Capítulo IX: Nunca te burles de la profesora ciega

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Como la asignatura de Combate Físico se daba en el patio número cinco, y la de Armas era en el patio número dos, tuvieron que apresurarse para llegar a tiempo a clase. Llegaron, a las doce y media en punto, al área del entrenamiento; que, aunque todavía era pronto, no estaba vacío.

El patio número cinco, que se encontraba, obviamente, entre los patios número tres y cuatro, era exactamente del mismo tamaño que el de Armas, aunque la hierba estaba más pisoteada y, además, no había flores, sino balas de paja repartidas por todo el lugar. Junto a una de ellas, golpeándola como si no hubiera un mañana, se encontraba la hermana de Archer, Evie Stone.

Su largo pelo marrón chocolate estaba recogido en una coleta, ya no llevaba las gafas de sol y su camiseta de tirantes estaba húmeda por el sudor. Su técnica era impresionante; daba patadas, puñetazos y fintas a la pobre bala de paja que, si fuera una persona, probablemente ya estaría muerta, o como mínimo inconsciente.

Al darse la vuelta, sin embargo, Drake tuvo que reprimir un escalofrío. Algunos niños gritaron. Otros jadearon, sorprendidos.

Evie no pareció percatarse de estas reacciones, o quizás decidió ignorarlas. Inclinó la cabeza, escuchando, y cerró esos ojos de pesadilla, unos ojos de color gris desvaído, sin pupila. Ojos ciegos.

Aqullo, sin embargo, no parecía preocuparle, como si ser ciega fuera sólo un pequeño obstáculo de escasa importancia. Una sonrisa suave perfilaba sus labios mientras esperaba a que todos estuvieran en silencio y, cuando la clase dejó de murmurar, habló con una voz potente y llena de confianza, del tipo que escuchas aunque no estés prestando atención.

-¡Buenos días, clase! Mi nombre es Evie Stone; estoy segura de que ya conocéis a mi hermano, Archer. Sin embargo -su sonrisa se volvió algo más fría-, yo no seré tan amable como él. Aquí no tendréis que disparar a dianas con armas de juguete; en esta clase, lucharéis entre vosotros.

Tras estas palabras, fue como si un vidrio translúcido hubiera sido reemplazado por un cristal transparente, dejando ver el auténtico yo de la profesora. De pronto, Evie Stone pareció tan amenazante como un lobo enseñando los dientes. Su rostro era el de un depredador frente a su presa; no sonrió lo más mínimo mientras decía, amenazante:

-Hoy, veremos de qué pasta estáis hechos.

Para empezar, los separaron por razas. Había un grupo dónde sólo había centauros; otro, más numeroso, agrupaba a los elfos, otro los humanos... Una niña, que parecía humana a pesar de poseer un par de alas a la espalda, fue colocada en el grupo de los elfos, pues no parecía haber nadie más como ella.

Después, como había prometido, la profesora los hizo luchar entre ellos por turnos, sin armas.

Como la suerte había decidido ignorarlo, a Drake le tocó luchar contra Aidan Wilde, el chico que le había golpeado durante el desayuno.

El niño se defendió lo mejor que pudo, tratando de seguir las instrucciones que Omega, desde la muralla, le comunicaba a gritos en su mente. Sin embargo, la risa de su oponente, añadida al barullo que el viejo dragón armaba en su cabeza, le impedía pensar con claridad.

Finalmente, Aidan le tiró al suelo de un empujón y, después de cansarse de darle patadas a la bola en el suelo que era Drake, le pidió a la profesora un cambio de parejas, alegando que "quería entrenar, no pasarse la clase pegando a un novato inútil".

A Drake le tocó luchar contra la niña que le había defendido de Aidan aquella mañana. Al verla, Drake tragó saliva. La chica era enorme, tanto que tenía que mirar hacia arriba para poder llegar a sus ojos, que lo miraban con curiosidad y... algo más. ¿Decisión? ¿Decepción? Drake nunca había sido bueno para leer las emociones.

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