Capútulo XXV: Espera. ¿Qué? ¡BUM!

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Las piernas de Drake temblaban mientras se adentraba en el pasillo oscuro.

Amber había bajado ya, y Drake sabía que debía seguirla, pero era difícil. A cada paso que daba, su cerebro volvía a revivir sus recuerdos, una y otra y otra vez. Estaba usando toda su concentración para no darse la vuelta y salir corriendo de allí.

—¿Vas bien? —dijo Amber, al tiempo que encendía una bola de luz con su magia—. Estás pálido.

Drake miró la esfera brillante. Se concentró en la forma en la que repelía la oscuridad, en la calidez de su luz, en la tranquilidad que emanaba su simple presencia, y asintió.

Tenía que concentrarse. Había venido a salvar a Kira, y nada más.

—Vamos. Tenemos que seguir hasta el final.

Así que echó a andar. En algún lugar de su mente, algo le decía que si atravesaban rápido el pasillo, los recuerdos no le alcanzarían. Sus piernas pusieron el piloto automático, aunque Drake las forzaba a parar cuando la luz de Amber se alejaba demasiado.

Cuando llevaban aproximadamente diez minutos caminando (que no parecía demasiado tiempo, pero a Drake le parecieron años), Drake tropezó con una piedra y cayó al suelo.

—¿Estás bien? —Amber se acercó corriendo. Sus alas se estiraron para alcanzar a Drake, reflejando la preocupación que sentía.

Drake miró sus rodillas. La izquierda no estaba tan mal, pero la derecha estaba raspada y picaba bastante. Sus vaqueros se habían roto y se estaban manchando rápidamente de sangre caliente y escarlata.

—Estoy bien —se puso de pie y se limpió la tierra de la ropa, notando que también se había rascado las manos—. ¿Tienes hambre? Tengo comida.

Amber parecía escéptica, pero aceptó la barra de cereales que el pelirrojo le ofrecía.

—¿Tú no comes? —Drake negó con la cabeza—. Bueno, como quieras.

Amber comió en silencio, afortunadamente, sin hacer más preguntas. Drake agradeció que no hubiera pedido más comida; esa era su última barra de cereales, que guardaba en su bolsillo en caso de emergencia.

Su estómago rugió al pensar en la comida que guardaba en su apartamento. Al mismo tiempo, se preguntó cómo estarían sus animales; había dejado sus comederos llenos, pero ¿y si les entraba hambre? ¿Y si le echaban de menos? ¿Y si Óscar el loro volvía a meterse en una cazuela por accidente? ¿Y si...?

—Sigamos —dijo Amber, interrumpiendo su tren de pensamiento—. ¿Puedes caminar?

Drake se puso de pie y dio un par de pasos experimentales. Las rodillas y las palmas de las manos le picaban y se sentían como si estuvieran a un millón de grados centígrados, pero podía caminar.

—Puedo caminar —anunció.

Desafortunadamente, ahora no podían ir tan rápido como antes, lo que significaba que Drake no podría escapar de los recuerdos. Su respiración se aceleró al darse cuenta de esto, pero Drake no quería, no podía tener un flashback ahora. Tenía que concentrarse en otra cosa.

Cerró los ojos con fuerza y pensó en sus animales, en la luz del sol, en su familia, en la Academia... No era suficiente. Seguía estando en el mismo pasillo oscuro, y seguía caminando, y no podía perder la cabeza ahora.

Algo lo estaba distrayendo. No era la presencia de Amber ni la luz que emitía su esfera brillante ni el eco de sus pasos en el suelo de piedra. Cerró los puños, las heridas de su palmas le recordaron dónde estaba.

Era el dolor. Sus rodillas sangrantes picaban, y las palmas de sus manos estaban calientes, y Drake no podía concentrarse en nada, ni siquiera en sus recuerdos.

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