Amber está cansada. Muy, muy, cansada. Tan cansada que, si un elefante se le sentara encima, ella ni se inmutaría.
Ser maga no es fácil, especialmente con un poder tan inútil como el de Amber. Bueno, Ella piensa que es inútil. En serio, de entre todas las marcas geniales que podían haberle tocado, ¿tenía que haber sido la marca de la luz? Menudo aburrimiento.
Ni siquiera le da miedo la oscuridad. Entonces, ¿para qué le sirve un poder que consiste únicamente en generar bolas de luz a voluntad? Para absolutamente nada, a menos que uno quiera ponerla de bola de discoteca, o de estrella en un árbol de navidad. Cosa que jamás permitiría, por supuesto.
Ese y otros pensamientos cruzan su mente, hasta que su tren de pensamiento es interrumpido por culpa de unos golpes en la puerta.
Amber se da la vuelta en su nido de mantas y almohadas, esperando que quienquiera que sea, se vaya pronto. No ha pedido pizza; entonces, ¿por qué alguien se molestaría en venir hasta aquí? La Academia es el lugar más alejado de cualquier cosa que conoce, después de todo.
Los golpes siguen y siguen, y Amber se tapa la cabeza con una de sus alas. Qué pesados. Sólo quiere un poco de paz, tomarse una siesta quizás. El entrenamiento es agotador.
—Amber, ¿estás ahí? —una voz, una muy familiar, se cuela entre las rendijas de la puerta—. Soy Drake. Sólo quiero hablar. Por favor.
Amber se levanta rápidamente, olvidando su cansancio. Sus articulaciones protestan; el entrenamiento de hoy realmente le ha pasado factura.
Se detiene frente la puerta, muy consciente de que Drake está al otro lado (probablemente, en la misma posición que ella). No sabe si quiere hablar con él; la última vez había sido desastrosa.
Por dios, Drake. ¡Ni que tuvieras tantos amigos!
Lo que dijo estaba mal, lo sabía, pero Drake no reaccionó bien tampoco. Amber perdió los estribos cuando su mejor amigo le gritó a la cara; Amber odia que le griten. Pero eso no significa que esté bien.
Finalmente, después de lo que parece una eternidad, Amber abre la puerta.
Drake la mira e inmediatamente da un paso atrás. La chica alada frunce el ceño y enseguida se da cuenta de que tiene las alas casi completamente abiertas, las plumas erizadas y haciéndole parecer mucho más grande de lo que es. Se hace a un lado y las cierra, obligándose a sí misma a calmarse.
El chico pelirrojo tropieza con sus propios pies, entrando en la habitación con la gracia de una jirafa ciega.
—Hola —Dice con timidez. Tiene algo entre sus manos, y se lo tiende—. Te he... traído esto.
Es una cajita de cartón simple. No tiene decoraciones ni dibujos, así que cuando la rompe al abrirla (sin querer, claro), no se siente demasiado culpable. Dentro hay un pequeño cupcake con glaseado rosa por encima. Parece delicioso, y Amber no puede esperar para comérselo.
Abre la boca, tratando de agradecérselo, pero ningún sonido sale de su garganta. Amber lo intenta de nuevo, no del todo segura de la causa de su repentina incapacidad para hablar. Su mutismo selectivo normalmente actúa sólo con desconocidos, o con personas que no conoce demasiado bien. A veces, cuando está muy nerviosa o asustada. Pero Drake es su amigo. No es una persona cualquiera.
—G-racias —Consigue decir, después de la increíble cantidad de tiempo de dos segundos y medio. Drake tiene el ceño fruncido, seguramente preguntándose por qué tardó tanto en responder. Amber traga saliva y se ríe, tratando de desviar su atención—. Me has salvado la vida, ¡me estaba muriendo de hambre!
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Omega
FantasyHace muchos años, tantos que es imposible recordar cuántos, había muchos Jinetes. Jinetes de dragones. Estos Jinetes poseían el Vínculo, un enlace divino con el que podían comunicarse con sus esbeltas y terribles bestias, un enlace tan fuerte que...