Capítulo XXXI: Humano dormido. ¡Peligro! No tocar

68 10 1
                                    

Drake se sentó en el suelo y enterró la cara entre sus manos.

La gema se había ido. La había tenido prácticamente al alcance de la mano, la había rozado con los dedos. Por primera vez en mucho tiempo, había sentido esperanza. Pero la gema se había roto. Ya no existía. Se había ido.

Drake ya no sabía qué más hacer. Lo había intentado todo, había buscado por todas partes, había hecho lo imposible para recuperar a Amber. No había funcionado. Amber estaba...

Amber estaba muerta.

Amber estaba muerta.

Amber estaba muerta.

No iba a volver.

Drake sollozó y se clavó las uñas en el cuero cabelludo. Amber estaba muerta. No había nada que pudiera hacer para cambiar ese hecho. Nada.

Así que lloró. Las lágrimas caían de sus ojos a raudales y goteaban por su barbilla y mojaban su ropa, pero no le importaba. Su cara estaba mojada, sus ojos estaban rojos e hinchados y sus brazos sangraban por el rascado continuo, pero no le importaba.

No le importaba. Nada importaba ya, porque había fallado. Le había fallado a Amber. Estaba muerta.

Y él estaba... no sabía dónde estaba.

Drake soltó un hipido, levantó la cabeza con esfuerzo y, al ver el paisaje extraño donde se encontraba, se frotó los ojos con fuerza. No era posible. ¿Dónde...?

¿Dónde estaba?

Parecía un campo de hierba normal, pero había algo que no terminaba de encajar. Los colores eran demasiado vibrantes, demasiado llamativos, como si los gráficos hubieran sido sacados de un videojuego antiguo. El sol no era el sol que Drake conocía, sino que era mucho más grande de lo normal, rojizo como una luna de sangre. ¿Una gigante roja, quizás?

Drake se levantó, alarmado. Dio un paso. Era obvio que no estaba en su mundo (la gigante roja lo confirmaba) pero, ¿cómo había acabado aquí? Intentó recordar, pero la cabeza le daba vueltas. El aire de este lugar le impedía pensar correctamente; el ambiente estaba impregnado de un fuerte olor a acre, que le hacía sentir mareado y confundido.

Sin más ideas, el Jinete pelirrojo se dejó caer de nuevo y se quedó así, de rodillas, mirando la hierba e intentando respirar con normalidad. Tenía que recordar. ¿Qué hacía aquí, y cómo había llegado a esta situación? ¿Dónde estaba todo el mundo?

Drake gimió. A ver, recordar no podía ser tan difícil, ¿verdad? Había llegado a Khazigan. Había abierto las puertas de la caverna. Phoenix había calmado a la vaca gigante. Peter había llegado y le había abrazado. Y después... Y después...

Después Hannover había salido de algún lado y había cogido la gema. La había roto y había derramado su contenido en una vasija. La vasija...

Drake soltó un respingo. ¡Claro!

“Viajar entre mundos es fácil. Necesitas una vasija, llamada Athon, que se hace con un material especial llamado Kósmou que sólo se puede encontrar en un planeta determinado”, había dicho Phoenix. Había una vasija en la cueva ¿Sería la misma que había mencionado Phoenix?

“Y luego… necesitas sangre. Sangre de un monarca Aurin.”

El corazón estaba lleno de sangre. Tenía que estarlo, ¿verdad? Phoenix dijo que el corazón podría curar a Amber, aunque no había mencionado que su contenido podía ser usado para viajar entre mundos. ¡Quizá por eso había querido ir con él! Para evitar que él usara el corazón de la manera equivocada. Pero... Phoenix había fracasado. El corazón se había usado de la manera equivocada, y ahora todos estaban atrapados en otro mundo. El mundo de Phoenix, Drake se dio cuenta.

OmegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora