cosas que Drake había asumido estaban equivocadas. Por ejemplo, que Isaac estuviera vivo y no muerto como Drake había pensado, ya era una sorpresa de por sí. Y su aspecto. Por las palabras de la propia Kira, Drake había asumido que Isaac era un niño, quizá su hermano. Desde luego, no esperaba al hombre de cuarenta y tantos años que tenía enfrente.

Una rápida inspección a las manos de Isaac confirmó sus sospechas. Sí, en su dedo anular había un brillante anillo de color oro con un pequeño diamante en el centro, muy similar al que, según su memoria borrosa, Arnold Hannover llevaba puesto la última vez que lo vio. Y el hecho de que Isaac fuera el rey de Plycia al mismo tiempo que Arnold...

—Conocí a tu marido —dijo Drake en tono casual.

—¿Qué? —Isaac se sobresaltó al oír esto. Su mano alcanzó el anillo de bodas, como si temiera que Drake se lo robara.

—Tu esposo, ¿Arnold Hannover? —Drake estaba nervioso por la reacción de Isaac. ¿Había malinterpretado las pistas? Afortunadamente, Isaac asintió en silencio, alentándole a que continuase—. Pues eso, le conocí. Y a tu hija también.

—¿Hija? Yo no... —balbuceó, pero pronto su cara se iluminó con comprensión—. ¿Damián es...?

—¿Quién es Damián? —Drake estaba confundido. Recordaba vagamente ese nombre, Arnold también había llamado así a su hija—. ¿Qué tiene que ver ese nombre con Kira?

Isaac abrió la boca para responder, pero pareció cambiar de idea de pronto. Estuvo en silencio un buen rato, hasta que finalmente dijo:

—Damián es el nombre que le pusimos cuando nació —explicó—, porque pensamos que era un chico.

—¿Cómo es eso posible? —preguntó Drake—. ¿Hubo una equivocación?

—Bueno, más o menos. —dijo Isaac—. Kira es una chica, pero su cuerpo es el de un chico. Por eso nos equivocamos.

Sonaba tan seguro de lo que decía que Drake se preguntó si ya había tenido esta conversación antes.

—Ya lo sabías, ¿verdad? —dijo. Él se encogió de hombros.

—A Kira nunca le gustaron las cosas masculinas. Incluso de pequeña, ya le gustaba llevar vestidos y jugar con muñecas, y siempre se refirió a sí misma como una niña. —Drake dirigió su mirada a los ojos de Isaac, y se sorprendió al notar que estaban húmedos y brillantes con nostalgia—. Recuerdo una vez, cuando tenía cuatro años, que... Oh, perdona, seguramente te esté aburriendo, ¿no?

—No, está bien —le aseguró Drake.

—Ah, vale. Pues verás...

Isaac continuó hablando durante todo el trayecto, no sólo sobre Kira, sino también sobre su vida en Terra, sobre lo amables que habían sido los Aurin al dejarle quedarse con el trono, ¡incluso sobre lo que había desayunado esa mañana! Era un poco agotador, y aunque el hombre se detenía de vez en cuando para disculparse por hablar tanto, Drake le animaba a continuar cada vez que lo hacía. A veces, lo que más necesitaba la gente era tener a alguien dispuesto a escuchar.

—Y te lo juro, sólo me dan de comer eso. Manzanas, manzanas, manzanas todos los días. Dicen que son especiales para la realeza o algo por el estilo, pero la verdad es que tienen un sabor de lo más normal. Bueno, el huerto es bonito, pero está desperdiciado: ¡sólo cultivan manzanas! —se quejó. Drake asintió, tratando de poner toda su atención en el hombre—. Me levanto por la mañana, manzanas. Después de comer, manzanas. Y a la hora de cenar...

OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora